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Las heridas de la infancia pueden afectar a tu hijo más de lo que crees: tips para sanar

La psicóloga y escritora Martha Alicia Chávez deja al descubierto las heridas de los padres, que luego reflejan en sus hijos a través del odio o la envidia

Erin Brockovich (2000)
Erin Brockovich (2000) Erin Brockovich (2000) (© 2000 - Universal Pictures, Inc.)

Madre o padre es sinónimo de amor, entrega, sacrificio, pero por la mente no pasa la idea de que se tengan sentimientos negativos hacia los hijos, ya sea de forma consciente o inconsciente.

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La psicóloga y escritora Martha Alicia Chávez, deja ver esto a través de su libro best seller “Tu hijo, tu espejo”, en el que habla sobre la envidia y el odio hacia los pequeños.

La especialista señala que todos los padres son imperfectos y que se cría desde las heridas del pasado, así como con un amor condicionado porque desde niños no se enseña a amar incondicionalmente.

“(Amar incondicionalmente) No necesariamente es que todo nos guste (de los hijos), que nunca nos desesperen o nos caigan mal, porque es que a veces nos caen mal los hijos, no significa que estemos de acuerdo con todo; significa que a pesar de todo eso decido amarlo, amo lo que desprecio, rechazo. Es: ‘No soporto es ese rasgo de tu personalidad, esa conducta, pero no a ti. Te amo y elijo amarte así'”, detalla Chávez.

Ella manifiesta que hay padres que pueden llegar a odiar o enviar a sus hijos, pero estos sentimientos radican en la niñez del adulto, que proyecta en su descendencia.

Causas del odio o envidia hacia los hijos

Chávez señala: “Si te cuesta trabajo amarlo, pues allí hay un tesoro de información sobre ti mismo, porque tiene que ver con tu historia. (...) Todo lo que pasa con ellos hay que voltear a vernos a nosotros mismo. Quizá yo sea igual, ese defecto que no he reconocido como mío, y al verlo en mi hijo lo rechazo porque ve meo en cuerpo entero. (...) Cuando quiero cambiar algo en él, es porque quiero cambiarlo en mí”.

Explica que muchas veces ese odio viene porque desde niños el mensaje que se recibió en casa es que no se era indigno de amor, se era despreciable porque hacia travesuras, no sacaba buenas calificaciones o no obedecía a sus padres.

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La envidia llega porque ese hijo tiene las facilidades que el padre no tuvo en su infancia: “Usan frases como: ‘A tu edad yo trabajaba, ayudaba a mi mamá, no tenía todo lo que tú tienes’. Ahí atrás hay envidia y se muestra el resentimiento de la niñez”.

Todo lo que choca de los hijos, hay que analizarlo en los propios padres, porque ellos son el reflejo de ese espejo, o simplemente la sombra, pues hay madres que no reconocen sus defectos y les resulta más fácil condenarlos en su descendencia.

Cómo sanar esas heridas

La psicólogo y psicoterapeuta señala en su libro que para esto, lo principal es dar amor porque “es el colchón que va a soportar y suavizar todos los errores que hemos cometido. Nos podemos sobreponer a todo. Lo único que afecta arruina y lastima a un ser es la falta de amor. Todo lo demás se resuelve a lo largo de la vida”.

También detalla que se debe aprender a tener la capacidad para amar incondicionalmente: “Es una elección cotidiana en la que elijo conectar con la ira, con el resentimiento; o con que sí tengo estos sentimientos, pero de todas maneras elijo amarte”.

Afirma que cuando se detecta que algo de los hijos molesta o incomoda en exceso, resulta vital preguntarse ¿por qué razón lo quiero cambiar?, ¿por qué me da vergüenza? ¿me recuerda a mí a esa edad porque me regañaban todo el tiempo? Con estas incógnitas es muy probable que los padres se hagan conscientes de que aprendió a despreciarse a si mismo, y lo que desprecia en el hijo es a ese niño suyo.

Hay que expresar el amor con actos, con la palabra y con el contacto físico. “Nunca des por hecho que tu sabe que lo amas. Él necesita oírlo y sentirlo para poder internalizarlo”, acota Martha.

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