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Los hijos mayores no son responsables de los menores: las secuelas de que ejerzan el rol de padres

Se llama parentalización y tiene consecuencias incluso en la vida adulta.

Escena de la película 'La decisión de Gracie' (2004)

Con la crianza de los hijos y otras tantas responsabilidades diarias en un mundo en donde la prisa es lo normal, apoyarnos en la familia en diferentes aspectos es una decisión lógica.

El hecho de que podamos relacionarnos de manera sana para comprender cómo podemos ayudarnos entre nosotros en el hogar, en especial si somos varios, es de suma importancia.

La solidaridad en casa no solo nos da una sensación de comunidad, además nos hace más productivos y es menos agotador si todos colaboramos para sacar adelante las labores cotidianas.

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El problema es cuando los padres comienzan a creer que los hijos mayores pueden desenvolverse tal como lo hacen los adultos solo por el hecho de ser más “grandes” o ser “muy maduros”

Muchos progenitores, en el afán de que sus hijos alcancen la “independencia”, se sobrepasan con las responsabilidades que les delegan al punto de hasta encargarlos por completo de los hijos menores.

Tal escenario no solo acarrea consecuencias significativas en su desarrollo hacia la adultez, sino que además los pone en peligro tanto a ellos como a sus hermanos menores.

¿Hijos ayudando a cuidar a los hermanos o responsabilizados de su crianza?

Sí, en casa los pequeños deben participar en las labores. De hecho, está comprobado por estudios que los niños que hacen tareas del hogar se convertirán en adultos más exitosos.

Sin embargo, nunca debemos olvidar que las responsabilidades que se les asignen deben estar acorde a su edad y habilidades. En ningún caso se puede pedir a un niño ser responsable de otro.

No solo no pueden hacerlo, sino que además es un riesgo. Está comprobado que la mayoría de los accidentes que tienen los niños ocurren en casa. Un 54% para ser exactos de acuerdo a datos recogidos por el Diario de Sevilla.

En la mayoría de los casos, el niño estaba solo o bajo el “cuidado” de otros niños mayores que no dejan de ser niños solo porque tengan más edad o sean responsables. Esta situación debe parar.

Es cierto que, como madres, podemos percibir que entre nuestros hijos hay algunos que desarrollan un sentido de responsabilidad mayor que otros, por lo general, el primogénito.

El niño, por una razón u otra, siente que debe tomar acciones por los demás o para ayudarlos. En general, esto nace de ellos de forma espontánea, no porque los papás lo pidan y está bien.

Pero otro caso es que los padres o responsables empujen a los menores, ya sean niños o adolescentes –sigue siendo menores–, a responsabilizarse de sus hermanos menores o hasta de ellos mismos.

¿Criando hijos independientes o “parentalizados”?

La dinámica en la que un hijo se ve forzado a asumir el rol de adulto y encargarse de tareas que son responsabilidad de sus padres se llama “parentalización”, “parentificación” o “inversión de roles”.

De este fenómeno existen dos tipos: la emocional y la instrumental. En una familia, un hijo puede sufrir una de las dos o ambas. La primera es cuando se vuelven el soporte emocional de sus padres.

Mientras, la segunda es de la que estamos hablando: cuando los niños se hacen cargo de funciones que deberían desempeñar sus padres, como hacer las comidas o cuidar a sus hermanos.

La parentalización se puede manifestar en varios escenarios, pero generalmente se presenta cuando el progenitor tiene un problema (duelo, adicciones, problemas mentales) por el que no asume su papel y lo pasa a los hijos.

No obstante, también hay padres que parentalizan a sus retoños alegando querer que estos se vuelvan personas independientes y autosuficientes.

Así es que los empujan –casi siempre de forma inconsciente– a ser ellos los cuidadores de sus hijos menores y asumir otros roles que no les competen y los lleva a vivir en situaciones inadecuadas.

Los peligros que se corren al dejar a un niño bajo el cuidado de otro mayor, ya sea dentro o fuera de casa, son muchos. No podemos exponerlos a esto y esperar que estén bien.

Si queremos hijos que en el futuro sean autónomos, es importante enseñarle a hacer tareas cotidianas por sí mismos con supervisión. Nunca dejarles un bebé o un pequeño para que lo cuiden.

