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Francisco Pérez Bannen: “Tengo una fascinación por el mundo femenino”

Con pocos actores se puede conversar con tanta naturalidad como con Francisco Pérez Bannen (45). No teme ninguna pregunta y habla de sus sentimientos fluidamente. Quizás estas mismas características lo posicionan como uno de los mejores actores chilenos y genera múltiples sentimientos en el público femenino. Es atractivo, no cabe duda.

En su vida personal, es pareja de la actriz Manuela Oyarzún, y mantiene una gran relación con Vicente (14) y Elisa (10), hijos de su matrimonio con Paola Zanghellini.

Estos meses se ha dedicado al teatro, al musical «Aladino», continúa escribiendo poesía como una reflexión permanente y además graba la teleserie «20añero a los 40», de Canal 13. En esta producción interpreta a «Pancho Bustamante», un hombre que despierta de un coma de 27 años para reunirse con el amor de su vida. Está feliz con los buenos resultados: «Me he reencontrado con amigos con los que no trabajaba hacía años, como Sigrid Alegría, Lucho Gnecco, Néstor Castillana y Patricia López. Ha sido muy entretenido. Hay muchas áreas que están muy cuidadas porque sabíamos que teníamos la responsabilidad de conectar con el público».

Sobre el plagio de la historia, asegura que no tiene mucho que decir, porque es un tema legal que se verá en tribunales. «Podría dar una opinión cuando salga un veredicto, ya que hay muchas producciones que han sido acusadas de plagio. Las teleseries son varias ideas que se juntan, se arman, nadie está descubriendo la pólvora. Muchas personas pueden sentir que esas son sus ideas y es legítimo, está perfecto, pero para eso existe el tribunal competente que dirá si es así o no», opina.

Muchas mujeres se derriten con «Pancho», este personaje romántico y hasta inocente. ¿Te recuerda en algún aspecto a ti a los 20, o hay una gran distancia?
Fíjate que pensaría que no, pero en el fondo sí. Si me sumerjo en esa época tiendo a pensar que era más «choro», porque uno cree que se las sabe todas, pero desde esta época me doy cuenta que había algo bastante ingenuo y romántico. Aunque no de la misma manera que «Pancho Bustamante», solo que sí tenía compromiso en las relaciones amorosas.

¿Por qué no de la misma manera que «Pancho Bustamante»? ¿Te parece demasiado romántico?
Sí, porque es un cruce romántico y dramático al saber que estuvo suspendido en el tiempo muchos años, y además está cruzado por un accidente que le da un romanticismo más dramático. No solo quiere recuperar su amor, sino su vida. Por otro lado, siente que despertó para estar con ella, entonces, ese amor le da sentido a todo, a su vida antes, durante el coma y cuando despierta.

Tuviste tu primera polola a los 14 años, ¿no?
Sí, pero no vamos a decir nombres porque me retan cuando nombro a las chiquillas (ríe). Fue una relación muy bonita, nos sentíamos muy enamorados. A esa edad durar tres años es harto.

¿Eras bien pololo?
Sí, pero era de pololeos largos. Duré tres años, después terminé y tuve otra relación de dos años y medio, luego conocí a la que fue mi mujer 17 años, me separé y llevo seis en una relación ahora. Me identifico con el compromiso amoroso, con entregarse en una relación a otro.

El amigo con ventaja no va contigo, entonces…
Funciona mucho en personas solteras que han decidido no tener compromiso. Está bien, porque es en el campo de la exploración, pero nunca lo he vivido. No me ha tocado tener amigas con ventaja, más bien, tengo amigas o mujeres que me gustan y me las pololeo. Si siento atracción por una persona, y esa atracción va progresando, aspiro a quedarme con ella.

¿Crees que se ha perdido el romanticismo?
Sí, se ha perdido el romanticismo de confiar en el amor, en las relaciones. Hay un gran escepticismo. Me imagino que tendrá que ver con un cruce que se da en mujeres que ejercen una libertad y una manera de estar en el mundo mucho menos dependiente, menos desde la carencia y más del quiero lo que quiero, no me conformo. Hay un ejercicio más masculino, y a la vez los hombres se han ido infantilizando un poco, arrimándose a mujeres que los contengan como unas mamás. Se han feminizado los hombres y masculinizado las mujeres. Como la mujer se puso power al hombre le da miedo esta mujer tan potente.

