Por Andrea Sánchez
De acuerdo con un estudio publicado por Think Better Magazine y elaborado con base en los hábitos de más de 10 mil trabajadores en 17 países, las personas a las que les cuesta trabajo concentrarse son las más inteligentes. ¿La razón? Les cuesta trabajo ordenar sus ideas.
Los neurocientíficos e investigadores congnitivos descubrieron que entre más demandante sea la necesidad de atención, mayor será la necesidad de optimizar los recursos conminativos de las personas. Llegaron a la conclusión de que la atención es holística, en términos de múltiples funciones cerebrales y contextos, aseguran que «no prestamos atención a cosas aburridas», respondemos de manera natural a lo inesperado, de ahí que los cambios en lo que acontece en nuestro entorno sean más relevante para el cerebro y decida ponerles más atención.
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Los neurocientíficos dicen que el enfoque es un recurso limitado. Nuestros cerebros consumen energía, extrayendo glucosa y oxígeno como combustible. La atención controlada es un trabajo muy duro, que se basa fuertemente en la corteza prefrontal. Actividades como el análisis, la priorización, la planificación y otros tipos de pensamiento crítico que gastan energía. A medida que los suministros de energía disminuyen, los cerebros se cansan.
Debido a que el cerebro consumen tanta energía, los humanos desarrollamos mecanismos fisiológicos a lo largo del tiempo para asegurarnos de que no desperdiciaríamos nuestro suministro finito. Es por eso que, como la corteza prefrontal se somete a impuestos con una tarea difícil o irrelevante, es más probable que se distraiga. Es un simple mecanismo de ahorro de energía, como rechazar un termostato. «Nuestros cerebros trabajan en ciclos de actividad máxima y tiempo de inactividad, moviéndose entre ritmos de gasto energético y regeneración».