Vender es difícil. Muy difícil. He pasado 13 años de mi vida adulta comprando como Carrie Bradshaw o Blair Waldorf (y nivel deuda de Patricia Fernández) , pero una cosa es saber elegir para uno, quien va curando su propio estilo con los años, y otra cosa es creer que ese gusto y lo que uno piensa de la moda sirve para todas las mujeres.
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Error: eso es lo que también la industria de la moda actualmente piensa sobre todo para las mujeres gordas, que dentro de esos estándares generalizantes que ha tenido durante décadas han generado leyes de talles en países como España y Argentina (y que no han servido para nada), al creer que todas tienen el mismo cuerpo, entre otros desatinos. Y que si hacen algo para ellas deberían esconderlo, y punto. Pero resulta que las consumidoras gordas de moda no son todas así: tienen tantas y tan variadas necesidades, tantas particularidades, que apenas hasta ahora la industria que hay, sobre todo en Colombia, comienza a entenderlas.
En últimas, esto es lo que permea un mercado, que a pesar de mi propio gusto y mis prejuicios, tiene tanto de largo como de ancho. Y otras formas.
Ahora bien, es raro que en un país con el 56% de adultos con sobrepeso, según datos del Ministerio de Salud y Protección Social a corte 2024, existan tan pocas marcas para tanta demanda. Y aún peor: que existan marcas con tallajes caprichosos, como si nuestra dieta fuera más la de un país que consume todo menos carbohidratos.
Jamás he entendido la lógica de las grandes marcas, que despreciaron mi cuerpo veinteañero con cuarenta kilos menos: aún así yo no cabía. ¿Cómo pueden ser tan exitosas vendiendo cuerpos irreales? Y ni qué decir de las que hacen ropa para nosotras como una especie de favor lastimero, ya que siento que con esas blusas horrorosas de estampados anticuados y cuello bandeja me veo como la suegra de ‘Condorito’. Aunque sinceramente, creo que hasta Doña Tremebunda es aún más sofisticada ante esos trapos inmundos que seguramente diseñó una flaca que cree que por ser gordas no tenemos gusto.

Es por eso que ‘Gorda’, una feria que lleva desde 2019 y ha vendido más de dos mil millones de pesos - y creada por Laura Agudelo ‘La Pesada de Moda’ - ha tratado, en su curaduría y en sus correrías por Medellín y Barranquilla, de entender a esa consumidora. De compilar la diversidad de propuestas que comienzan a asomarse en el mercado: dénim, resortwear, beachwear, sportswear, diseño de autor, trajes de noche, etc.
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Así, para este año, participaron 19 marcas, entre las que estaba Jo Plus, creada por mi mejor amiga, Jolie Benítez, maestra de patronaje en la Escuela Arturo Tejada, y de quien puedo decir que su nivel de ejecución y edición es superior. Pero también tuve de vecina a Adriana Convers, Fat Pandora, una voz poderosa que con su podcast ‘Somos Talla Única’ ha animado a las demás mujeres gordas a reclamar su lugar ante el mundo y quien, con su marca Díscola, ha logrado transmitir su poderoso estilo a las prendas.

Y, más al fondo, otra marca que me encanta: Maglione, de Laura Pérez Maglione, que ha tomado todos los saberes artesanales de Boyacá y los ha transformado, desde Sogamoso, en piezas modernas, dinámicas, únicas y para todos los cuerpos.
Igualmente, Siju Plus, al frente nuestro, también tenía propuestas de color y tropicalismo que requieren tantas mujeres de ciudades como la suya, Bucaramanga, llenas de elegancia y versatilidad. Había de todo para todas. Y en saber qué y cómo son las clientas de talla grande en Colombia, también había, como dicen las abuelas, para cada arepa, su propio tiesto.
Las mujeres gordas ya no buscan esconderse, y sí, queridas marcas tradicionales colombianas: también somos exigentes
Ahora bien, la clienta gorda de 2025 ya no es la que busca disimular nada, así que los estilistas tradicionales que siempre ponen a hablar de qué ponerse pueden irse con sus reglas hasta el fondo del Amazonas. Puede que busquen acentuar la figura o que en todo caso sean conservadoras, pero no buscan esconder que son gordas en lo que yo vi: ¿cómo, si de todas maneras ya te vas a ver gorda? ¿No sería mejor divertirse o adecuarse?
Muchas buscan ropa para trabajar (segunda lección, queridas marcas grandes colombianas: no todas nos vamos a vestir como para la cuarta temporada de ‘The White Lotus’ si queremos color), y que también refleje su personalidad. A varias de ellas, de alguna manera, el tallaje les ajustaba en todo, menos en los brazos, o en ciertas partes del cuerpo particulares, por lo que la venta se caía.
¡Y qué fácil es que se caiga una venta! Si no hay la talla adecuada. Si no se tiene un medio de pago. Si la indecisión puede más que la determinación. Uno siente, conoce esas miradas de pasar de una prenda a otra, ya que si hay algo que no convence, eso pesa al final, como pasa con las relaciones. También uno conoce - y en eso sí que me sirvió ser una compradora de nivel atleta olímpico- cuando una mujer se muere por una pieza: la aparta desde ya, y si mira otra cosa no la deja. Si se siente bien con ella. Y si se antoja de algo más y tiene que decidir. Para eso, claramente, como vendedor uno tiene que darle más objetos de deseo a la velocidad de la luz.

