¿Algunas vez te has aferrado a algo que sabes que te hace mal o que no te conviene y aún así sigues ahí? Los seres humanos somos tan complejos que pareciera que somos adictos a sufrir.
Fisiológicamente, el dolor juega un papel muy específico y necesario en nuestras vidas. Nos dice qué es seguro y qué no, protegiéndonos de los estímulos nocivos o peligrosos que podamos encontrar en el camino. La verdad es que a todos nos gusta sufrir. En el fondo, sabemos que la verdadera alegría proviene del trabajo duro y la recompensa de la calma. Eso mismo ocurre cuando nos aferramos a personas o situaciones que no son para nosotros. Nos gusta sentir la adrenalina de luchar contra corriente, de ir tras eso que parece inalcanzable y que al final, por más que nos esforzamos no podemos siquiera acercarnos.
Si te identificas con esto, entonces entiendes que es una dosis de terquedad combinada con conformidad. En cierto modo, te aferras a algo que ya conoces y aunque no sea bueno, te acostumbras a usarla en tu beneficio. Es una especie de mecanismo de defensa para protegerte de lo desconocido.
Buscamos el amor que sabemos no tenemos, nos obsesionamos con esa persona que ni siquiera nos voltea a ver como nosotros a ella y nos empeñamos en probar las cosas que no son tan evidentes.
Es fácil enamorarse de lo que no es para nosotros porque al final, es una idea que está en nuestra cabeza. Romantizamos momentos, situaciones y personas, aunque una parte de nosotros sabe que son sólo fantasías. Aferrarse a una idea es la única forma de conservarla, sin tener que pasar por un rechazo directo o una dolorosa despedida.
Todos romantizamos ciertas ideas, quizás porque anhelamos un romance apasionado o porque anhelamos una vieja emoción. Aferrarse a lo que no es para nosotros tiene mucho que ver con que no somos capaces de soltar el pasado por miedo a enfrentar el presente, o en su defecto, la realidad.
Es momento de aprender a soltar y fijar tu mirada en las cosas que son, no en las fantasías que has creado en tu mente. Las voces internas de miedo y duda son en realidad el intento de tu cerebro de protegerte del daño. Pero a menudo se interponen y te impiden avanzar hacia tus objetivos o escapar de situaciones difíciles. Dejar de aferrarte a lo que no es para ti te enseñará a ser más flexible y probar nuevas perspectivas y experiencias. Dejar ir el pasado y dejar de romantizar lo que no es para ti traerá una sensación de calma, libertad y bienestar. Recuerda que lo que es para ti, llegará de una u otra forma en el momento preciso. Deja de tener miedo, respira y abre la puerta a las posibilidades.