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No se trata de enseñarle a las mujeres a ser precavidas, sino de enseñarle a los hombres a no violarlas

Las mujeres vivimos con miedo todos los días

El acoso sexual es una manifestación de las relaciones de poder y hay que decirlo, las mujeres somos mucho más propensas a ser víctimas de un ataque sexual que los hombres. Los libros de biología hablan de una constitución de menor tamaño, lo que nos lleva a una menor fuerza y por ende, una menor posibilidad de de ganarle al cuerpo masculino. Sin embargo, sabemos que esto no es necesariamente así y que si así fuera, no es una excusa para ser «blanco fácil» de nadie.

Lo peor ha sido impuesto por la sociedad, entre teorías evolutivas y sociales que por años han estipulado que las mujeres somos inferiores en muchos sentidos. Nos han dicho que el hombre es quien provee económicamente, quien tiene mayores oportunidades de crecer profesionalmente y quien tiene a todas las mujeres rendidas ante su masculinidad.

Bajo esta idea, la violencia en contra de la mujer se ha hecho presente en todos los ámbitos e irónicamente, el haber ido adquiriendo una mayor fuerza y poder, parece haberse convertido en una razón más para querer dominarnos porque «nos estamos saliendo de control».

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Resulta terrible que todas las mañanas despertemos pensando en cómo nos vamos a vestir, no pensando en la ocasión o en cómo nos sentimos sino en qué ruta vamos a tomar, si iremos solas, si tenemos que pasar por una calle «peligrosa» o si saldremos demasiado tarde. Pensamos en todas las frases que pueden decirnos en el camino si llevamos la falda «demasiado corta» o los pantalones «demasiado ajustados». Nos viene a la cabeza un bombardeo de imágenes con los rostros de las miles de niñas y mujeres que desaparecen cada minuto y pensamos «¿y si un día veo el rostro de mi amiga, o de mi hermana?».

Nos imaginamos el dolor por el que pasan las madres que han perdido a sus hijas y sentimos una agitación en el corazón cuando escuchamos que «encontraron el cuerpo» de otra niña, arrumbado como si se tratase de un saco de basura.

Las mujeres no tendríamos que salir con un bote de gas pimienta en el bolso «por si nos hacen algo», ni tendríamos que preocuparnos en buscar cursos de defensa personal «por si nos agarran».  Tampoco tendríamos que estar enviando nuestra ubicación en tiempo real cuando pedimos un taxi, ni esperar a que nuestros amigos hombres nos escolten para salir de fiesta y nos protejan de «extraños».

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Salimos de casa rezando o pidiendo a seres superiores por nuestra madre, nuestra hermana, nuestra amiga; porque nosotras mismas lleguemos con bien a nuestro destino para seguir con nuestra rutina.

Entendamos esto: Ninguna mujer se emborracha para ser violada, no importa si se pone a bailar o si se queda dormida. Ninguna mujer se pone falda para ser violada, no importa si se ven sus piernas o sus tobillos . Ninguna mujer se pone pantalones ajustados para ser violada, no importa si son rosas o negros o de rayas. Ninguna mujer camina sola hacia su casa para ser violada, no importa qué colonia sea. Ninguna mujer sale de fiesta para ser violada, no importa si son las 3 de la tarde o las 3 de la mañana. Ninguna mujer nace para ser violada, no importa si tiene 13, 16, 20 o 70 años. NINGUNA ES MUJER PARA SER VIOLADA

Las mujeres no tendríamos que aprender a ser precavidas y cuidarnos de no ser violadas sino que los hombres deberían ser educados a NO VIOLARNOS.

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