El neurocirujano José Joaquín Puello afirmó en una entrevista reciente que una persona nace homosexual y se encuentra en el cerebro, provocando preguntas y curiosidad pública sobre el origen de la orientación sexual.
Puello señaló zonas cerebrales específicas —como la circunvolución cingulada— como claves para entender por qué una persona se siente atraída por hombres, mujeres, ambos u otros géneros.

Más investigación que certezas
La idea de una base cerebral no es nueva en la investigación científica. Desde la década de 1990, estudios han buscado señales biológicas.
Por ejemplo, el neurocientífico Simon LeVay reportó diferencias en una región del hipotálamo entre hombres heterosexuales y homosexuales, lo que sugirió una posible “sustrato biológico” de la orientación.
La genética y el cerebro
Los hallazgos modernos muestran una imagen más compleja. Grandes estudios de asociaciones genómicas (GWAS) con cientos de miles de personas encontraron que no existe un “gen gay” único, sino muchos factores genéticos que, junto a influencias prenatales y ambientales, contribuyen parcialmente a la variación en la conducta sexual.

Voces expertas: consenso y matices
Expertos en genética, neurociencia y psicología coinciden en que la orientación sexual tiene componentes biológicos —genéticos, hormonales y cerebrales— pero advierten sobre interpretaciones simplistas.
Revisiones científicas recientes subrayan la poligenicidad (muchos genes con efectos pequeños), la influencia de factores prenatales (por ejemplo, hormonas durante el desarrollo fetal) y la necesidad de considerar factores sociales y ambientales en la vida de cada persona.
También se recalca la importancia ética de usar esta información para comprender, no para estigmatizar o intentar “corregir” la orientación.
¿Qué nos deja esta conversación?
La afirmación de Puello coincide en términos generales con la evidencia científica que señala una base biológica parcial en la orientación sexual, pero la ciencia moderna enfatiza en la complejidad del tema, ya que existen múltiples causas e interacciones, no una sola “causa cerebral”.
Estudios históricos aportaron pistas valiosas; estudios recientes de mayor escala aportan matices y precisión. Para el público, el mensaje más útil es claro, la orientación sexual forma parte de la diversidad humana y la ciencia la estudia con métodos que buscan entender, no juzgar.

Mirada esperanzadora
Saber que la orientación tiene raíces biológicas puede ayudar a reducir mitos y culpabilizaciones, ya que no se trataría de una elección consciente ni un “aprendizaje” voluntario.
La mejor lección es social y ética, porque cualquiera que sea su origen, la orientación merece respeto y empatía. Conocer más sobre el cerebro y los genes no cambia la dignidad de las personas; solo enriquece la comprensión científica y humana.

