Miguel vive en la calle, es Tabasqueño y duerme debajo de los puentes en la zona de Los Olivos. Su testimonio, levantado por el medio Ruido en la Red abrió la conversación sobre esa realidad que la sociedad ignora.
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Y es que además de hablar sobre lo ocurrido con el colapso de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, dejó ver la situación en la que viven muchos jóvenes en situación de calle en el país.
«Yo vivo en condición de calle, señorita. Siempre me quedo aquí debajo del puente de Los Olivos, pero ayer venía de vender mis botellas (…) y me regresé por mi cobija. Estaba como a las 9:30 acostado con unos amigos, porque siempre vengo a dormir aquí», expresó Miguel.
Miguel estaba con unos amigos debajo del paso y cuando iba a dormir, sintió como la tierra se cimbró y en segundos colapsó la estructura y dos vagones del metro cayeron al vacío entre la estación Olivos y Tezonco, justo donde se encontraba.
“<strong>Nosotros salimos corriendo, ni siquiera jalamos nuestras cobijas</strong>. Y de repente nos caímos, porque se vino el cimbradero grande y vimos como el metro se vino en dos. Se hundió y luego vino una desesperación de gente, horrible. No le deseo a nadie que lo vea”.

«Venía yo llorando desde la Nopalera pensando en gente que hay gente que a lo mejor no se despidió de su familia», dijo con la voz entrecortada.
La elocuencia de Miguel para dar su testimonio despertó admiración en redes sociales pero entre las palabras de aliento y preocupación hacia su situación, queda claro el nivel de romantizando de la pobreza, lejos de entender el verdadero problema.

«Este niño educado, cortés, que manera de explicar, me hizo llorar…este es nuestro México de verdad, está gente que lo da sin temor…. Y gracias a la periodista», expresó una usuaria de Twitter. «La diferencia entre ignorancia y falta de educación; entre pobreza y humildad…ojalá alguien lo vea, y le de la oportunidad de conseguir sus sueños, porque seguro los tiene», escribió otro.
Todos queremos un mejor país pero no se trata de expresar «tristeza» hacia un joven que «debería estar estudiando». Miguel es consciente de su situación y de la constante incertidumbre que implica. No se elige vivir así pero verlo de esa forma es un racismo del que formamos parte cuando pensamos que todo se trata de «echarle ganas», el que vulnera tantas vidas.
«Yo gano $20, $30 pesos al día en tantas vueltas que doy para vender mis botellas y latas. Me voy a un comedor comunitario que me cobra $11 pero siempre buscándole y hay gente que juega con la vida de otros».
¿Por qué cuando vemos o escuchamos que alguien tiene que verter todo su sudor y lágrimas para conseguir sustento básico, lo encontramos encantador?
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Como Miguel, hay muchos en México. Personas inteligentes y conscientes de lo que viven pero que no tienen los recursos para salir de ahí porque México no es un país de oportunidades para todos.
El percance cobró la vida de 25 personas y 70 quedaron heridas. Había hombres y mujeres que regresaban de una larga jornada de trabajo, padres de familia junto a sus hijos y jóvenes que volvían de dar un paseo. Lo mínimo que esperaban del transporte público era que los llevara sanos y salvos a su hogar.
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