Sí, es reconocido en Chile, pero en España es uno de los cocineros más famosos y mediáticos del país. Participó en programas de televisión y además mantiene, como él mismo confirma en esta entrevista, una relación con la presentadora española Silvia Fominaya.
Sergi Arola, el chef español de “MasterChef Chile” (Canal 13), quiere volver a la pantalla, pero sólo de la mano del director Sergio Nakasone. “Hacer televisión para mí pasa por trabajar con ‘Naka’. Si me dice que haga un programa de criar ranas, lo haría”. Mientras, viaja todas las semanas entre Barcelona, Ibiza, Suiza y Lisboa, las ciudades donde tiene sus famosos restaurantes donde hay que reservar con meses de antelación. Por eso no sabe muy bien dónde vive…
Cuenta diecisiete tatuajes en el cuerpo. El primero se lo hizo cuando se separó por primera vez, para no olvidar. “Tenía veinte y pocos años, y me tatué una rosa con espinas, una alegoría de lo que pasa en las parejas. La sensibilidad de la rosa, pero la espina de los malos tragos, de las traiciones”. Pronto espera tatuarse tres más, porque hace dos años que no marca nada en su cuerpo.
Los tatuajes vienen a sellar una imagen atrevida que no deja nada al azar. Quizás por esa razón La Polar decidió convertirlo en rostro de la campaña masculina de su marca exclusiva Zibel, para esta temporada. Siempre le gustó la moda, y cuenta que deja la ropa lista la noche anterior para no atrasarse en las mañanas. ¿Pretencioso? ¡Sí!, aunque no lo reconozca directamente. Mientras realiza las pruebas de vestuario para la marca y se planta frente a las cámaras, conversamos con Sergi Arola. Habla rápido, la ironía le sale por los poros y dice lo que piensa sin adornos. Una personalidad bastante atractiva.
¿Siempre quisiste vivir viajando de un lado para otro?
No, nunca quise tener una vida así, pero la vida te viene impuesta a veces.
Es envidiable…
Pero no viajo relajado… Hoy llegué a Chile a las siete de la mañana, me pegué una ducha, envié emails, ahora estoy aquí, luego tengo una reunión. Bien cansado. No creas que es tan envidiable…
¿Pero es cierto que tú sí envidias la vida de los rockeros?
Sí, totalmente. Si no hubiese sido cocinero, me habría encantado ser Joe Perry, el guitarrista de los Aerosmith. Me hubiese encantado. Si me haces elegir entre ser un rockero y un cocinero mundialmente conocido, preferiría ser Joe Perry. Envidio su vida, su actitud.
¿Y sus excesos?
He conocido tantas realidades…, te aseguro que un banquero puede ser igual o peor que un rockero. Hay un dicho español que dice “unos cardan la lana y otros llevan la fama”. No necesariamente la vida de un rockero es distinta a la de los corredores de bolsa. Existe un estereotipo. Como me decía un amigo, para ser baterista de un grupo como Metallica, por ejemplo, no puedes ser drogadicto, porque no tienes forma de llegar al final.
Llevas una vida bastante expuesta en España, y ahora también en Chile. ¿Cómo te llevas con esta exposición?
Si no hubiese querido exponerme, no lo hacía desde el principio. Lo que no entiendo es la gente que se expone y después no quiere nada. Me parece ridículo. ¿En qué quedamos? Se ve en varias celebrities. Se ganan la vida muy bien siendo una celebritie, pero después, cuando la gente las reconoce por la calle, ¡son un borde! (término que en España se da a la gente desagradable). Es un contrasentido, porque te debes a tu público.
Los comentarios de la prensa, ¿te afectan?
Como nunca hablo de mi vida privada, y no voy hacer una excepción, lo que digan de mi vida privada me da lo mismo, que digan lo que les dé la gana. Si dicen que me follé una serpiente pitón es lo mismo que digan que estoy saliendo con Claudia Schiffer. Es lo mismo.
En tu vida personal, ¿en qué no transas?
La deslealtad. No es un tema de fidelidad, sino de ser leal, que no es lo mismo. La gente piensa que ser fiel y leal es lo mismo, pero no lo es. Tú puedes ser fiel, y no ser leal; o ser infiel, pero ser leal.
¿Cuál es la diferencia?
Si te enrollas conmigo, tienes una aventura, y luego con otro, con otro y con otro, no me eres fiel, pero si no me traicionas, eres leal. Si tienes una aventura conmigo, y después se lo cuentas a medio mundo, significa que no eres leal. Odio a la gente que no es leal.
¿Tus parejas te han entendido o compartido estos conceptos?
He llegado a estar 17 años casado, así que bueno…
Ahora estás en pareja, ¿no?
Tengo una relación compleja, por no llamarla tóxica directamente.
Es una animadora española…
Es una relación peculiar, no compensada. Digamos que lo que doy y lo que recibo no se complementan.
¿Quizás tus viajes causan problemas?
No, los viajes no son el problema, son otros los problemas. Pero como soy leal, no te los voy a decir.
Tienes dos hijas. ¿Cómo manejas la relación con ellas?
La mayor tiene 18 años, estudia Criminología, y la pequeña, de 14, está en bachillerato. Cuando estoy en España intento verlas cada semana. Cuando estoy de viaje, hago FaceTime. En España intento coordinar para volver a Madrid y verlas siempre.
¿Eres amigo de ellas?
Genial. Mis hijas son lo más grande del mundo. No viajo tanto con ellas como me gustaría, pero no pierdo las esperanzas. Si hay otra temporada de “MasterChef”, será la oportunidad perfecta para traerlas a Chile.
¿Cómo describes tu experiencia en la televisión chilena?
