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Lo que no hice y me dio gusto

Bendito el momento en el que no hice todo lo que dije que haría, porque fui feliz. Decidí, mejor, empezar a disfrutar.

Empecemos hablando del final, y de la forma tan extraña en la que el tiempo se instala en nuestras cabezas para que antes de que la Tierra termine de dar la vuelta al Sol, pueda tomarle prestado unos cuantos minutos dentro de mi atareada vida y callar todo lo que ha estado distrayéndome desde la última vez que prometí poner más atención. Desde la última vez que prometí disfrutar más y quejarme menos, ser una persona más saludable y paciente, menos necia y más humana.

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Y aprovechando el cliché, sirve que uso estos minutos para observar mi casa. Verla bien. ¿Cuántas cosas dije que iba a hacer y no hice? La pared sigue teniendo esos hoyos enormes que no he resanado, y sin embargo no me siento mal por ello. De hecho, es bueno que sigan ahí, me recuerdan por qué he estado tan ocupada.

Estos muros de yeso que me observan desde hace un año, han sido los testigos más fieles y crueles; me escucharon también aquí, sentada en el sillón más grande de mi sala, con todas las velas de mi casa encendidas, con una luz bajita pero llena de intensidad.

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Me escucharon hablar de felicidad y de tristezas, de catarsis y experiencias; repetir una y otra y otra vez las justificaciones por todo lo que no hice, y las disculpas anticipadas por lo que no haría después.

Fui de las personas que prometían cosas para sentirse parte de la tradición. Y como siempre, me comí las uvas sin pensar, las mías y las de otros, con una tenacidad única y la intención agotada. Porque en realidad no es que yo quisiera robarme los deseos de los demás, simplemente 12 uvas no son suficientes. Nunca lo han sido.

Hace mucho dejé de hacer el ritual de los propósitos sólo para intentar ser buena persona en el último momento. Porque lo he sido muchas veces.

Tengo más felicidad que ansiedad por bajar a ver los regalitos del árbol. Ahora me lo tomo todo con más seriedad, de la buena.  No de esa que te hace seguir protocolos raros y del año de mi abuela. Es más bien una seriedad del tipo “veo los hoyos en la pared que no resané y me da gusto”.

Sí, esto es serio, es para reírse…en serio. Me da gusto porque todo lo que ha sucedido siempre fue más importante que resanar los 10 hoyos, que además nadie me reclamó. Jamás tuve un invitado en casa que reprobara esa trivialidad.

Al contrario, me siento bien de poder ver las paredes y reír. Les agradezco haber encontrado siempre algo mejor que hacer que sentarme a reclamarme con pereza que no tenía ganas de hacer nada, porque invertí el tiempo resanándome a mí.

Al final, más que detalles inconclusos, parecen recordatorios pequeños y estratégicamente ubicados para que de vez en cuando uno los vea y piense en lo bien que la pasó la noche anterior, o para caminar de un lado al otro con el teléfono en la mano esperando “la llamada” de “alguien”, o llorar si jamás llamó. O para preferir mil veces encerrarse en el cuarto y hacer el amor toda la mañana, o quedarse en pijama y ver películas con una pizza familiar.

Bendito el momento en el que no hice todo lo que dije que haría, porque fui feliz. Decidí, mejor, empezar a disfrutar. Dejar de pensar tanto en lo que la vida me regalaría mañana para tener ganas, para querer, para darle sentido a las cosas. Bendito el momento en el que resané antes mi espíritu, mi pasado y mi corazón, que el yeso.

Ahora que estoy en el silencio, cuando faltan unas cuantas horas para volver a ver a mi familia, no puedo evitar la emoción de haber sido lo que fui, todo lo que caminé y tropecé, construí y destruí.

Ya tengo la maleta lista con todo lo que quiero llevar conmigo a este nuevo ciclo. Hoy puedo despedirme de todo sin dolor ni remordimientos, y yo siempre he dicho que no hay felicidad mayor en la vida que poder sentir paz y firmeza en cada paso y decisión. Hoy la siento.

No esperaré mucho de lo que venga después. Sólo quiero seguir teniendo la misma fuerza en el corazón y claridad en la mente para reír cada vez que volteé a la pared y ver que no he resanado ningún hoyo, porque quizá nunca lo haga.

Gracias por ser, estar y compartir…gracias 2014.

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