La pandemia de Covid-19 ha sido un verdadero dolor de cabeza para todos. Estamos en alerta constante y con temor pero al mismo tiempo, estamos hartos y cansados de estar encerrados, distanciados de nuestros seres queridos y de aquellas actividades que hacían nuestro día menos monótono.
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Debo confesar que en un principio sentía que era necesario pensar positivo todo el tiempo para aligerar la situación pero poco a poco se volvió muy desgastante. Y no es que sea una vieja cascarrabias, ermitaña y sin esperanza, sino que simplemente entendía que un exceso de positividad también es contraproducente.
Demasiada positividad te encierra en una burbuja privilegiada en la que no ves el panorama completo para tener una critica más sensata de la situación. Quizá ayuda a que toda la semana hagas ejercicio o prepares comidas completa para cada día pero en cuanto no te sientes con ganas o no logras llevarlo a cabo, te sientes terrible. Pero mientras que te estás cayendo de sueño y tu cuerpo pide descanso, tu mente piensa que te estás dejando derrotar y que deberías ser más productiva.
Una parte de ti sabe que no puede caer en el pesimismo pero la otra, simplemente no está de humor para frases positivas o motivacionales.

Por supuesto, se agradecen los buenos deseos, los videos de gatitos, las películas de comedia que hacen que te olvides de todo lo malo y el tener un espacio cómodo en el cual pasar los tiempos de crisis.
Pero llega un momento en el que te das cuenta de que no todos tienen esa fortuna y mientras que no se trata de sentirte mal por otros, sí es tener empatía y entendimiento de la realidad. Esa es la realidad. Pocos tenemos esa suerte y hay que aprovecharla sin perder los pies del piso.
Estoy cansada de fingir que todo está bien todo el tiempo, de sentir que no puedo llorar porque el resto lo considera como debilidad. Estoy cansada de no poder estar de mal humor porque entonces «estoy loca» o «exagero». Estoy cansada de los influencers que te invitan a meditar y sanar tu alma mientras presumen su casa de playa en plena pandemia.
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Las redes sociales han hecho que olvidemos lo importante que es abrazar el caos que nos rodea. Todo es tan perfecto todo el tiempo que por momentos nos sentimos culpables por pensar negativamente. Pero entre tanto caos, es difícil no preguntarse cómo le hacen todos para ver siempre la vida de colores.

La sociedad nos ha enseñado que debemos mantener la sonrisa y la buena energía 24/7 pero a veces, es necesario sentirte enojada, llorar, gritar y querer alejarte de todo.
Sí, un rayo de luz siempre es importante en medio de la tormenta pero lo cierto es que el exceso de positividad puede ser peligroso.
Los psicólogos clínicos describen esto como “la suposición, ya sea por uno mismo o por los demás, de que a pesar del dolor emocional o la situación difícil de una persona, solo debe tener una mentalidad positiva o, mi término favorito, ‘vibraciones positivas»»
Con la positividad tóxica, las emociones negativas se consideran inherentemente malas. En cambio, se empuja compulsivamente la positividad y la felicidad, de modo que las experiencias emocionales humanas auténticas se niegan, minimizan o invalidan
La realidad es ésta: Está bien no estar bien todo el tiempo.

Te entiendo si estás harta de las redes sociales, si las noticias te ponen de malas, si te has alejado de ciertas personas o si simplemente quieres estar sola sin que nadie te moleste. Todo el mundo se enfrenta a parches en el camino. No estás sola. Vivimos en una sociedad donde la respuesta automática al «¿cómo estás?» debe ser «estoy bien», porque de lo contrario, te consideran «loca».
Está bien sentirte impotente. Está bien tener miedo. Está bien sentirte enojada o triste cuando todos los demás parecen felices. Está bien ser quien eres. Está bien ser diferente. Está bien no tener todo resuelto. Así que respira y deja que las cosas se vayan acomodando. Todo eso malo en lo que estás pensando no durará para siempre. las cosas pasan y eventualmente te sentirás mejor. .
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