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Las mujeres fuertes entienden que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional

Así como sin la noche no existe el día, sin el dolor no existe la felicidad. El dolor es inevitable, y es momento de aprenderlo como tal.

Quien aún cree la vida no incluye dolor, realmente está viviendo en otro mundo. Sin temor a ser pesimistas debemos aceptar que en algún punto de nuestras vidas enfrentaremos injusticias, nos toparemos con obstáculos, y nos romperán el corazón del alguna manera.

Algunos enfrentarán mayores batallas que otros, batallas que los dejarán con serias heridas en el corazón. Debemos entender que el dolor que en algún momento experimentaremos —porque lo haremos— es parte de esta vida. 

Si algo nos duele es porque nos permitimos ser vulnerables; amamos, nos apasionamos, dejamos que nos importe. Y sólo de esa manera se puede disfrutar el presente que nos otorga este mundo.

Sin embargo, no es lo mismo el dolor que el sufrimiento. Este último es quedarnos aferrados a la idea de lo que no fue, de aquello que nos produce el malestar inevitable del que hablamos en un inicio.

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El sufrimiento aparece cuando nos negamos a continuar, aceptar la realidad, y no queremos comenzar a sanar. Porque aunque se vale caer en esta vida llena de obstáculos, las mujeres fuertes saben cómo levantarse de ellos. 

Siempre encontraremos un motivo por el que vale la pena sonreír.

Entienden que no hay opción de seguir renegando todo lo que no fue, pero sí hay elección de agarrar ese dolor que sentimos para transformarlo en sabiduría. De toda caída se puede aprender, y no hay batalla que trabajada no se pueda convertir en una aliada para los nuevos obstáculos.

Solamente conociendo el dolor podemos apreciar la belleza de la vida. Una mujer que se ha topado con él es quien sonríe con más ganas, ama con todo el corazón, aprecia despertar cada mañana y poder seguir en el camino. 

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Debemos dejar de huir de las tristezas. Así como sin la noche no existe el día, sin el dolor no existe la felicidad. Los dos se complementan, son parte de la experiencia humana, y una cosa es segura… de él es de quien más aprenderás. Aceptalo, vivelo, y déjalo ir con el corazón abierto.

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