A la mayoría les ha pasado que conocen a alguien, sienten mariposas, explosión de emociones, y luego sorpresa. Esa persona tan divertida, excitante o “única” desaparece justo cuando buscas algo más profundo y estable.
¿Por qué pasa? La psicología moderna tiene respuestas y todas giran en torno a cómo nos conectamos con nuestras emociones, nuestro pasado y el cerebro que busca sensaciones fuertes.

El choque entre emoción y estabilidad
Según el psiquiatra José Carbonell, lo que a muchos nos pasa es que solemos sentirnos atraídos por relaciones intensas y excitantes, aunque a menudo estas no tengan lo necesario para durar.
En un video subido a sus redes sociales, Carbonell explicó con humor que quien elige mal “es como un daltónico que ve las banderas rojas como verdes”, es decir que sabe que hay señales de alerta, pero igual decide avanzar.
El cerebro adora lo emocionante, lo impredecible, lo que nos hace sentir vivos, señala el experto, “pero esas mismas personas muchas veces no tienen la capacidad de construir una relación estable y de compromiso”.

Como resultado las personas viven momentos espectaculares juntos, muchas risas y chispa, pero cuando la relación entra al terreno de la complicidad, el apoyo diario y los sueños compartidos, la chispa se queda corta. Con expectativas altas, la desilusión llega rápido.
¿Y por qué nos atrae lo “incorrecto”?
Los expertos en psicología coinciden en que nuestros patrones de elección amorosa suelen estar influenciados por experiencias pasadas, incluso sin que lo notemos conscientemente.
El psicólogo Jeffrey Bernstein, sugiere que no es casualidad repetir relaciones poco saludables porque nuestra historia emocional deja huellas profundas que moldean cómo amamos.
Estas experiencias, a veces dolorosas o difíciles, se convierten en lo que Bernstein llama “fantasmas de relación”, creencias y emociones que nos empujan a recrear patrones antiguos, incluso cuando son dañinos.

Por ejemplo, si creciste en un entorno donde el amor era inconsistente o lleno de conflictos, podrías sentirte extrañamente atraído por personas que replican ese mismo patrón. Es como buscar en lo conocido, aunque sepas que no te hace bien.
Es como si el corazón dijera: “Esto ya lo conozco, puedo manejarlo”, aunque el resultado sea dolor, frustración o repetición de ciclos dañinos. Nuestro cerebro a veces prefiere la emoción intensa del caos conocido que la calma de lo sano pero desconocido.
¿Podemos cambiar ese patrón?
La buena noticia es que sí. Tanto Carbonell como otros expertos señalan que aprender de nuestras experiencias, prestar atención a nuestros propios patrones y entender nuestros deseos y necesidades reales son pasos clave para romper este ciclo.
Es difícil modificar nuestros gustos y preferencias, pero no imposible. La experiencia emocional, los momentos felices y los que duelen, nos enseña a reconocer lo que realmente nos conviene.
Además, trabajar en autoconocimiento, autoestima y estar atentos a señales de alerta reales, más que a ilusiones románticas, puede ayudarnos a elegir relaciones más saludables y satisfactorias a largo plazo.

Las experiencias enseñan
Elegir mal no es un error de carácter, ni algo que solo te pase a ti. Es un fenómeno común, humano, alimentado por emociones intensas, recuerdos profundos y aprendizajes que todavía se están formando. Lo importante es que cada relación, cada desilusión y cada momento feliz te acercan más a entender qué quieres realmente en una pareja.
Cada experiencia te prepara para algo mejor, más auténtico y más alineado con tu bienestar. Porque el amor no solo tiene que doler para sentirse real, también puede ser sano, estable y profundamente satisfactorio.

