Desde siempre hemos visto escenas adorables, niños jugando con un perro, acariciando un gato o observando vacas en el campo. Pero más allá de la ternura, hay algo sorprendente, quienes crecen rodeados de animales parecen tener menos riesgo de desarrollar alergias o afecciones respiratorias.
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Una de las investigaciones más destacadas en este campo proviene de Japón, fue publicada en la revista científica PLOS ONE, con el titulo: “Associations between fetal or infancy pet exposure and food allergies: The Japan Environment and Children’s Study” (Okabe et al., 2023).
Este estudio analizó datos de más de 65.000 niños y reveló que la exposición a perros o gatos durante el embarazo o en los primeros años de vida se asoció con una reducción significativa en el riesgo de desarrollar alergias alimentarias entre los 0 y 3 años.

En particular, los niños que convivieron con perros dentro del hogar mostraron menor incidencia de alergias al huevo, la leche y las nueces, mientras que la presencia de gatos se relacionó con menos alergias a alimentos como el huevo, el trigo y la soya. Este estudio refuerza la idea de que la convivencia temprana con animales domésticos puede desempeñar un papel protector en el desarrollo del sistema inmunológico infantil.
Además, investigaciones en Europa han encontrado que los niños que viven en ambientes agrícolas, con acceso constante a animales, presentan una menor prevalencia de atopia, la tendencia del sistema inmunitario a reaccionar con alergias, y de síntomas asmáticos.

Otro estudio finlandés con más de 3.700 niños halló que tener un perro o gato durante el primer año de vida estaba asociado con menor riesgo de asma, rinitis alérgica y sensibilización alérgica.
Lo que los animales “enseñan” al sistema inmunitario
Exposición microbiana saludable: el llamado “efecto de la granja” (farm effect) sugiere que los ambientes con animales ofrecen una mayor diversidad microbiana, es decir, más bacterias, hongos y endotoxinas (componentes de bacterias), que estimulan al sistema inmunológico a aprender a tolerar e ignorar estímulos inocuos como polen o polvo.
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Ventana clave: no es lo mismo llegar tarde porque los efectos parecen depender de que la exposición ocurra durante el embarazo, el primer año de vida o hasta los cinco años. Estas etapas serían críticas para modular la respuesta inmune.
Los genes y el ambiente colaboran: aunque convivir con animales puede ayudar a reducir las alergias, no todos los niños reaccionan igual porque nuestros genes también influyen. Un estudio descubrió que algunas personas tienen una variante genética específica (llamada NPSR1) que hace que el contacto con animales les proteja más frente a los síntomas alérgicos.

No todos los animales son iguales
Aunque convivir con animales suele ser beneficioso, no siempre garantiza protección contra las alergias. Algunos estudios advierten que no todos los entornos ni tipos de contacto tienen el mismo efecto. Por ejemplo, las granjas pequeñas con animales al aire libre parecen ofrecer más protección que las industriales, donde los animales están en interiores.
También importa cuándo y por cuánto tiempo se da ese contacto: si ocurre después de los cinco años o de forma muy limitada, el efecto puede ser menor. Además, en niños con una fuerte predisposición genética a las alergias, algunas mascotas podrían incluso causar reacciones. Por eso, cada caso debe valorarse con cuidado.

Consejos para que la convivencia funcione
- Empieza temprano, si es posible: el contacto antes del primer año parece clave.
- Diversidad ambiental: no solo tener un gato, sino permitir que los niños jueguen en patios, granjas o espacios naturales.
- Higiene razonable, no excesiva: evitar ambientes súper esterilizados, pero mantener limpieza adecuada.
- Supervisión médica: si hay antecedentes familiares de alergias, consulta con un alergólogo antes de introducir mascotas grandes o animales de granja.
- Paciencia y observación: se recomienda iniciar con contacto gradual y observar posibles síntomas (estornudos, picor, sibilancias).

Un futuro con peluditos… y menos estornudos
Imagina un futuro donde abrazar a un perro o compartir el pasto con una cabra no solo sea adorable, sino también saludable. Esa posibilidad ya es respaldada por múltiples investigaciones.
Aunque no es remedio absoluto ni funciona para todos, la convivencia responsable con animales puede convertirse en una estrategia natural para fortalecer el sistema inmunitario de los más pequeños.

Así, crecer junto a un animal podría ser algo más que juego, podría ser un regalo para la salud, un escudo microbiológico, una escuela temprana donde el cuerpo aprende a defenderse con menos alergias.