Estar en tus veintes significa dos cosas: que has vivido dos o poco más de dos décadas y que es momento de pensar y filosofar en lo que harás de tu vida una vez que llegues al tercer piso. De verdad, parece que cuando uno llega a los 20, 25 y 29 años, la vida se te viene encima.
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Es justo una época en la que terminas la universidad, comienzas oficialmente tu vida laboral y en algunos casos, a sentar cabeza. Aunque claro, la gran mayoría pasamos una crisis existencial en la que no sabemos nada de nada y en la que sentimos la presión de «estar envejeciendo».
Pero ¿por qué nos da tanto miedo llegar a los 30? Cumplir un año más de vida es una fortuna y el tercer piso no te hace más anciana de ningún modo. Es cierto que se siente que se vienen muchas más responsabilidades que cuando apenas estabas en tus 20, pero de no tendrías por qué estar tramitando tu credencial de tercera edad. Tampoco es como que sea la edad en la que aparecen los reumas o la temida menopausia. ¿Qué es lo que nos hace sentirnos tan viejas entonces?
1. Las deudas
¿Recuerdas cuando ponías estirabas la mano y tus papás te daban dinero para comprarte lo que quisieras sólo por tu linda carita? No había responsabilidad alguna de pagar después. Después comenzaste a tener tus primeras ganancias y te sentías la persona más poderosa del mundo. Daba igual si gastabas todo en los ofertones de Internet. Pero llegó un punto a mediados de tus veinte en el que comenzaste a sufrir por ver tu billetera casi vacía y tu cuenta de banco en ceros. De pronto te das cuenta de que el dinero no es un juego y que las deudas son muy reales. No hay peor aviso de que tu juventud se está acabando que un recibo de banco avisándote que debes de pagar tu tarjeta de crédito.
2. Tu amigos que comienzan a comprometerse/ tener hijos.
«¿Cómo es posible que fulana pueda estar preparándose para tener un hijo si yo apenas puedo hacerme cargo de preparar mi desayuno para llevarme a la oficina?». Los compromisoss, las bodas y los hijos son cosas increíbles que comienzas a ver en tu Facebook. Un día estás viendo memes y videos virales en tus redes sociales y al siguiente una foto de esa niña que iba contigo en la secundaria, presumiendo su anillo de compromiso:»¡Dije que sí! No puedo esperar a casarme con mi mejor amigo de la vida». Hay un límite ligeramente deprimente en el que te das cuenta de que, como el dominó, tus amigos y conocidos están cayendo uno por uno en la categoría de «adultos y emparejados». Pronto comienzas a tener una ligera crisis sobre lo que estás haciendo con tu vida. No más fiestas salvajes, no más noches de chicas y no más días libres haciendo nada en Internet. Pero no puedes culparlas. si eso los hace felices. Es parte de crecer.
3. Dejaste de entender a las nuevas generaciones
¡Ouch! Duele estar con tu prima de 16 años y darte cuenta de que no entiendes por qué su obsesión con ese grupo salido de un video viral sin sentido. Seguramente ya te diste cuenta de que hay verdaderos universos paralelos de cultura pop que ya no son los Backstreet Boys o N*Sync ¡ni siquiera Justin Bieber! En los últimos años visto cosas de gente joven como Cardi B o toda la bola de reggaetoneros como Maluma y Ozuna cuya música no entiendo. «No puedo haber envejecido». Es terrible sentirte vieja por culpa de alguien más joven que tú. La brecha generacional entre los que hoy tienen 16 y los que tienen 30 es enorme. Incluso más que cuando tú tenías esa edad y veías a los grandes, porque al final, terminabas disfrutando de los éxitos ochenteros como Michael Jackson o Bon Jovi. Hoy no hay forma de que disfrute de un disco entero de Maluma Baby. Sorry not sorry.
4. Porque no puedes festejar como solías hacerlo.
Este punto es quizá el que más vieja te hace sentir: tu incapacidad para aguantar una noche de fiesta sin querer morirte al día siguiente. Es obvio que la fiesta comienza a pesar conforme pasan los años. Mientras más te vas acercando a los 30, menos soportas la música alta, el barullo de la gente, el olor a cigarro y las crudas. Antes podías estar bailando hasta el amanecer, hoy, a las 10pm ya añoras tu cama. Sin embargo, la cosa cambia porque ahora tienes -en teoría- mayor poder adquisitivo, de modo que ya puedes costearte una botella de alcohol de mayor calidad que cuando tenías 19 años.
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5. Porque no puedes dejar de ser una tremenda narcisista
Seamos honestas por un segundo: sabemos que no estamos viejas; sabemos que no tenemos ni una sola arruga en la cara y que no tenemos problemas de artritis u osteoporosis como los tiene una mujer de 80 años. Sabemos que los 30 son la plenitud de la vida y que hay muchas cosas que puedes hacer ahora y que antes no podías. Es difícil no sentirse vieja cuando vives en una cultura que todo el tiempo nos expone a imágenes de mujeres «perfectas, jóvenes y sin arrugas, asumiendo que todas debemos vernos así. Es momento de dejar de quejarse y vivir la vida como es. Es divertido burlarse de nosotras mismas por estar fuera de onda de vez en cuando, ¿pero qué más da si sigues disfrutando de los éxitos noventeros que te recuerdan a tu infancia? No es como que haya pasado tanto tiempo.