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Universitarias después de los 40: Chilenas nos cuentan sus testimonios

Las matriculadas en universidades ya sobrepasamos a los hombres, pero además hay un grupo de mujeres que saben que nunca es tarde. Por eso alrededor de los 40 deciden tomar los libros y estudiar la carrera de sus sueños, destacando por su madurez, responsabilidad y focalización en los logros. ¿Aún no te atreves?

Por: Rebeca Ubilla Madrid

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Termina el año y con ello los cierres de ramos, eventos y graduaciones… Y ya no sólo se ve a veinteañeros ansiosos de iniciarse en el ámbito laboral, sino también destacan mujeres que, a los 40, de toga y birrete, también terminan varios años de estudio para obtener su ansiado título profesional.

 

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Son aquellas que, por diversas circunstancias, no estudiaron o no terminaron una carrera luego de finalizar el colegio; ya con hijos adolescentes sienten que no es tarde para realizarse y deciden retomar los libros en universidades e institutos. Por ejemplo, en el Instituto Profesional AIEP, la carrera de Administración de Empresas con mención en Marketing cuenta con un 23% de estudiantes mujeres mayores de 45 años.

Cabe recordar que recién se nos permitió entrar a la educación superior a fines del siglo XVIII con el llamado «Decreto Amunátegui», que se fundamentó en la idea que las mujeres tenían naturalmente la habilidad para ejercer oficios de asistencia y educación, estrechamente vinculadas a su labor doméstica. A lo largo del tiempo esta situación se fue modificando: si durante el siglo XX éramos minoría en la educación superior, hoy la mayoría de los universitarios en Chile son mujeres. Según cifras del Consejo Nacional de Educación, representamos el 52% de las matrículas en universidades del país.

Pero hay más. También tenemos mayor número de títulos universitarios e inscripciones a programas de postgrado que los hombres, sobre todo porque la oferta de postítulos está orientada a áreas de la educación y la salud. Pero también porque esto permite a las mujeres optar por mejores puestos de trabajo y tener un mayor reconocimiento de su entorno.

Sí a la autorrealización
¿Por qué estudiar en la mitad de la vida? La socióloga de BAVLab Y&R, Consuelo Díaz, señala que el ingreso de mujeres adultas a las aulas «podría responder principalmente a una necesidad de autoestima y de realización personal. El título académico en Chile tiene un valor simbólico. El hecho de tenerlo representa uno de los hitos que marcan la identidad de los chilenos, como en su minuto lo fue el matrimonio o el primer hijo».

Añade que el contar con una carrera «es también una herramienta de reconocimiento frente a los demás; es la mayor demostración del capital cultural que tiene una persona, el que se traduce en capital económico (ingreso) y capital social (contactos). Pero el valor del título también depende de la institución y de la carrera elegida».

Más allá de los motivos personales, hoy existen otros factores que han ayudado a las mujeres en los 40 a decidirse a estudiar. Dentro de ellos se encuentra la amplia oferta educativa, que se ajusta a los intereses y realidades de cada una y que abrió las puertas a más presencia en la educación superior. «Hay una amplia variedad de carreras y se han diversificado las áreas de especialización; se puede optar por una carrera profesional o una técnica, aquellas más largas u otras que duran menos años, y para ingresar varios institutos profesionales sólo piden el certificado de Enseñanza Media y no la PSU», agrega la socióloga.
Otro aspecto se vincula con las variadas opciones y facilidades de pago (créditos, cuotas), pues muchas mujeres adultas que no tienen trabajo –o que se han dedicado al ámbito doméstico y no reciben ingresos– pueden optar a créditos de educación superior para financiar sus estudios a largo plazo.

Aún así, quienes se deciden a retomar los libros enfrentan también dificultades. Entre otras la mayor carga de trabajo, ya que el estudio se agrega a nuestros otros roles de madre, esposa, hija, etcétera, lo que si no es bien manejado puede aumentar los niveles de estrés; por ello es fundamental contar con redes de apoyo. También deben tener conocimiento y saber usar la tecnología requerida, porque para casi todas las carreras es necesario estar familiarizado con los software y equipos específicos de cada área, y por último –pero no menos importante– es la «falta de training» en lo que a hábitos de estudio se refiere.

