Existen distintos tipos de miedos, los cuales pueden generar una reacción en tu cuerpo ante eventos de amenaza y/o representar un obstáculo para tu vida, ya que en definitiva evitan que realices actividades, proyectos o deseos, por temor. De esta forma, cuando percibes una amenaza o peligro real, generas una reacción física en el cuerpo que te permite huir o atacar.
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Por otro lado, cuando no hay una amenaza real, por ejemplo, al sentir miedo a la exposición, a hablar en público o vender, la emoción es generada por tus creencias y pensamientos automáticos. Pues bien, estos miedos están justamente para hacerte crecer ya que seguramente detrás de ese miedo se esconde un gran aprendizaje y avanzarás hacia donde quieres llegar en tu vida.
Para poder vencerlos, en primer lugar, debes reconocer aquellos factores que lo producen, darle una imagen y un discurso; es decir, tomar consciencia de lo que hay detrás del miedo. Por ejemplo si tienes miedo a vender, buscar el origen de este temor, podría ser que no has tenido una buena relación con el dinero o no te sientes merecedor de recibir la plata que deseas. Si tienes dificultades para lograr esto, siempre se puede solicitar otra perspectiva, de un amigo, familiar o profesional. Así tendrás consciencia de qué es a lo que realmente le tienes miedo, y podrás hacer todo lo que esté a tu alcance para trascenderlo.
Rut Nieves, en su libro “El amor de tu vida”, señala que “si quieres superar tus miedos, tienes que enfrentarlos, es decir, mirarlos de frente; permitir que se manifiesten, que salgan de su escondite, así les permitirás existir hasta que se agote su energía”.
Como bien dice Rut, para que puedas “superar” el temor que sientes es necesario que lo enfrentes. Puede sonar fácil decirlo, pero puedes estar pensando que es justamente lo que no puedes hacer.
Es cómo cuando eras niña y pensabas que había un monstruo en el closet; evitabas abrirlo, te escondías, no te bajabas de la cama, pero cuando un adulto te acompañaba, luego prendía la luz, te sostenía en brazos y te mostraba que no había nada más que tu imaginación, automáticamente te calmabas.
Esa es la manera de afrontarlo. Ahora de adulta puedes pedirle a alguien que te acompañe a mirarlos de frente (como un terapeuta, coach, psicólogo) o puedes hacerlo sola. Lo relevante es que les permitas salir, para que “existan” y, al hacerlo, perderán su energía.
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Mi recomendación es que cada vez que tengas que mirar al miedo de frente, respira conscientemente, inhala y en cada exhalación estarás disolviendo la energía que sostiene al miedo. Imagina un día con mucha niebla, que no te permite ver a un metro de distancia. Los miedos son así, cuando se abre el cielo puedes ver lo que había detrás de esa densa bruma.
Es importante traer la atención a las sensaciones que te entrega el cuerpo y focalizarte en el momento presente, para evaluar de manera consciente la situación en la que te encuentras, para así aprender de las experiencias.
Un miedo es tu ego que trata de “cuidarte”, es la luz roja al final del camino que te dice: para, detente, luego cruza. Si no te atreves a ir más allá, no podrás crecer, no podrás transformarte. Cuando lo atraviesas, encuentras todas las bendiciones que hay tras ese miedo.
Desde luego, el miedo es humano, necesario, sin embargo, para poder trascenderlo tenemos que recordar quienes somos. Almas en tránsito viviendo una experiencia humana, hechas a imagen y semejanza del creador.
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