Hablar con Samantha Báez es adentrarse en un universo de fortaleza, empatía y esperanza.
Doctora H.C. por el Claustro Doctoral Iberoamericano y la Comisión Internacional de los Derechos Humanos, especialista en igualdad de género y educación para la paz, y directora de Casa Gaviota A.C., ha dedicado su vida a acompañar a mujeres en situación de violencia para que recuerden su poder interior.
“Casa Gaviota nace porque mi mamá, Lolita, y yo vivimos violencia. Nos costó mucho trabajo salir, no fue nada fácil”, confiesa.
De esa historia de dolor nació hace más de 12 años una organización que hoy es referente en México y América Latina: Casa Gaviota, que trabaja integralmente en la erradicación de las violencias hacia mujeres y niñas, creando entornos de aprendizaje de gran poder que brindan herramientas a hombres y mujeres de todas las edades para construir relaciones de respeto, justicia y equidad.
De esa experiencia dolorosa, madre e hija transformaron el sufrimiento en acción.
“Cuando por fin pudimos ver el otro lado, dijimos que queríamos ayudar a que ninguna otra mujer viviera lo que nosotras habíamos vivido”.
Una red que salva vidas: “Acompañarlas a recordar su fuerza”
A lo largo de más de una década, Casa Gaviota ha impactado a más de 80 mil personas cada año a través de sus distintos programas de atención, capacitación y prevención.
Entre sus proyectos más destacados se encuentran ‘Bambi’, programa que ofrece terapia psicológica, asesoría legal y acompañamiento emocional a mujeres en situación de violencia; ‘Copas’, centrado en la prevención y sensibilización en empresas, escuelas y organizaciones; y Contra el acoso, en alianza con L’Oréal Paris, que capacita a personas para intervenir y prevenir casos de acoso callejero.

“Ahí se les da terapia, asesoría legal y grupos de reflexión”, explica Samantha Báez, quien también resalta que en algunos casos “debemos canalizarlas a refugios o centros de atención porque su vida está en riesgo”.
Pero el trabajo no se queda ahí. La asociación impulsa proyectos de prevención, capacitación laboral y formación emocional, generando autonomía económica y personal.
“Buscamos que las mujeres tengan herramientas laborales y también emocionales. Que sean autónomas económicamente, pero también estén empoderadas”, asegura.
Samantha Báez tiene una visión profunda del empoderamiento femenino:
“No se trata de dar poder, sino de acompañarlas a recordar el poder que ya tienen”.
Explica que cada proceso es diferente y requiere empatía y paciencia.
“La fuerza la tenemos adentro, solo que a veces los golpes de la vida no nos dejan encontrarla”.
Por eso, el acompañamiento es clave:
“No hay una fórmula, cada mujer es distinta. Pero lo importante es que sepan que no están solas”.

Amor propio y empatía: el inicio de la sanación
Uno de los mensajes más poderosos de Samantha Báez es la importancia de aprender a escuchar al cuerpo como herramienta para identificar la violencia.
“Una broma puede ser muy violenta. Si mi cuerpo se encoge, si me siento incómoda, si lloro más de lo que sonrío, ahí hay algo que no está bien”.
Recuerda que la violencia nunca se detiene, siempre avanza si no se reconoce a tiempo.
“Nos educaron para creer que el amor todo lo puede, pero ninguna mujer merece sufrir en nombre del amor”.
Cuando se le pregunta cómo dar el paso para salir de una relación violenta, Samantha Báez responde con serenidad:
“Lo primero es ser amorosa y empática conmigo misma. Ya el mundo es difícil; no hay que serlo también con nosotras”.
Su consejo más contundente es tan simple como profundo:
“Merecemos una buena vida, merecemos ser tratadas con amor. Si alguien no puede hacerlo, no merece estar cerca”.

El efecto multiplicador del cambio
Para Báez, una mujer que sale de la violencia no solo transforma su vida, también la de su entorno y no se trata solo de cifras: cada mujer que logra salir de un entorno violento impacta positivamente a 12 personas de forma inmediata, rompe el ciclo generacional y evita que sus hijas e hijos reproduzcan la violencia.
“Impacta a sus hijos, a su familia, a sus amigas y a su comunidad”. Cada historia de resiliencia tiene un eco que inspira a otras. “Todas las mujeres que salen de la violencia se convierten en agentes de cambio”.
También comparte cómo actuar si conocemos a alguien que vive violencia:
“No hay que decirle ‘amiga, date cuenta’. Solo decirle: aquí estoy, cuando me necesites”; La empatía, más que los juicios, puede convertirse en una tabla de salvación.
Un futuro lleno de alas
Casa Gaviota trabaja desde tres frentes: la individualidad, la familia y las empresas, generando un impacto directo en la sociedad. Su enfoque integral combina la Educación para la Paz con el empoderamiento femenino como palanca de cambio, impulsando la creación de entornos laborales, familiares y comunitarios libres de violencia.
Hoy, Samantha Báez y Dolores Blancas continúan liderando una lucha que trasciende fronteras, convencidas de que la educación emocional y la igualdad de género pueden cambiar el mundo.

Casa Gaviota sigue creciendo con una misión clara: empoderar a más mujeres y erradicar las violencias desde la raíz.
“Mientras más mujeres estén empoderadas, menos violencia viviremos y el mundo será un lugar mejor para las niñas y los niños”.
Samantha Báez es, sin duda, el ejemplo de que del dolor puede surgir un vuelo poderoso. Porque como ella misma dice:
“Recordar tu poder es el primer paso para volar libre”, concluye.