Danos un consejo para que los hombres sean más románticos…
(Ríe) Hay que recuperar una confianza y mostrarse vulnerable en el amor. Una de las cosas que me han comentado del personaje es que a «Pancho» no le asusta mostrarse vulnerable, decirle a la otra que la necesita, que es su vida. Ahora nos blindamos, nos acorazamos de esa sensibilidad. Podemos decir «tú eres mi vida, te amo y realmente hoy sin ti no sé qué haría», sin miedo a la respuesta del otro.

No esperar lo mismo de la otra persona…
Claro, sin esperar que responda de igual intensidad. Se ha formado una especie de gallito. Me toca mucho escuchar que estaban súper bien, pero que se abrieron y los cagaron, y nunca más le dirán a otro que lo quieren. Se genera como una suerte de cacería, como que te cazo, te tengo, no me hago vulnerable, así que te suelto altiro, porque no me voy a arriesgar a sufrir por amor. Están llenos de miedo, y el amor no tiene nada que ver con el miedo. Los gestos más bonitos que uno ve en la literatura son gestos que no esperan ninguna retribución. Incluso antes existía ese amor por carta, sin verse, sin tocarse y se amaban. Esa posibilidad de ejercer ese acto romántico de decirle a otro «me encantai’, te adoro, te amo y te lo quiero decir nada más».

Al parecer estás cerca del mundo femenino. ¿Cómo influyó estudiar en un colegio de hombres en tu relación con las mujeres? ¿Tienes hermanas?
No, somos cuatro hombres, y hay muchos hombres en la familia. De hecho, mi hija es casi la única mujer. La verdad, en el colegio siempre había algo de ese mundo masculino que nunca me entretuvo mucho. Siempre me parecía lejos más entretenida cualquier actividad donde hubieran mujeres, donde estuvieran presentes esas risas, esas histerias. Todo lo que venga de la mujer me parece más atractivo. Desde muy chico empecé a tener amigos de colegios mixtos y grupos donde existían mujeres, y le hice poco al «Club de Toby»… hasta el día de hoy.

¿Tienes más amigas mujeres?
No, pero no me llama la atención eso de «vamos amigos, junta de hombres» (ríe). Prefiero que haya mujeres. Tengo una fascinación y respeto por el mundo femenino desde muy chico.

Seguramente gracias a tu mamá.
Es una mujer que admiro y amo, y me parece encantadora, alucinante. También gracias a otras mujeres que he ido conociendo, porque la mayoría de las veces no te decepcionan. Incluso las partes más frívolas de las mujeres me causan gracia, me logro reír.

¿Y qué no soportas?
Cuando una mujer se comporta como hombre, cuando siente que para transitar por el mundo debe comportarse de manera masculina. Ahí hay un abuso de la conducta, y son unos monstruos, porque es una mujer haciendo de hombre, entonces las ves más abusivas, más neuróticas, como un yunque, un plomo de pesadas. Se genera una distorsión fea, estética y espiritualmente. Se da sobre todo en roles de poder, porque se ven amenazadas. Todos tenemos un lado femenino y otro masculino, pero hay que equilibrarse. Si la mujer entiende que debe comportarse como hombre para competir, me parece que comete un error grave, porque lograría más en un equilibrio.

Dijiste que vienes de una familia y colegio de puros hombres, y ahora estás viendo crecer a tu hija Elisa. ¿Qué te ha sorprendido de la complejidad femenina?
Me sorprende todo. Tenía noción de ver crecer niños porque tengo un hermano concho, que tiene 25 años ahora, al cual vi crecer y lo sacaba a pasear. Nunca vi crecer a una niñita, entonces me llama poderosamente la atención. Las observo, me parecen más curiosas.

¿Más compleja que tu hijo Vicente?
Infinitamente más compleja y más intensa. Desde muy pequeñas las niñitas le dan un valor inmenso a la amistad. Eso, sumando a una sensibilidad particular que desarrollan: a todas les gusta bailar, cantar. Mi hija la tiene desde el día uno, y ahora se maquilla, canta, baila, es tan alegre, la adoro…

Estás claro que será artista …
Pero absolutamente, ya lo es. Si después hará una profesión de eso es su decisión, pero le fascina.

¿Cómo te llevas con tu hijo casi adolescente?
Muy bien, porque Vicente, siendo hombre, es un niño muy sensible y empático. Se daba cuenta si estabas bajoneado o triste y te preguntaba qué te pasaba. Es más introvertido que la Elisa, pero tiene un sentido del humor y un sarcasmo exquisito. Siento que los dos tienen un buen equilibrio, porque son sensibles y están bien parados en la vida.

