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Mamás sobre exigidas ¡Qué estrés es criar ahora!

Esta semana nuestra columnista nos habla sobre lo exigidas que están las madres hoy.

La columna de Constanza Díaz Hauser www.perfectamenteimperfectas.cl

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La palabra apego está muy de moda, y todo lo que respecta a la maternidad pareciera girar en torno a ella. De tanto que escuchamos las teorías de la crianza con apego (attachment parenting en inglés), es que las mujeres se trauman y piensan que sólo se logra a través de una lactancia materna exclusiva y a libre demanda ilimitada, dormir con sus criaturas o «colechar», llevarlas colgando en un fular y criar en brazos. Entonces leo textos de madres primerizas angustiadas, que comienzan así: «hago de todo, colecho, doy pecho a libre demanda, porteo a mi guagua y hago el aseo con ella en brazos… Pero despierta 8 veces por noche… Mi guagua no quiere comer… Mi guagua está muy llorona, ¿qué tendrá?».

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Quedo estupefacta. Esta madre que escribe antes que la linchen se presenta como la madre respetuosa que hace todo lo que la crianza con apego dicta. Porque le han programado el cerebro de una manera tal que no concibe la maternidad de otra manera, pues sería para ella un fracaso absoluto. Una falta de apego. Una pésima madre.

¿Y qué pasa con las que usamos un coche para llevar a nuestros críos? ¿Qué pasa con las que pusimos a nuestros hijos a dormir en sus propias cunas al lado de nuestras camas para atenderlos cuando despertaban? ¿Qué pasa con aquellas que dimos una lactancia materna mixta porque no tuvimos suficiente leche o porque desarrollamos una mastitits del terror y simplemente tuvimos que recurrir al tarro que, dicho sea de paso, nos salvó la vida en su momento? ¿Qué pasa con las que nunca dieron pecho? ¿Qué pasa con las que no hacen al pie de la letra todo lo que la crianza respetuosa dicta? ¿Acaso nuestros niños crecen sin apego a nosotras, sus madres? Si tuve una cesárea y no un parto natural y sin anestesia, ojalá en el agua y en cuclillas como lo hacían las culturas ancestrales, ¿tendrá mi hijo menos apego conmigo? Porque todo ahora se remonta a lo natural.

No. La respuesta es no. El apego no pasa por nada de eso. No pasa por criar en brazos y llevar a nuestras guaguas colgando en un fular como lo hacen en el altiplano todo el día. Si bien me parece muy respetable y admiro su cultura, yo opté por el coche. Yo opté por la cuna. Yo opté por la mamadera y el chupete. Yo opté por lo que los tiempos modernos me ofrecían, y lo tomé sin culpa. Y feliz. Tuve a mis dos niños a través de una cesárea y, aún así, les digo, me enamoré de ellos al primer segundo de verlos y tenemos un tremendo apego.

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El manoseado apego pasa por el amor, el cariño, la contención que le brindamos a nuestros pequeños. Pasa por darles la seguridad que ahí estamos, al pie del cañón, cuidándolos, atendiendo sus necesidades. Secándoles las lágrimas. Acurrucándolos al quedarse dormidos. Tomándolos en brazos cuando lo necesitan. Y al mismo tiempo, enseñándoles a crecer con autonomía y seguridad en sí mismos. Enseñándoles a ser fuertes y defenderse en esta vida que, sabemos, no es nada de fácil.

Las teorías de la crianza con apego se han vuelto para algunas una especie de postulados religiosos. Como si de eso dependiera tu fracaso o éxito en la maternidad. Como si las que la practican fueran mejores madres. Esto no es una carrera. Ser madre se ha transformado en una competencia absurda. Ridícula. Pareciera que todo está penalizado por las que practican la crianza respetuosa. El chupete, el coche, la mamadera, la leche de tarro, el centro de actividades para dejar a tu guagua un rato, ¡y vaya que se entretienen en el rato que están ahí! Hasta las papillas están penalizadas por la corriente de las madres que practican la crianza con apego porque está de moda un método que se llama BLW (baby led-weaning), que es básicamente dejar que tu guagua respetuosamente escoja sin presiones lo que va a comer y no imponerle tú la clásica papilla de posta con verduras (con la que todas las que leemos esto crecimos). La idea es respetar a la guagua de seis meses y dejar que ella elija su comida, entonces le pones trocitos de verduras, carne, pollo. Y ahí la criatura con sus manos –porque en el BLW no existen las cucharitas con forma de avión– va escogiendo y echándose la comida a la boca y otro tanto botándola y desparramándola por todas partes, dejando un desmadre que a la madre no le importa.

Qué estrés es criar ahora. Todo está prohibido. Todo está mal visto. ¡Hasta el coche paraguas! El clásico y práctico coche paraguas que tanto amé. A mis niños les hice sus papillas a partir de los seis meses, y apenas cumplieron un año y tuvieron sus primeros dientes comenzaron a comer la comida de casa molida con un tenedor y dejamos las papillas. Fue una excelente idea porque de ese modo aprendieron a comer de todo, también a masticar y conocer las texturas de las comidas. ¿Método BLW? No se conocía en mis tiempos de madre primeriza. Tampoco conocía la palabra colecho. Ni porteo.

Gracias al boom de las redes sociales las madres están siendo permanentemente bombardeadas con estos postulados que rayan en la dictadura de la maternidad. Cada cual debe criar como quiera sobre la base del amor de madre, que es infinito, y el respeto hacia nuestras criaturas. Las modas pasan de moda. Porque lo que era moda en la época de nuestras abuelas ciertamente hoy no lo es. Por último, lo que cada mujer tiene que tener claro es que el apego con sus hijos pasa por el amor incondicional que ella les dé, y no por sus tetas.

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