Los seres humanos, tenemos varios propósitos en nuestra vida, sin embargo, todos hemos venido al mundo a ser felices, en la medida que descubrimos quién realmente somos: un alma viviendo una experiencia humana y, para descubrirlo, es necesario experimentar quién creo que soy (el ego, la personalidad).
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La manera en que esto funciona es mediante las heridas de infancia (también se les suele llamar heridas del alma, porque el alma se ve alejada de su misión, cuando permitimos que el ego dirija nuestra vida), que penetran profundo en el ser y no nos permiten que seamos nosotros mismos; lo importante es saber que el dolor que sentimos por estas heridas, nos invita a la transformación, dar lugar a ese “yo soy” (el ser verdadero y trascendente).
Las heridas de la infancia o del alma, son parte del equipamiento que traemos al nacer, estas son: heridas de abandono, rechazo, injusticia, humillación y traición.
No hay excepciones, todos venimos al mundo con heridas que debemos aprender y aceptar, dice Lise Bourbeaue en su libro Las 5 heridas que impiden ser uno mismo.
Cuando no conocemos nuestras propias heridas, nos impiden crecer y conectar con el verdadero ser que somos, debido a que nos quedamos pegados en sentirnos víctimas de las circunstancias y de los otros.
Al mismo tiempo, estas heridas nos llevan a ponernos máscaras, es decir, a vivir y actuar desde el ego, para defendernos del sufrimiento. El ego se constituye desde que nacemos y “funciona” hasta que morimos. El ego es tu sistema de creencias, que crea un mecanismo de defensa inconsciente que te cuida del mundo exterior. El ego “te pone una máscara” para protegerte, supuestamente de dolor que conlleva que la herida se active, lo cual no nos permite ser felices y provoca mantenernos en un sufrimiento interno constante.
Sin embargo, a medida que la persona madura, se da cuenta que el ego, lo mantiene en una zona de confort, no le permite crecer, porque vive desde la emoción del miedo.
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Cada una de las heridas puede haberse hecho durante la gestación o los primeros 7 años de infancia.
Lise Bourbeaue en su libro explica que el ego, a lo largo de su vida, se siente en primer lugar herido por sus figuras de apego y en segundo lugar por la vida y las circunstancias.
Todos sentimos las 5 heridas, sin embargo, tenemos al menos una herida de base, es decir, una herida que suele activarse por sobre las demás y esto nos da información de lo que debemos aprender y trascender en nuestra vida.
Aquí es cuando adquiere real importancia saber de que somos nosotros quienes atraemos a nuestras vidas personas o eventos, que nos recuerda el dolor de nuestro “niño herido” que está dentro de nosotros, para que podamos tomar consciencia y sanar.
A continuación detallaré brevemente cada una de las heridas:
Herida de rechazo: Esta herida se activó en aquellos niños que se sintieron rechazados ya sea en la gestación, porque la madre sintió descontento e inseguridad ante su embarazo, o porque los padres dijeron que el embarazo fue un accidente, no fue planificado, o querían un hijo del sexo opuesto del hijo que tuvieron. Esta herida es profunda, ya que lleva a las personas adultas a que se rechacen a sí mismas, por ende, vivirán constantemente conductas de otros de rechazo. Lo que los lleva a que huyan de las situaciones, personas o relaciones; su principal miedo es sentir pánico.
Herida de abandono: Esta herida se activa en la infancia cuando el niño sintió angustia por el abandono físico o emocional de uno o ambos padres, o bien por la muerte de ellos. Son personas que de adultos son muy dependientes emocionalmente de otros, sobre todo de la pareja y les cuesta mucho poner límites. Su principal miedo es la soledad.
Herida de humillación: Se genera cuando el niño siente que uno o ambos padres se siente avergonzado del niño, ya sea por su aspecto físico o por algo en su comportamiento (mala conducta, déficit atencional, hiperactividad, etc); o porque lo comparan con otros niños. De adultos estas personas suelen ser masoquistas, se exponen a relaciones, situaciones donde saldrán dañados, avergonzados; en general tienen sobrepeso. Su principal miedo, aunque suene raro, es la libertad.
Herida de traición: Se activa cuando el niño se siente traicionado por el padre del sexo opuesto, ya sea porque son muy cercanos y los padres se separan y llega un tercero y se siente de lado, o el padre si es una niña se va de casa y lo ve mucho menos. De adultos, son personas muy controladoras, de otros y situaciones. Su miedo es separarse y que las critiquen.
Herida de injusticia: Esta herida se genera cuando el niño tiene una familia rígida, autoritaria, sintiendo mucha represión, falta de amor y aprecio. De adultos, son personas ambivalentes, suelen ser rígidas, les cuesta soltar y dejar de controlar, es difícil para ellos expresar sus sentimientos, porque se sienten vulnerables, por ello prefieren mostrarse duros y fríos. Su principal miedo es sentir la frialdad de los demás.
¿Cómo afecta al adulto no sanar estas heridas?
Somos el resultado de lo que hacemos con nuestras heridas, por lo que reconocer qué herida o heridas tienes activadas y cómo aceptarlas, te ayudará a no usar la máscara, al menos a no usarla de manera inconsciente para comenzar, es decir, la forma que toma el ego en tu vida, con tu historia y con tus creencias, asociada a esa herida.
Estas heridas nos hacen tener una mala relación con nosotros mismos y con otros, porque el ego busca ser reconocido y querido; por lo que constantemente estará buscando amor y cariño en “envase que lo aprendió” es decir, si los padres los sintió injustos, buscará relaciones donde él se sentirá tratado injustamente para perpetuar la relación.
Te daré un ejemplo muy simple de cómo estas heridas se pueden activar en cualquier situación cotidiana. Supongamos que te equivocaste en programar tu alarma y la pusiste a las 5:00 am en vez de a las 7:00 am. El sonido despierta a tu pareja y él se enoja contigo reprochándote tu “error”. Esto puede activar en ti, la herida de la injusticia, porque sentirás que no tienes culpa de haberte equivocado. Como resultado, desatarás tu molestia hacia él. Al recibir tu enojo, a tu pareja se le puede activar la herida de abandono y él reaccionará más fuerte para “protegerse”.
Es muy importante que sepas que el ego maneja tu vida, cuando no eres consciente de su existencia, te hace sentir víctima y sin tu propio poder.
Te recomiendo hacer al menos un proceso de autoconocimiento en tu vida, como por ejemplo una terapia, para que puedas conocer cuáles son tus heridas de infancia y hacer un trabajo para sanarlas. Esto te permitirá controlar mucho más tus reacciones emocionales y podrás tener relaciones más sanas y duraderas, al mismo tiempo, que el autoconocimiento te lleva a elegir lo que quieres para tu vida y lo que no, lo cual implica sentir mayor bienestar y satisfacción contigo mismo.
Todo comienza con el autoconocimiento y sigue con la aceptación. Integrar tu propia herida te hará conectar más con tu esencia y bajarle el volumen a la voz de tu ego.