Tenemos la costumbre de idealizar las luchas por las que atraviesan las personas en situación de pobreza de todo el mundo porque consideramos que se ven muy reales y muy duras. Es cierto, sus luchas no se comparan a la de quienes tenemos el privilegio de tener una estabilidad a corto y largo plazo asegurada. Pero hay una delgada línea entre entender la situación para entonces empatizar y romantizar la pobreza.
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Han circulado innumerables historias virales que muestran las formas en que las personas deben luchar y luchar para simplemente mantenerse a flote. Debido a la crisis sanitaria que atraviesa el mundo, las escuelas se encuentran cerradas y se ha tomado la decisión de impartir clases en línea para que los niños no se atrasen en sus estudios.
Es así como hemos sido testigos de historias descritas como «conmovedoras» de niños que no tienen acceso a Internet o dispositivos móviles y computadoras tratando de tomar sus clases. Sin duda es admirable que a pesar de todo encuentren formas de salir adelante pero detrás de eso, hay un gravísimo problema.
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¿Por qué cuando vemos o escuchamos que alguien tiene que verter todo su sudor y lágrimas para conseguir sustento, lo encontramos encantador?
🥺 la dedicación de una franelera para guiar a sus hijos en las clases virtuales ❤️. pic.twitter.com/k1ClFdRMhC
— Uriel Estrada (@UrielEstradaTV) August 28, 2020
La realidad detrás de esas historias es que la gente sufre terriblemente y, en su mayor parte, es injusto. Cuando idealizamos la lucha de las personas de estratos económicos bajos, se nos olvida que ninguna persona merece tener que pasar por tantas dificultades para ganarse el derecho de vivir dignamente. La situación del mundo es crítica pero especialmente en Latinoamérica el contraste entre un sector y otro es brutal. No es algo que debería suceder con tanta frecuencia y en una escala tan grande.
Sí, el dinero no puede comprar la felicidad y quienes trabajamos por horas y a marchas forzadas sabemos que es parte del día a día para mantener lo que tenemos y darnos ciertos lujos, pero al final del día tenemos seguridad y estabilidad de una u otra forma.
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Policía regaló tablet a niña que estudia en la calle, mientras su madre trabaja en un semáforo https://t.co/xbHeEXV0y6
— AlertaPaisa 1140 AM (@AlertaPaisa) August 23, 2020
Es más fácil ser feliz cuando no tienes que preocuparte por cuándo será tu próxima comida o si podrás tomar una vacaciones lejos de la rutina o simplemente seguir bajo el techo que tienes.
Podemos pensar que una persona que vive en la pobreza puede ser feliz por las cosas simples de la vida pero su situación ciertamente no es un factor en su «actitud positiva», y es ofensivo que se vea como tal.
Así que es hora de cuestionarnos qué es lo que hace que estén en esa posición, por qué es tan grande la diferencia con lo que unos tienen y otros no y por qué es tan difícil que tengan acceso a los derechos que les corresponden. Sí, da gusto pensar que hay niños, niñas y jóvenes que siguen estudiando y esforzándose pero ellos deberían ocuparse en sus sueños, no en sobrevivir.
Es complicado y esto va en escalas mucho mayores; pero es un cambio empezar a desarrollar un pensamiento más crítico que nos permita plantear soluciones en vez de seguir alimentando el problema.