Las imágenes de las manifestaciones del 8M en México dieron la vuelta al mundo a través de redes sociales. Entre cantos, bailes y pintas, las mujeres mostraron su descontento ante la situación de violencia que se vive en México.
Una carta dirigida al presidente Andrés Manuel López Obrador se convirtió en la muestra más clara de hartazgo tras lo sucedido con la candidatura de Salgado Macedonio para la gobernatura de Guerrero, pese a tener denuncias de acoso sexual así como por las vallas colocadas en la casa del escritor Andrés Roemer (también acusado de violación) y las desatinadas declaraciones en las mañaneras en torno al feminismo.
Julieta Venegas, Regina Blandón, Yalitza Aparicio, Natasha Dupeyrón, la directora de orquesta Alondra de la Parra, la periodista Lydia Cacho, fueron algunas de las famosas que difundieron la carta.
«Vivimos en un país en el que todos los días 11 mujeres y menores de edad son asesinadas. El 97% de los feminicidios queda impune. Cada 4 minutos una mujer es violada. La mayoría de las mujeres privadas de su libertad están allí por un crimen cometido por un hombre, en defensa a una agresión en su contra o en contra de sus seres queridos».
También se menciona el odio que reciben las mujeres trans, las mujeres con capacidades diferentes y las mujeres de los pueblos originarios, así como la brecha y la falta de oportunidades que existen en el ámbito laboral y la educación.
Romper el pacto
De acuerdo con el Instituto DMHA, el pacto patriarcal “implica una aceptación de los estereotipos machistas que va más allá de su simple normalización. Esto ocurre cuando sabemos o intuimos que nuestras acciones y las de otros perpetúan estereotipos y desigualdades y aún así, decidimos ignorarlo por nuestra propia comodidad y tranquilidad”.
El “pacto patriarcal” hace que entre hombres se unan para encubrir y solapar las malas acciones de amigos o familiares, lo que provoca que la víctima se sienta culpable o exagerada.
En México se protege el Palacio Nacional antes que a las mujeres de los feminicidas y los violadores.
Desde el fin de semana previo al 8M el Palacio Nacional, sede principal de la presidencia, fue blindado con vallas metálicas con el fin de retener a las manifestantes. Este fue nombrado por el propio gobierno como «Muro de paz», luego de que mujeres se acercaran a escribir consignas y los nombres de aquellas cuyas voces fueron apagadas por la violencia machista. Es así como dejaron ver que no se trata de «un muro de paz» sino uno «de indiferencia, impunidad y dolor».
En México los movimientos que abogan por nuestros derechos terminan por causar mayor indiferencia. Lejos de indignar, bromean sobre las desaparecidas y se ríen de las muertas.
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