Colombia

#CríticaTelevisiva ‘Dejémonos de Vargas’: un desastre insulso del que no se ríe ni Dios

Por el amor de Dios, ¿a quién se le ocurrió en RCN que esto era buena idea?

Dejemonos de Vargas, el remake de "Dejémonos de vainas"

Como no tenía idea, o no me acordaba de cómo era el ‘Dejémonos de Vainas’ original, acudí a mi padre para que me diera su opinión de ‘Dejémonos de Vargas’, su spin- off, que le compite a ‘La Voz Kids’ (esto es lo único que me causa risa, porque buena suerte ahí con un programa que trae mejores historias de por sí). Conclusión: se aburrió a los cinco minutos. Precisamente, para ir a ver ‘La Voz’.

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Supuestamente el programa está ambientado en esta época, con todas las problemáticas que trae. Pero lo que veo es que trataron de meter a la fuerza a todos los estereotipos que en los años 80 y 90 eran cómicos, pero que hoy resultan de paso ofensivos e insoportables.

Porque... ¿en serio el hablado boyacense de Josefa era un gag cómico? ¿Por qué su hija tiene que comportarse como una mascota tonta sólo por venir de un pueblo? ¿Acaso todos los boyacenses son así de estúpidos?, me preguntaba, mientras veía a con espanto cómo a las empleadas de servicio se les sigue representando como mascoticas graciosas cuya única gracia es ser de ruralidad.

Sí, sé que sueno “mamertísima”, pero en un país con una tradición de mujeres esclavas que trabajan como internas y que son ciudadanas como usted y como yo y les quitan todos los derechos, esto no dejaba de ser incómodo. Lo mismo que “El Costeño”: ¿acaso todos son “astutos”, machos alfa, pendencieros? ¿Irresponsables? ¿No hemos tenido cuarenta mil novelas de costeños ya donde nos muestran todo eso, y otras que hasta son mejores que el promedio, como “Caballo Viejo”, “Las Juanas” o “La costeña y el cachaco”?

Me reí más con un golpe en mi dedo chiquito en mis pies fríos

Tengo la terrible y cruel impresión de que el “Ramoncito” original no pasó el casting porque no era lo suficientemente blanco y gomelo en una familia que desborda gomelidad y blanquitud. Eso, en un país donde ese tipo de personas representa el 1% de la población.

Y lo digo porque es como si el programa original pasara por el tamiz de comercial de crema de dientes o de sopa para toda la familia: “Ramoncito” es periodista, ama el Santa Fe y tiene el mismo pésimo gusto para la moda de su padre (sure Jan, un gomelo de 40 años en una redacción jamás se vestirá con un saco de abuelo color sopa en la Bogotá de 2022). Y el centro del problema es que hace todo tipo de idioteces dignas de un joven con la edad mental y emocional de 15 años que su esposa, “el policía malo”, debe remediar. Groundbreaking, diría Miranda Priestly, de “El diablo viste a la moda”.

Asimismo, todo es divino, armónico, sin un pero. La única que medio destaca en un combo de situaciones calcadas de cualquier sitcom gringa es la hija de Josefa/mascota de Josefa, pero su enorme propensión a la ridiculez no llega a ser suficiente para que la comedia deje algo. Ni siquiera que el Ramoncito nuevo sea un calco más delgado y despierto que el tonto de Jake en “Two and a Half Men”, o que el perro... en el colmo de la ridiculez, tenga letreros.

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Sí, así como Pulgoso en ‘Marimar’, sin el acentito veracruzano, eso sí. Pero al menos Pulgoso tenía una personalidad. Más que la de todo el elenco de este programa.

Por el amor de Dios, ¿a quién se le ocurrió en RCN que esto era buena idea?

Si la serie es así de mala, no tuve más remedio que ver la original. Y concluí que su gracia y lo que le da su inmortalidad es que era colombiana. Es decir, lo que también hace que todos los programas atemporales e inmortales de nuestra televisión tienen de sobra: eran castizos, eran totalmente realistas. Si bien eran estereotipos los que estaban también reflejados, se veía más naturales.

Y ahí falla RCN: el canal parece empeñado en matar toda la magia de sus programas más representativos precisamente quitándoles toda esta autenticidad, para convertirlos en productos de mercadeo donde todo está falsísimo, impostado y aspiracional. Ya lo hicieron precisamente con ‘Hasta que la plata nos separe’. Y parece que no aprenden.

Dejémonos de Vainas original no lo era. De hecho, tiene diálogos brillantes, que reflejaban a la mayoría del país, ese que no aparece en un comercial, que no es nada gomelo, que reflejaba más bien una clase media ascendente con todos sus peros, su mal gusto, sus choques culturales y la esencia colombiana citadina y rural. Acá no hay nada, sino otra sitcom artificial que no hace reír ni a Dios.

Ahora ¿cuál otro clásico vas a arruinar, RCN?

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