Wellness

¿Qué es la multipotencialidad y por qué no todos tenemos una “verdadera vocación”?

Durante años me martiricé pensando que dejaba todo a medias. De nada valían mis dos títulos, mi diplomado, los cursos que hacía, todos los emprendimientos en que había puesto sudor y lágrimas, ni los trabajos de los cuales había salido voluntariamente y por la puerta ancha, únicamente, cuando habían cumplido ya un ciclo y necesitaba un nuevo desafío.

Me rodeaba de gente que, aún siendo cercana, creía que yo, a mis treinta y tantos, seguía en la búsqueda de mi “verdadera vocación”. Eso se traducía en que me tocaba constantemente escuchar comentarios acerca de la cantidad de cosas que hacía, como por ejemplo; “¿Cuándo vas a hacer algo “en serio?”, “¿Para qué vas a volver a estudiar?” o “podrías elegir al menos una carrera que diera plata”, refiriéndose a mi elección de carreras siempre relacionadas al diseño y la comunicación.

Pero el problema de fondo no era lo que los demás pensaran, sino cómo, de tanto escucharlo, también me lo creí yo. En algún momento en donde mi enorme inseguridad dejó abierta una ventana, el mensaje se me quedó incrustado y se transformó en algo imposible de erradicar. Le creí, con toda convicción, a todos aquellos que me hacían sentir que no era suficiente, que era incompleta, que era rara, que no me comprometía. Esos ojos de empatía inexistente, dueños de una mente incapaz de salirse de la estructura tradicional, se transformaron en los míos. Y me sentí extremadamente sola. No me encontraba. No sabía bien quién era, ni qué quería. Me afectó incluso en mi manera de vestir, que para otros era “rara”, y quise pasar desapercibida, que nadie me viera. Comencé a esconderme incluso de mí misma, a tratar de encajar. Y esa mujer inquieta y curiosa, se apagó. Por suerte, la resiliencia es una de mis mayores virtudes.

Recomendados

Las cosas en la vida, al menos para mí, pasan siempre por algo. Mientras intentaba salir de ese hoyo, hace sólo un par de años atrás, me topé con un concepto que jamás había escuchado y que logró, por fin, poner un paño frío sobre la herida que llevaba acarreando durante todo ese tiempo: saber que era multipotencial –término usado en psicología para referirse a alguien que demuestra múltiples intereses y pasiones en áreas que pueden no tener relación entre sí– fue un alivio que no sé si logre transmitir en palabras. Pero sé qué es exactamente lo que puede estar sintiendo en este instante cualquier multipotencial que esté leyendo esto.

Cuando entendí que ser como yo era normal, que tenía un nombre y, por sobre todo, que no era la única, vi, por fin, que yo nunca había abandonado nada, como me habían convencido. Que esto no era un “problema que solucionar”, como durante años intenté hacerlo a través de infructíferas terapias. Pude ver que todo lo que hacía, en efecto, lo terminaba, y lo terminaba bien. Que todo lo que había emprendido hasta entonces, llegó a su fin porque YO lo elegí. Porque YO, al manejarlo bien, perdía el interés y sentía que era hora de probar un nuevo desafío.

¿En qué mundo tan limitado vivimos aún, en que eso es considerado un fracaso? ¿Cómo se espera que un ser humano llegue a conocer todo su potencial? ¿Cómo puede ser que una persona como yo, que ha hecho tantas cosas, haya crecido sintiéndose frustrada laboralmente, incluso incapaz? ¿Cómo la presión social puede pesar tanto como para que me haya sentido deprimida e inadaptada durante tantos años?

Desde ese momento dejé de buscar. Dejé de intentar encontrar “eso” que me llenara, que me hiciera feliz. Dejé de intentar caber en una sola etiqueta, de angustiarme por no saber qué iba a hacer el resto de mi vida. Y desde entonces, también, cambié las preguntas que me hacía, y vi cómo fueron apareciendo las respuestas que necesitaba.

Hoy tengo un emprendimiento que me hace feliz porque no está limitado a una sola área. He hecho cosas que jamás en la vida imaginé que llegaría a hacer, cosas que me tienen profundamente orgullosa. Hago lo que me mueve, no lo que se espera de mí. Dejé de compararme; no todos cabemos en una caja. Hoy me pregunto qué quiero hacer AHORA, y no “para siempre”, y descubrí también, que trabajo mejor por proyectos o en espacios en donde me permitan aplicar mi creatividad libremente y usar todo lo que sé. Laboralmente me define lo que hago, no lo que soy. “Qué quieres hacer” suena, indudablemente, menos temible que “qué quieres ser”, que tiene un carácter mucho más definitivo.

Tengo 36 años y quiero comerme el mundo. Sigo queriendo escribir un libro y, sin haberlo hecho aún, me siento escritora; escribir forma parte de lo que hago a diario (tengo un blog hace 7 años). También soy artista, diseñadora, comunicadora y emprendedora. Y aunque poder decir “Hola soy Daniela, y soy periodista”, sigue siendo más fácil que explicar todo lo anterior, soy una orgullosa multipotencial obstinada en que mis hijos no tengan que elegir, y en normalizar esto para que nadie, nunca más, se sienta tan poco siendo tanto, como alguna vez lo hice yo.

Tags

Lo Último


Te recomendamos