Como regla, los humanos preferimos siempre la certeza a la incertidumbre. Cuando tienes claro lo que sucederá, no hay espacio para el miedo pero cuando no tienes esa claridad, es normal sentirte vulnerable.
El miedo es algo a lo que nos enfrentamos desde que somos pequeños. Aprendemos a vivir con él y conforme maduramos, entendemos que es algo que también nos ayuda a ser más fuertes.
Esa sensación de perder el control sobre el cuerpo, de sudar a mares y de creer que has quedado atrapada entre cuatro paredes es terrible. Te paraliza, te somete y te hace dudar de todo lo que eres.
Tenemos miedo a la oscuridad, a las pérdidas, al dolor; es algo que está ahí y es muy real. Pero el truco no es vivir en las sombras de este sino mirarlo directamente a los ojos, domarlo y seguir de todos modos.
Porque cuando no hacemos frente, dejamos que crezca hasta que se convierte en verdaderas limitaciones que sólo complican más las cosas.
TAMBIÉN LEE: Cómo lidiar con la ansiedad que provoca la incertidumbre
Tener miedo es más que permitido, de hecho es necesario. A veces glorificamos demasiado la idea de ser intrépidos o arriesgados que olvidamos que somos seres humanos frágiles, que no siempre tenemos las respuestas o los recursos necesarios para avanzar o sobresalir en todos nuestros esfuerzos. Pero ¿sabes qué? Irónicamente, el miedo termina convirtiéndose en un impulso que nos enseña a ser valientes.
Podemos estar confundidos o cansados pero tenemos que aprender a tomar lo que tenemos seguro para domar eso que nos asusta tanto.
Si entendiéramos exactamente de lo que somos capaces, no viviríamos con tanto miedo. Si todos aprendiéramos a enfrentar nuestros miedos, dejaríamos de mirar atrás o de titubear y no dejaríamos ir las oportunidades «ocultas» de la vida.
Y digo «ocultas» porque muchas veces, el miedo y la incertidumbre, la dejan entre las sombras, haciéndonos creer que nunca encontraremos la luz para dar ese paso.
TAMBIÉN LEE: El poder de la gratitud en tiempos de crisis
En serio. Cuando aprendes a dominar el miedo, aprendes a convertirlo en una fuerza que te impulsa hacia adelante. Nuestro cerebro está diseñado para protegernos de cualquier cosa que parezca peligrosa, aterradora o incómoda. Es por eso que cuando intentamos algo arriesgado, nuestra mente se inunda de excusas para no hacerlo.
Cuando dudamos, le damos a nuestro cerebro más tiempo para pensar en excusas y la idea termina por volverse demasiado abrumadora. Así que antes de dejar que este te consuma, da el primer paso. Actúa lo antes posible y te darás cuenta de cuántas puertas se van abriendo en el camino. Así es como el miedo nos enseña a ser valientes.
Te recomendamos en video
This browser does not support the video element.