Ser una mujer fuerte es complicado. Para muchas personas, significa no tener sentimientos o creerse superior a otros. Para algunas personas, una mujer fuerte es inalcanzable e imposible de tratar sin embargo, está lejos de ser así .
Cuando una tiene una personalidad fuerte, es fácil alejar a los demás sin embargo, una no está exenta de aquellos que buscan poner el pie.
Siempre habrá personas que quieran ver caer a otras, ya sea con mañas acciones o palabras ofensivas. No va a faltar quien intente sabotear tus logros o cuestionar tus alegrías pero cuando eres una mujer fuerte, no te dejas intimidar por lo que otros digan o piensen de ti.
Las mujeres vivimos atadas a la presión social de muchas formas. Todo el mundo espera demasiado de nosotras y eso hace que por instante perdamos de vista lo que nos hace verdaderamente felices.
A veces puedes olvidar tu fuerza y sucumbir ante las exigencias de la sociedad para encajar sin embargo, tu inteligencia emocional siempre termina por aterrizarte y devolverte a eso que te hace tan auténtica.
De eso se trata ser una mujer fuerte, de no dejarte de nadie y de mantener tus estándares altos y tus valores le guste a quien le guste.
Que el mundo hable, a ti no te afecta. Has aprendido a filtrar la información que te llega y a las personas que te rodean. Si algo no te suma, simplemente lo haces a un lado y sigues con tu camino.
Adoptar esta forma de pensar es difícil pero los golpes de la vida te han enseñado que nada vale más que tu paz mental.
Cuando te permite ser auténtica sin tener en cuenta los aplausos, o la aprobación ajena, ete vuelves más fuerte. Te permites aceptar tu vulnerabilidad y al mismo tiempo demostrar que eres lo suficientemente fuerte como para que nadie te tumbe.
La autenticidad te da espacio para evolucionar, para crecer y aprender.
Cuando te mantienes fiel a tus ideales, a los que te hace feliz, eres una mujer fuerte que no se deja intimidar ni tumbar por lo negativo. Deja de aferrarte a la idea del «qué dirán» o lo que «deberías ser» y trabaja en ser lo que quieras a tu modo.
No vivas con ataduras ni tampoco con miedo a ser rechazada. Sé más consciente de tus experiencias y no esperes agradar a todos.
Es un momento en el que te has dado cuenta que en realidad nunca terminamos de conocer a las personas, quiénes están contigo aún en la distancia y quienes ya no vibran en tu misma frecuencia.
Te has dado cuenta de que no debes dejarte llevar por lo que no va contigo. Ya no estás aferrada a la idea de tener que cumplir expectativas ajenas porque ahora más que nunca, eres dueña de tu tiempo y espacio. Has dejado de derramar lágrimas por personas que no derramarían ni una gota por ti. Ya no persigues amor, ni ruegas a nadie que se quede porque sabes que no mereces sobras.
No te sientas mal por ponerte primero ni por ir contracorriente cuando algo que no te satisface. Tampoco te sientas mal por cortar relación con quienes absorben tu energía o por marcharte de un lugar donde no te sientes plena. Al final, es tu vida, le guste a quien le guste y no tienes por qué desgastarte para agradarle a otros.
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