Por esto, es importante diferenciar cuando se está educando a un niño para lo primero o cuando simplemente se le están delegando cargas con resultados que se escapan de sus manos.

Sí, es cierto que existen casos de niños que han reaccionado de maneras sensatas ante situaciones delicadas y han evitado tragedias, pero son hechos aislados y no es el deber ser.

Los hijos mayores no son responsables de los menores y no solo no deben asumir el trabajo de manejar con situaciones que solo les compete a los adultos, no están preparados para esto.

“Es importante marcar la diferencia entre ayudar en casa o delegar temporalmente ciertos cometidos en los hijos y convertirlos en figuras de apego de sus padres”, señala la psicóloga Belén Picada en su blog, quien dice que no está mal que los hijos mayores cuiden a los menores siempre y cuando sea algo ocasional y no una responsabilidad.

Las secuelas “invisibles” de parentalizar a un hijo

Ahora, aunque un accidente es una consecuencia tangible de dejar a un niño cuidando a otro, también hay secuelas para el menor parentalizado que no son apreciables a simple vista.

En su niñez, son menores que se desconectan de sus vivencias, forzados a crecer muy rápido y desprendidos de sus necesidades y sueños mientras cumplen las que sus papás necesitan o exigen.

Mientras, en la adultez, son personas que han internalizado la idea de que el bienestar de sus seres queridos está primero que el suyo. Se sienten fatal si se ponen en primer lugar o pelean por sus anhelos.

Manifiestan problemas para materializar sus metas en la vida, baja autoestima, incapacidad para poner límites, no saben cuidarse y se la pasan haciéndose responsables de los conflictos de otros. Por supuesto, los hijos son las víctimas.

“La parentificación ocurre dentro de un espectro y hay diferentes capas de daño que pueden desarrollarse. También hay cualidades que surgen a través de la parentificación que podrían beneficiarte en ciertas áreas de tu vida, como ser muy responsable o un excelente cuidador”, destaca la psicoterapeuta Whitney Goodman en un artículo para Psychology Today.

“No todo es malo, pero sí tiene el potencial de volverse catastrófico para un niño y su yo adulto. Tenemos que encontrar el balance adecuado entre responsabilidad y estructura y diversión y juegos”, aconseja.

El deber de un padre

Si amamos a nuestros hijos, no adelantemos la etapa de la infancia delegándoles tareas de adultos porque son muy buenos haciéndolo o demuestran una madurez y un sentido del deber nato.

No los obliguemos a pasar por esto porque sus hombros no están hechos para ese peso; las probabilidades de un accidente aumentan y sus consecuencias pueden ser irreparables.

Lo que los menores ameritan es amor, compañía, atención, contención, límites… Nada de esto lo puede demandar ni recibir correctamente de otro menor.

Obligarlos a asumir el rol del adulto o permitir que lo hagan también tiene diferentes consecuencias de por vida. Además de que es una forma de maltrato.

No importa cuánto nos sorprendan con su comportamiento servicial de manera nata, un padre no debe dejar recaer sus responsabilidades en sus hijos.

También es cierto que existen familias que carecen de otras alternativas, pero no por esto deja de ser incorrecto y perjudicial para los niños y el adulto en el que se convertirán.

El fin no es atacar a ningún padre, sino forjar ambientes seguros para los menores y su puericia. Espacios en los que se desarrollen de manera saludable en la familia y la sociedad.

Así que pongamos todo en nuestras manos para ser padres presentes, amorosos, responsables y protectores en una etapa de la vida tan crucial para la vida como lo es la niñez.

Hagamos el máximo esfuerzo para ser el adulto que nuestros niños necesitan. El progenitor asertivo y disponible que hace todo para que sus hijos tengan la infancia más feliz posible.

No seamos mamás y papás que les impongamos un compromiso que no les corresponde, los lastima y afecta al punto de frustrar sus sueños o atravesar eventos incapaces de solventar.

Sí, ser padre, representante o responsable de menores es una labor ardua y una responsabilidad de tamaño estratosférico, pero los adultos deben asumir su papel sin pretextos.

Si no pueden, deben buscar ayuda profesional que les permita ser el padre que todo niño merece porque su único trabajo es ser niños y nada más hasta que llegue una nueva etapa.

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