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Esto es lo que pasa cuando estás cansada de ser siempre una mujer fuerte

Ser una mujer fuerte es un trabajo agotador

Ser una mujer fuerte implica ser exigente, tener estándares muy altos y no bajarlos por nadie. Es no conformarse con cualquiera y no dejar que las heridas te consuman. Es luchar por otros y por ti misma, defender tus ideales y toman una postura siempre abierta a lo que otros tengan que decir porque sabes que siempre puedes aprender.

Sin embargo,  ser una mujer fuerte es un trabajo agotador y mereces un descanso para volver al juego.

Porque una mujer fuerte también tiene miedo y se tambalean frente a la adversidad. El mundo espera que esté bien sin ninguna ayuda pero es agotador que el mundo espere que resuelva todo por su cuenta.

Cuando te cansas de ser una mujer fuerte todo el tiempo, dejas de forzarte a hacer cosas, como estar ahí para todos o presentarte a todos los eventos sociales a los que has sido invitada. Dejas de obligarte a salir y te concentras en tratar de procesar tus sentimientos y emociones en lugar de tratar de escapar, incluso si eso significa aislarte de las personas. Otros lo tomarán como una decisión ruda pero ante todo, eres tu prioridad.

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Eres más honesto sobre cómo te sientes, no mientes con respecto a tus emociones. Explotas porque ya no puedes contenerte. Estás cansada de que todos asuman que «estás bien» cuando no es así.  Y esa es la mejor terapia.

Cuando estás cansada de ser una mujer fuerte todo el tiempo, estás dispuesta a pedir ayuda. Ya no dejas que todo el peso recaiga sobre ti. Te das cuenta de que no puedes luchar contra corriente tú sola y no dudas en buscar a quien esté dispuesto a darte una mano. Ahora necesitas a más personas para apoyarte y estás dispuesta a comunicarte con ellos.

Eres más impaciente y menos tolerante. Has ocultado la ansiedad que te produce la incertidumbre pero ya no más. Sigues luchando pero prefieres evitar a toda costa todo aquello que te provoca angustia o incomodidad, no importa si es algo o alguien que te importa profundamente. Porque estás cansada y se vale darte la media vuelta.

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Necesitas un relevo, un descanso para disminuir la velocidad y así poder recargar tus baterías para seguir adelante. Necesitas recordar que eres un ser humano.

Darte un respiro no es debilidad, es necesario. Acepta tu vulnerabilidad . Es válido dejar que tus lágrimas recorran tus mejillas y gritar hasta quedarte sin aliento. Deja de asociar estas reacciones con debilidad.  Estás aprendiendo a dejar de ser tan dura contigo misma. La vulnerabilidad es otra forma de fortaleza y está bien resguardarte en tu espacio seguro de vez en cuando.

Sabes que eventualmente volverás a ser fuerte, pero primero debes abrazar esta etapa y aprender lo más que puedas de ti en estos momentos. No trates de ignorarla. Pasará. Decidiste que, por una vez, debes estar bien ser suave, emocional, triste o confundida en lugar de esforzarte tanto por parecer que lo tienes todo bajo control.

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