Conscientes de estas «debilidades», los establecimientos de educación superior han implementado diversos sistemas de apoyo para quienes ingresan a estudiar de adultas. Tal es el caso del AIEP. Su directora nacional de escuelas, María Eliana Rojas, cuenta que realizan un diagnóstico de los estilos de aprendizaje, comprensión lectora, matemáticas y hábitos de estudios, para determinar el respaldo que necesitará la estudiante. Luego se le brindan los apoyos presenciales y online que se requieran. Además todo el proceso formativo cuenta con horas de adecuación para ramos, apoyos sicológicos, sicopedagógicos y de técnicas de estudio, a lo que se agregan horas de atención docente para dificultades puntuales.

Rojas destaca que las estudiantes de 40 cuentan con grandes fortalezas a la hora de ingresar a las aulas, como «una mayor motivación por los logros, y una madurez y experiencia de vida que la ayuda a tener un desempeño positivo en el estudio».

Una visión similar posee el vicerrector académico de la Universidad Gabriela Mistral, José Manuel Cerda, quien señala que «creemos que la educación superior debe estar igualmente abierta a todas las edades, más aún cuando los estudiantes adultos aportan a la vida universitaria su experiencia y madurez. Sus principales fortalezas radican en el sentido de responsabilidad y experiencia laboral o vital que han adquirido. No hay edad para educarse, y la experiencia de adultos en las universidades es muy positiva. Por eso animo a esas personas a plantearse ingresar a la educación superior o volver a ella, confiando en las habilidades y virtudes que han adquirido con la experiencia de vida o laboral, que serán suficientes para adquirir o recuperar los hábitos de estudio».

Del estudio al trabajo
Uno de los principales temores de quienes inician una carrera universitaria en los 40 tiene que ver con las ofertas laborales que tendrán una vez graduadas. Néstor Milano, director ejecutivo de Laborum para Chile, Panamá y Venezuela, indica que «si bien es cierto que el grueso de los postulantes corresponde a gente joven, muchas empresas buscan a personas adultas que puedan aportar desde la experiencia y la madurez, toda vez que se encuentren al día con las nuevas tecnologías».

Agrega que las principales fortalezas de una candidata en los 40 radica en la favorable mezcla que propone la experiencia y la madurez. «Una mujer que postula a un trabajo cerca de los 50 años ya tiene su vida resuelta, hijos grandes y la capacidad de dedicarse 100% a su profesión. Además tiene la madurez suficiente para dar soluciones ante situaciones de estrés, mantener la cabeza fría, aportar desde la experiencia para la resolución de problemas y el favorecimiento de un ambiente de trabajo óptimo».

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Loreto Cárdenas y su hija

¡Nunca es tarde!
Loreto Cárdenas tiene 45 años y está a punto de terminar el primer año de Nutrición y Dietética en Inacap. Se decidió a estudiar la carrera de sus sueños cuando dos de sus tres hijas ya estaban a la universidad, y luego de haber dirigido por 20 años una academia de baile flamenco. De hecho entró el mismo año en que su segunda hija ingresaba a Derecho en la Universidad del Desarrollo. Se decidió a dar el paso «porque estoy en otra etapa de la vida, y mis hijas están grandes. La gran duda es si se podrá o no seguir el ritmo agotador de la universidad». Por eso agradece el apoyo de su familia. «Después de un año me he dado cuenta que uno se adapta a todo»

Otro caso es el de María de la Luz Torres; cuando tenía 34 años ingresó a estudiar Derecho en la Universidad Gabriela Mistral. «Me casé joven y adquirí el compromiso con mi marido de seguir estudiando». Por esto al establecerse en Santiago –y con sus dos hijos ya adolescentes– decidió seguir la huella de sus padres y convertirse en abogada. Lo más difícil fue retomar los hábitos de estudios, pero nunca tuvo problemas para insertarse en su curso. Hoy, con 67 años, es defensor público de la Provincia de San Antonio. «Nunca es tarde. Es muy bueno para la mujer estudiar algo que la haga independiente y saber que es capaz».

 

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