Pocas cosas hay en la vida que generen tanto pánico, ansiedad e impotencia como la incertidumbre.
PUBLICIDAD
La noticia negativa, puede caer como un balde de agua helada, la positiva, como la mayor de las alegrías, pero el hecho de estar esperando algo o a alguien que de repente un día se desvanece, es una de las mayores fuentes de estrés y alimento para las personas con tendencias obsesivas.
Ese tema es expuesto de forma milimétrica, tanto desde el punto de vista del que sufre esa desazón como del causante de esta en la película Desaparecida, (1988), dirigida por George Sluizer y basada en una novela de Tim Kabbré.
Una joven pareja holandesa viaja camino a Francia de vacaciones. En un momento, ella va a la gasolinera a comprar unos refrescos mientras él la espera en el auto.
Lo que no sabe es que hay un depredador esperando, paciente como un tigre tras la maleza.
El hombre, descrito por sí mismo como un sociópata, es un profesor de química obesionado con la causa y efecto y lo que puede generar él mismo en un ser humano.
La víctima escogida era otra, pero por un estornudo ante su pañuelo con cloroformo, le tocó a Saskia.
PUBLICIDAD
Rex la espera, cree enloquecer, mucha gente le dice que la vio salir con un hombre, otras personas no la recuerdan.
Pasan tres años y sigue embadurnando las calles con carteles de su novia desaparecida.

Él mismo ha tratado de reiniciar sin ella con otra mujer, pero no puede, su salud mental quedó pisoteada el día en el que no supo lo que fue de Saskia.
«Podría llevar una vida feliz o podría estar muerta» son las dos opciones que baraja permanentemente mientras recibe anónimos del secuestrador, de quien desde del principio se sabe su identidad.
Poco a poco, el filme se va tornando cada vez más claustrofóbico, con un interés muy concreto y vemos hasta donde es capaz de llegar un ser humano por matar la incertidumbre.
«La curiosidad mató al gato», dicen, y hay una réplica que continúa con «pero murió sabiendo». Esto describe a la perfección esta película, que además hace un retrato escalofriante del sociópata, desde él como un amoroso marido, padre de familia, buen profesor y hasta ciudadano cívico (salva a una niña de ser ahogada).
El mismísimo Stanley Kucbrick definió Desaparecida, como «la película más terrorífica» que vio jamás.
En 1993 Hollywood la destrozó salvajamente con el mediocre remake, Secuestrada, con Kiefer Sutherland y Sandra Bullock, donde insultó al espectador y eliminó la base del filme, que es la claustrofobia, provocada por el terror ante lo no conocido.
No recomendada para personas muy ansiosas, o sí, porque se sentirán indentificadas. Pero después de verla, no serán las mismas.