Pero hay otras clientas que van probando lo que les ajusta para su día a día, su estilo. Porque sí, queridas marcas grandes colombianas, las gordas, así como tenemos diversos tipos de cuerpo, también tenemos diversos estilos y nos gusta lo mejor. Desde la mamá que se llevaba varias blusas, o la señora que buscaba un blazer negro elegante, hasta la osada que se llevaba el rompevientos de estampado Miró o el blazer de Barbie. Y lo mejor: en un espacio seguro donde todos esos cuerpos se miraban sin juzgarse. Cuerpos de mujeres normales.
Las más divertidas, claro, fueron esas clientas que creyendo menos en las reglas de la hegemonía - y las que yo, a pesar de mi deconstrucción trato de seguir como forma de defensa ante un medio tan hostil como el de la moda colombiana y sus élites, al menos en el vestido- me enseñaron que incluso un crop top de lana, una malla mesh y experimentar con el color se veía bien en su cuerpo. Pero no era solo su cuerpo, era el desenfado y la actitud con la que lucían la ropa. En cómo sabían que esa prenda era para ellas. Y en cómo se la apropiaban sin pedirle permiso a nadie.

La clienta gorda, como todo cliente, es particular. A veces los largos de las prendas y las mangas no gustaban. Los materiales encantaban, o no. Los colores generaban identificación, o repulsión. Entre otros tantos detalles que las marcas de ‘Gorda’ pueden entender, pero que las grandes plataformas no, ni por error. El cómo también adaptamos nuestro propio concepto de sofisticación, de diversión, de placer y expresión.
Así, en una extensa jornada que incluyó experiencias de maquillaje y conversatorios, muchas se divirtieron, aprendieron y compraron. Y lo mejor: se reconocieron entre ellas, entre sus cuerpos y diversas formas. Entablaron un diálogo más allá de su talla, y eso fue lo más enriquecedor.
Ahora bien, como alguien que en los últimos años ha estado en un pedestal del que quiere desprenderse precisamente haciendo ejercicios como este, puedo entender un poco más a las marcas: si bien hay mercado para todo, no se vende como uno cree. Y no todas las clientas quieren lo que uno se imagina. Se puede vender el blazer de flores, pero no significa que se tenga que hacer en los mismos contextos en los que uno está.

La señora que se lo llevó lo quiere para el bautismo del nieto o la fiesta de la oficina, pero no como uno, que, como dice la ex asistente de Anna Wintour, Plum Skyes, usa la ropa que usan los demás para ocasiones especiales simplemente para ir a trabajar a la oficina. Hay poca gente así.
Y, con base en eso, se construye la oferta que pueda funcionar a nivel comercial. Una que se podría ampliar y pulir con más recursos que las marcas grandes en Colombia sí tienen, pero que - y tengo todo el derecho de decirlo- por prejuicio, pereza y absoluta mediocridad, creyendo que las gordas todas obedecemos a la imagen de señora que se murió en vida, hacen de manera fatal.
Y en eso sí que les ganan todas las marcas de ‘Gorda’ y las que emergen para este mercado, del que aún falta tanto por explorar a nivel estético y de producción: harán todo con las uñas, se la luchan como lo hicieron en esta feria y todos los días, pero sí que conocen a su consumidora.

Algo que la industria de moda colombiana aún ni se imagina que pasa y se niega a ver.
Por ahora, el esfuerzo de Laura Agudelo, sus socios, sus colaboradores y las marcas crece poco a poco, es constante. Pero está cambiando una industria aún muy cerrada, más para cuerpos como los nuestros, más para espacios en los que supuestamente nosotras no cabemos. Y, con ejercicios como el de Jorge Duque el año pasado, y sobre todo, con la persistencia de todos los involucrados, muestra que ser Gorda es más que solo un cuerpo: es un universo fascinante al que la moda en Colombia no debería temerle.