Colombia

País inviable: colombianos señalan en redes a fiscal paraguayo y su esposa como causantes de su tragedia

Hubo personas que grabaron a Claudia Aguilera al lado de su esposo recién asesinado, para comenzar.

En Colombia aún falta mucho para tener mínimos de respeto, decencia y empatía por el otro. Esto se ve en lo que ha pasado con el asesinato del fiscal paraguayo Marcelo Pecci en Cartagena frente a su esposa, Claudia Aguilera: en redes los han revictimizado y hasta culpado por su tragedia.

De hecho, hubo gente que grabó a la periodista al lado de su esposo ya asesinado y el video circula en redes sociales. Incluso medios lo han tomado para publicarlo. Esto es revictimizar e irrespetar a la periodista, que aparte del trauma que está sufriendo en estos momentos, tendrá que verse en medios y en redes sociales en aquel momento y para siempre. Y también revictimizar al funcionario paraguayo.

¿Cuál es la necesidad de seguir replicando un video así, con qué propósito, sino alimentar el morbo? Si bien el video es material para investigación, es cruel seguir replicándolo por mera curiosidad ajena.

Los culpan a ellos de su tragedia

Pero eso no es todo: la empatía es una palabra en chino para algunos internautas colombianos. Esos que dicen que “para que se pusieron a mostrar su felicidad en redes sociales” o que “dieron la ubicación facilito a los delincuentes”. Esos que también culpan claro, a las mujeres por salir en minifalda, por salir, sencillamente, o a la gente en su propio país que es asaltada: “es su culpa si se dejan robar”.

Y por supuesto, no faltan los comentarios crueles. De esos que dicen que por la posición de Pecci, “para qué se iba a pasar vacaciones en Colombia”. Sí, el país es un lugar violento e inseguro incluso para los mismos compatriotas. Que lo digan en primera medida los ciudadanos de los municipios bajo el Paro Armado del Clan del Golfo.

También, los ciudadanos en departamentos con absoluta ausencia del Estado. Quienes son víctimas de la inseguridad, delincuencia y desigualdad.

Pero tanto aquí, como en otro país -y eso ya se había establecido según informes de las autoridades- ya se había seguido la ruta del funcionario, que no quiso escoltas por proteger su privacidad. Y este era su derecho. Pero lo mínimo, con esta historia tan triste y desesperanzadora, es callar.

Lo mínimo, es entender el dolor de una mujer que acaba de perder al amor de su vida y al padre de su hijo. Esos comentarios sobran y dicen mucho del país en la forma en cómo trata el otro y en cómo lo entiende.

Con razón somos un eterno desbarrancadero.

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