Cada acción de Meghan Markle empeora su relación con la monarquía del Reino Unido. Y es que, parece que el odio o resentimiento de la duquesa de Sussex es tan grande, que ni siquiera fue a despedirse de la reina Isabel II en el castillo de Balmoral, en Escocia. Se especuló que no asistió, pues temía ser rechazada por el resto de la familia real. Su ausencia en vez de aclarar, oscureció el panorama.
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Sin embargo, su suegro y ahora rey Carlos III emitió un conmovedor mensaje en el que manifestó sus sentimientos hacia su hijo menor, el príncipe Harry, y hacia ella. Dejó de lado los momentos controversiales que rodean a la pareja y apostó por la unión entre ellos, para que se mantengan pese a lo alejado que la permanecido la pareja del Palacio de Buckingham.
“Quiero expresar mi amor por Harry y Meghan mientras continúan construyendo sus vidas en el extranjero”, fueron las palabras del monarca. ¿Será que con el nuevo reinado las reglas de juego cambiarán y los Sussex tendrán mayor presencia en el Reino Unido? El tiempo será el que dé la última palabra, aunque conociendo a Meghan, lo más seguro es que el acercamiento no sea tan real como muchos desearían.
Una duquesa rebelde
Y es que la exactriz se ha negado a ser una princesa más, que no tiene ni voz ni voto en su propia vida, lo que ha terminado en una un desaire tras otro con la realeza, al punto que hoy la pareja está alejada de la corona británica y vive en California, Estados Unidos.
Desde el mismo día de la boda, Markle marcó la diferencia: caminó sola un tramo hacia el altar, ante la mala relación que mantiene con su padre. Fue el rey Carlos III quien terminó de llevarla hasta las manos de su hijo. También cambió la palabra “obedeceré” y a la hora de pronunciar sus votos matrimoniales dijo: “Prometo amarte, apreciarte y obedecerte”.
Además, pidió que su madre Doria fuera su acompañante en el carro que la trasladó desde el hotel, en el que pasó la noche, hasta Windsor.
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Llegó Archie y con él los cambios drásticos
Las diferencias se vieron más marcadas cuando nació su primogénito Archie Harrison, en 2019. Harry y Meghan decidieron que lo mejor para la nueva familia era estar alejado de la realeza para tener mayor libertad. Presentaron al niño ante el mundo en un lugar del castillo de Windsor, y no en la puerta del hospital como lo hizo su suegra Diana de Gales o su concuñada Kate Middleton.
Emancipación de la corona
Los duques no pasaron la Navidad del 2019 en Sandringham, con la reina Isabel II, sino en California, con a la madre de Meghan. Para luego anunciar en enero del 2020, que renunciaban a sus títulos reales en un viaje que realizaron a Londres sin el pequeño Archie, por lo que ahora tendría la independencia que tanto anhelaban, sobre todo la exactriz. Esta decisión puso fúricos a todos en el Palacio, en especial a su majestad y con el ahora rey Carlos, pues las relaciones con su hijos se enfriaron de forma descomunal.
La entrevista de la discordia
La gota que derramó el vaso entre los duques de Sussex y a la realeza fue la entrevista que ofrecieron a la reconocida Oprah Winfrey, que resultó ser como una bomba que estalló. Tanto ella como Harry revelaron que Meghan sufrió de racismo, que nadie la apoyó cuando tuvo problemas de salud mental, la mala relación que tenía con Middleton.
Ahora con esta nueva realidad que deben enfrentar el rey Carlos III, él y su hijo Harry estrecharon lazos para afrontar los retos venideros.