El corazón de una madre late por dos, y la ciencia lo sabe. Por eso, la Asociación Estadounidense del Corazón (AHA) acaba de actualizar sus guías sobre hipertensión, y una de las novedades más esperadas tiene que ver con el embarazo: ahora se recomienda tratar la presión arterial desde los 140/90 mm Hg y hacer un seguimiento más estricto después del parto.
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Lejos de ser un tecnicismo, se trata de una noticia que cambia vidas. Porque cuidar la presión durante la gestación no solo protege a la madre, sino también al bebé que crece en su vientre.
¿Por qué importa tanto la presión en el embarazo?
El embarazo es un viaje único para el cuerpo: los órganos se adaptan, el corazón trabaja más y la sangre circula con mayor intensidad. En ese escenario, la hipertensión puede convertirse en un enemigo silencioso.
La AHA recuerda que tener la presión alta en el embarazo puede aumentar el riesgo de complicaciones como la preeclampsia, parto prematuro, bajo peso al nacer e incluso problemas cardiovasculares a largo plazo para la madre.
La buena noticia es que detectarlo a tiempo y tratarlo de forma adecuada salva vidas.
Una medida clara: 140/90 mm Hg
Antes, había dudas sobre el umbral exacto para iniciar el tratamiento en el embarazo. Ahora, las guías son contundentes: si la presión llega a 140/90 mm Hg, se debe actuar. Esto implica una vigilancia más cercana por parte del equipo médico y, en algunos casos, la prescripción de medicamentos seguros para la gestación.
La clave está en la constancia: medir la presión en casa, llevar los registros a las consultas y no subestimar síntomas como dolores de cabeza intensos, visión borrosa o hinchazón repentina.
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El posparto también cuenta
El nacimiento no es el punto final: la AHA insiste en que el control de la presión arterial debe continuar en el posparto, una etapa en la que a menudo las mujeres concentran toda su atención en el bebé y olvidan su propia salud.
Ese seguimiento puede prevenir complicaciones y, sobre todo, reducir el riesgo de hipertensión crónica y enfermedades cardíacas a lo largo de la vida.
Pequeños gestos, grandes cambios
Además de la vigilancia médica, los hábitos cotidianos hacen una gran diferencia:
- Reducir la sal en la dieta.
- Mantenerse activa con caminatas o ejercicios suaves aprobados por el médico.
- Dormir lo mejor posible (aunque parezca misión imposible con un recién nacido).
- Evitar el alcohol y el tabaco.
No son recetas rígidas, sino recordatorios de que cuidarse es una forma de amar también al bebé.
Una invitación alegre al autocuidado
La actualización de la AHA no busca generar miedo, sino esperanza. Pone el acento en algo fundamental: las mujeres merecen cuidados específicos y personalizados en cada etapa de la vida, incluido el embarazo.
Cuidar el corazón en esos meses especiales es invertir en un futuro más saludable, con mamás más fuertes y bebés con mejores oportunidades.
Porque al final, la hipertensión en el embarazo no es solo un desafío médico: es también una oportunidad de abrazar la vida con responsabilidad y alegría.