Está tan normalizado hablar de los cuerpos ajenos, que no nos paramos a analizar lo difícil que debe ser lidiar con estas críticas siendo apenas unos niños y que producto de la confusión, sienten que hay algo malo en ellos.
No en vano los trastornos alimenticios son la tercera enfermedad crónica entre jóvenes y adolescentes, resultado de los patrones nocivos que se repiten de una generación a otra, porque durante los primeros años no se formó una imagen corporal positiva.
Es así como los pequeños aprenden a ser gordofóbicos, que hay alimentos “malos” o “buenos”, que hay que someterse a dietas, que hay que lucir de determinada manera para ser atractivos y a ser crueles con los demás.
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Es momento de enseñarle a los niños a aceptar y amar su cuerpo
Por estas razones, la batalla hay que ganarla con medidas preventivas que comienzan desde casa siendo nobles y conscientes en la manera en la que nos referimos a sus cuerpos, e incluso, al propio, ya que ellos imitan conductas.
También hay que evitar que la publicidad, las redes sociales y las opiniones de terceros deformen el concepto que tienen de sí mismos, que se empieza a construir entre los 5 y los 9 años, de acuerdo con EFE.
En un estudio citado por la misma fuente, se descubrió que la edad de la población de riesgo había descendido significativamente y que en los hospitales había ingresados niños y niñas de hasta seis años con trastornos alimenticios.
Entonces, reforzar la autoestima de niños y niñas se vuelve más importante que nunca, utilizando frases positivas para reforzar sus atributos, incluso más allá de lo físico, porque no deben valorarse exclusivamente por su imagen.
Asimismo, haciéndoles ver que nadie es perfecto, no hay que avergonzarse de su propio cuerpo y que hay que cuidar la salud con un estilo de vida apropiado, mas no para seguir prototipos de belleza.
Se pueden apoyar utilizando modelos de imagen corporal saludables, fomentando la diversidad, siendo críticos hacia los medios y otras personas que quieran contribuir a generar la insatisfacción corporal porque todo comienza desde casa.