Nuestra sociedad está llena de mensajes que se convierten en estándares de lo que debemos ser y lo que no. A través de las generaciones, las mujeres han ejercido un trabajo arduo como madres y esposas, siempre perfectas y preparadas para criar a los hijos. De eso no hay duda. Pero hoy las cosas son diferentes, y las mamás viven una vida diferente a la que vivían sus madres y abuelas.
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Hoy, tanto las mamás como los hijos viven una realidad completamente diferente a la que se tenía hace 50, 20 o incluso 10 años. Ya no basta con preparar la comida todos los días, llevarlos a las clases de ballet o de karate; tampoco basta con que sean sobresalientes en la escuela o con que sean los hijos que todos quieren tener. Ahora, las madres deben alimentar a sus pequeños con comidas orgánicas, deben llevarlos a la mayor cantidad de actividades posibles sin distinción de género, deben publicar cada de sus hazañas en redes sociales y hacerlos futuros líderes mundiales. Encima de todo, ellas deben verse hermosas, fuertes y enfocadas en su bienestar.
Es demasiada presión que hace que las mamás se sientan inadecuadas, sin importar cuánto trabajen.

Las mamás son constantemente bombardeadas con imágenes que evocan la «perfección» en todas las áreas de la vida: hogar, trabajo y cuerpo. Hace cincuenta años se esperaba que las mujeres fueran amas de casa, esposas y madres perfectas, basándose en manuales de «cómo ser una buena mujer». Quizá la mujer se ha liberado un poco más de esos estándares pero existe una generación de madres que crea imágenes felices que representan solo los momentos más perfectos de sus vidas. Y no es que las redes sociales sean del todo falsas, simplemente están curadas para verse lo más perfectas posibles. Pero la enorme presión que crea para ser una «madre perfecta» sigue ahí y termina siendo perjudicial para la salud mental de cualquiera.
Ésta es la realidad: no hay tal cosa como la perfección en la maternidad. No hay una madre perfecta al igual que no hay un hijo perfecto, un esposo perfecto , una familia perfecta o un matrimonio perfecto. Cuanto antes nos demos cuenta de esta verdad y la abracemos, más pronto nos libraremos de esas expectativas tan poco realistas que pueden afectar nuestra alegría y quitarnos el sentido de autoestima.
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Cada quien lleva la maternidad a su manera porque una cosa no aplica igual para otra. Todas son perfectas y todas hacen lo mejor que pueden. Por eso, esto este mensaje es para ti: Te mereces mucho más que un día, mereces más que un pastel y más que un ramo de flores, mereces el mundo y mucho más.
Como hijas e hijos, ésta es la oportunidad para decir lo agradecidos que estamos de haber sido criados por una mujer tan fuerte como nuestra madre. El tiempo y las palabras no son suficientes para agradecer por todas las cosas que ha hecho y sacrificado por nosotros; por las veces que se quedó despierta hasta tarde para cuidarnos y por las veces que lloró encerrada en su cuarto cuando nos vio sufrir por algo o peor, cuando sintió que no estaba siendo la mamá perfecta.
Es momento de acabar con la idea de la mamá «perfecta» y aceptar que no hay un manual ni una lista que diga quién es perfecta y quien no. Mamá ya es perfecta por ser ella, por hacernos crecer con amor y comprensión, por enseñarnos a ser compasivos y por permitirme ver la belleza del mundo a través de sus ojos.