Las tormentas son inevitables en nuestras vidas. Llegamos a enfrentar un sinfín de obstáculos desde el momento que nacemos. Algunos tienen batallas más fuertes, otros unas más sencillas.
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Sin embargo, en toda vida hay momentos en donde se rompe nuestro corazón. Algunos por problemas familiares, otros por desamores, y así hay cientos de razones.
Es fácil llegar a cuestionarnos sobre el porqué nos tocan ciertas situaciones. De ninguna salimos completamente ilesos, un pedazo de nuestro corazón se rompe, y dejamos de ser los mismos.
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Pero eso está bien. Nada en el mundo es estático, y todas estas batallas solamente nos vuelven una persona más fuerte, y mucho más sabia.
De los tiempos de diversión y estabilidad poco se aprende. Mientras que de las lágrimas, y los tropiezos sacamos las más valiosas lecciones que nos harán mejores personas.
No es que necesites del sufrimiento para aprender, pero en definitiva, es el mejor maestro porque dejas de tener opción. Cuando enfrentas un obstáculo no existe la elección de esconderse.
Enfrentas tus problemas o los enfrentas, porque el mundo no va a parar. No puedes dejar que el dolor controle tu vida porque todo será siempre oscuro a tu alrededor.
No obstante, si por el contrario, exploras ese dolor para encontrar las lecciones y no caer en los mismos errores, tu vida solamente brillará más.
Muchas veces caemos una y otra vez con la piedra sin entender que en ese lugar solamente encontramos dolor. Esto sucede cuando no nos enfrentamos ni nos echamos un clavado a nuestro interior.