¿Te gustaría ser papá con Manuela, tu actual pareja?
Sí, totalmente, feliz. Con mis hijos aprendí que ellos vienen cuando quieren, y si llega otro hijo estaré muy agradecido. Los seres humanos creemos que podemos manejar eso y que si queremos uno vendrá altiro, pero no. Si es así, hay que agradecerlo. Algunos nunca quieren y tienen; y otros quieren y no pueden. La vida es muy misteriosa en eso, y a veces coinciden las cosas y se da todo. Los hijos te eligen y llegan, pero no es algo que controlemos.

¿Con esto dices que lo están buscando?
Siempre está abierta la posibilidad y el ejercicio necesario para eso se hace (ríe). La práctica se realiza, pero tenemos un relajo absoluto con eso.

Papá a esta edad debe ser totalmente distinto.
No me cabe duda que con todo lo que he aprendido con mis hijos, si tengo una hija o hijo, le tocaría una versión bastante más evolucionada de padre.

En una radio comentaste que ahora meditas. ¿Cómo llegaste a esa práctica?
Son herramientas que te hacen vivir mejor, estar más feliz, más en calma. En el fondo, a sentirte mejor. Es muy simple, sin pretensión, solo quedarme quieto, respirar y observar los pensamientos, así de simple. Con solo hacer eso, uno está en el presente y las cosas toman perspectiva. Lo heavy es que no nos damos cuenta lo traslapados que andamos de la vida. Creemos que vivimos, pero en realidad estamos un poco atrás, al lado. Pocas veces estamos anclados en el momento.

Así manejas la negatividad, también.
Sí, he hecho un trabajo hace años de neuroplasticidad, que es moldear mi cerebro a través del pensamiento positivo. Tanto las ideas negativas como positivas generan surcos. Las depresiones se ven en un escáner porque el cerebro muestra que está esa sombra.

Uno está llena de surcos a esta altura…

Pero tranquila, porque todo eso se puede rehacer. Puedes lograr que se reemplacen los pensamientos negativos por los positivos. Si no lo hubiese comprobado permanentemente, ni siquiera me atrevería a mencionártelo.

¿Y qué haces para controlarlo día a día? No es que los actores sean más difíciles, pero tienden a ser más sensibles.
Son emocionales, y a veces no se entiende bien. Los actores por oficio tenemos una relación permanente con la emocionalidad, entonces, eso puede ser que te dé un poder o te hace totalmente vulnerable. Un actor que se desconecta de eso, es imposible que haga bien su trabajo. La decisión de ser actor y tener conexión, te obliga a hacerte cargo de vivir con esa emocionalidad conscientemente. Sí, estoy de acuerdo con que uno puede ser prisionero de eso, y que puede hacernos creer que nuestra sensibilidad es la única que hay, que no hay otra al frente con la cual dialogar. Si pienso que soy el único que lo estoy pasando mal es un problema del ego.

«En el colegio siempre había algo de ese mundo masculino que nunca me entretuvo mucho. Siempre me parecía lejos más entretenida cualquier actividad donde hubieran mujeres, donde estuvieran presentes esas risas, esas histerias»

«No me cabe duda que con todo lo que he aprendido con mis hijos, si tengo una hija o hijo, le tocaría una versión bastante más evolucionada de padre»

Aladino, el musical
Francisco Pérez Bannen formó parte del elenco de «Aladino, el musical», que recorrió nuestro país a través de los Mall Plaza. En la puesta en escena –dirigida y adaptada por Moira Miller– actuaron además Nicolás Poblete, Denisse Rosenthal y Fernando Godoy. «Ha sido una gran experiencia, un placer y un privilegio hacer funciones para 3 o 4 mil personas. La energía con el público fue potente e inmediata. El musical estuvo muy bien montado, hubo un equipo gigante de personas que lo hacieron posible de manera impecable y la recepción de la gente en Santiago y en provincias fue maravillosa. ¡Me he sentido como un rockero! (ríe). Además, hacer al villano es lo mejor, porque me ha permitido jugar con el delirio, la violencia y el humor. Mi personaje era un militar, político y brujo, ¡imagínate ese cóctel! Ha sido un desafío muy exigente energéticamente, pero lo pasé muy bien. ¡Agradecido de esta intensa y estimulante experiencia!».

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