Uff, maravillosa. Es una de las experiencias personales y profesionales más enriquecedoras de mi vida. Humana por la gente que conocí, toda la gente de Canal 13, de los concursantes. Aprendí mucho de ellos.
Entonces, estarías feliz con otra temporada.
Vaya, ¡de cabeza! Para mí trabajar con Sergio Nakasone me ha dado otra visión de la televisión. No he conocido a nadie así. A Nakasone lo comparo con Guardiola o con Ferrian Adriá, gente que ha nacido con un don especial para lo que hace. Un don que les permite ver no lo particular, sino lo general. Y de lo general van extrayendo lo particular.
“LA COMIDA CHILENA TIENE BUENA BASE”
Tantas concepciones filosóficas sobre la comida, ¿es sólo moda?
Te haré una alegoría gráfica: en la película de “Los Simpson”, cuando Homero se pone a pensar y sale una imagen en la cabeza con un “ding, dong, ding, dong”, esa es la sensación que me produce. Tengo un oficio maravilloso que la gente agradece. En mi restaurante pasan innumerables circunstancias: felices, dramáticas, alegres, desmadradas, más gourmet, menos gourmet. Para mí eso es maravilloso y todo está compensado.
No eres de escribir un poema sobre el plato, entonces…
No, me gusta cocinarlo.
¿Qué opinas de la comida chilena?
En líneas generales está bien, tiene una buena base. Se encuentra en una progresión que vamos a ver dónde la lleva. Evidentemente tienen uno de los combustibles mejores para que la gastronomía chilena explote y se transforme en algo importante. Y que así surja un turismo de gran nivel que cada vez va a demandar un producto mejor, mejor servicio, mejores restaurantes. Al coger un avión desde Londres hacia Chile se paga mucho dinero y, si voy a gastar mucho, quiero que toda la experiencia sea maravillosa.
Algunos extranjeros consideran nuestra cocina un poco desabrida. ¿Te parece?
Es que cuando tienes un vecino como Perú, donde usan mucho ají, la comida parece desabrida. Contra ese concepto de la falta de sabor, buscaría el concepto de la sensibilidad. La sensibilidad está reñida con el exceso de sabor. Si todo me sabe a ají, a marinado, a macerado, a especias, no me sabe a la materia prima maravillosa que tengo. Chile tiene una materia prima y productos maravillosos. ¡Me gustan los porotos granados!
¿Qué te ha parecido el servicio al cliente en los restaurantes?
Tienen un buen servicio. Viniendo de Europa, donde el tema del servicio parece casi un tema vejatorio, se agradece el cariño con que te tratan aquí en los restaurantes.
Que el servicio sea lento, ¿es malo?
Ser lento no es necesariamente malo. Puede ser lento, pero seguro. Para mí es más una cuestión de cadencia que de velocidad. Todo el comer es una experiencia lenta, pausada, simplemente no quieres aplicarle un estrés innecesario al cliente.
¿En qué no transas en la comida?
Que me den gato por liebre. Que me digan que me darán un producto y me sirvan otro. Eso me sienta fatal.
¿Cómo sería un día gastronómico ideal?
Llegar a una ciudad, ir al mercado, desayunar lo que desayune la gente de ese lugar. Luego me iría a comer algo ligerito y en la noche una cena más gastronómica.
TAN BIEN A LOS 50…
Eres rostro de Zibel, la marca exclusiva de La Polar. ¿De qué se trata tu participación?
Dije que sí de inmediato. Es lindo pensar que los próximos meses voy a estar en contacto con Chile. Me gusta, porque me parece una marca que es para todo el público. Si tienes tu propio estilo, puedes escoger una marca popular y darle tu toque. Es un poco lo que hago con la gastronomía. Puedo coger unos porotos como lo hace cualquier mamá y los convierto en mis propios porotos. Con esta ropa, que es asequible a la gente, estamos mostrando que dándole un toque se convierte en una prenda personal. No hay límites.
Te ves contento.
Estoy muy contento, porque nunca hice nada parecido. Me gusta mucho la moda, y pienso que visto de una forma particular y tengo un estilo bastante personal. Para un tío de 49 años es bastante bien…
¿Se te da bien posar?
¿Me ves estresado? (ríe). Qué va, estoy acostumbrado. Es divertido. Como no me gano la vida como modelo, no me estreso.
¿Desde cuándo te importa la moda?
Desde siempre. Cuando niño me cosía los pantalones para estrecharlos, porque mi madre no quería hacerlo. La moda es como la cocina. ¿Qué es la cocina? Coges algo que es necesario, alimentarse, le das un valor añadido y lo conviertes en una industria cultural, social y representativa. Por el otro lado es lo mismo. ¿Qué es la moda? Para protegernos del frío, nos abrigamos. A esa necesidad de abrigarte le das valor añadido, le das un toque Valentino, Guess o el que quieras. Me parece excitante la moda.
¿Alguna marca en particular?
Me gustan los japoneses. En calzado acostumbro a llevar siempre Red Wing. Compro mucha ropa vintage también, que me encanta. Hay determinados estilos que me gustan mucho.
¿Eres pretencioso?
No, aunque no salgo con lo primero que veo en el armario. Dejo la ropa escogida el día antes, para no estresarme si voy con prisa.
Cumplirás 50. ¿El número te atormenta?
No, nada. Jamás imaginé llegar tan bien a los 50 años. Mientras aguante la carrocería, el motor y los frenos, está todo bien. Bueno, los frenos da igual que no funcionen…
Te gustan las motos. ¿Cuál tienes?
Una Harley y ahora me hicieron rostro Triumph y me han dejado la Bobber, una monoplaza que es una auténtica maravilla.
Rockero total…
Sí, pero no hago daño a nadie. Es más, ¡me hacen daño casi siempre a mí!