Tener tu propio espacio para vivir fuera de casa de tus papás puede ser una de las metas más ambiciosas al llegar a cierta edad pero a veces, esto se vuelve algo muy complicado. Las rentas son cada vez más caras, los sueldos más bajos y las exigencias de la vida diaria son más un obstáculo que nada.
Eso sí, si todavía estás viviendo con tus padres, puedes encontrarte con ciertas ventajas pero también estas situaciones que seguro identificas:
Los fines de semana de resaca no son relajantes
Salir de fiesta es muy divertido hasta que amaneces en tu cama con una resaca de muerte. A veces ni siquiera tiene que ver con alcohol sino con el simple hecho de pasar la noche en vela. Los que viven solos saben que despertar con resaca el sábado o domingo es igual a quedarse todo el día en cama, comiendo chatarra y viendo Netflix sin que nadie intervenga. Pero cuando vives con tus padres, esto es imposible. Ellos siempre quieren hacer cosas, por lo que la cama no es una opción. Para ellos, el fin de semana es el momento de abordar su lista de tareas pendientes, y no un momento para disfrutar de una resaca en el sofá. Es más, ni siquiera importa si saliste la noche anterior; con tus padres ahí, jamás podrás quedarte en casa de perezosa todo el día.
Siempre te preguntan a dónde vas
Cuando vives sola, nadie cuestiona cuándo sales ni cuándo llegas ni a dónde vas pero cuando vives con tus padres, saber a dónde y con quién vas es una pregunta obligada. Escabullirte no es opción y mucho menos llegar sin que se den cuenta. Por alguna razón siempre alguno de los dos o los dos, siempre estará con el radar encendido, listo para saber en qué momento sales y en qué momento regresas. No está del todo mal considerando que el mundo ya no es tan seguro como antes pero a veces es un desaliento tener que dar explicaciones de tus planes.
Re-decorar tu espacio es prácticamente imposible
La mayoría de los padres son fieles a mantener un estilo en la casa, tienen una rutina preestablecida y un acomodo de muebles que lleva años impuesto. Entonces, cuando mencionas querer re decorar tu espacio o algún rincón de la casa, es como el fin del mundo. Puede que ya no quieras ver los mismos carteles y muebles que tenías desde que estabas pequeña, ni el mismo tapiz ni los mismo tapetes de cuando aprendiste a caminar si es que has vivido ahí desde bebé. Ahora que quieres actualizar una habitación para hacerla un cuarto de arte lo más seguro es que tus papás casi se suelten a llorar por ofender su «mal gusto».
Cocinar tus propias comidas también es un sacrilegio
Tus padres siempre han preparado las mejores comidas y sabes que con ellos nunca pasarás hambre ni habrá una nevera vacía. Pero llega un punto en la vida en el que quieres hacer tus propios experimentos. Quizá incluso tu dieta ha cambiado y ahora buscas tener alimentos orgánicos o vegetarianos. Esto puede suponer un problema en casa ya que al compartir espacio con tus padres, no es tan fácil poner una división entre lo tuyo y lo suyo. Por otro lado, casi siempre va a ser una ofensa para tu madre decir que no quieres lo que ella te ha preparado.
No puedes tener intimidad en tu propia casa
Y por intimidad nos referimos a relaciones sexuales. Ésta casi siempre ha sido una regla desde que empezaste a explorar el mundo del sexo. Es probable que ni siquiera puedas invitar chicos y si lo haces, no pueden entrar a tu habitación. Siempre habrá ojos y oídos a tu alrededor. Además claro, vivir con tus padres puede ahuyentar en automático a todos los prospectos ya que se sentirán intimidados por la presencia de tus padres.
PERO…
Vivir con papá y mamá (o alguno de los dos) supone ciertas ventajas como ahorrar dinero de alquiler, las facturas de servicios públicos, las renovaciones, comida y mucho más. Por supuesto, en teoría, deberías contribuir a los gastos del hogar. Aún así, no tendrás que gastar tanto como lo harías si estuvieras sola. Por otro lado, no tendrás que hacer tooodos los deberes del hogar ya que hay muchas manos que lo hacen en conjunto. Por supuesto también deberías contribuir.