Se supone que mientras más nos cuidemos de jóvenes, mejor va a ser nuestra adultez y vejez. Siguiendo esa lógica, lo más obvio sería que todos los jóvenes evitaran los excesos, vicios y malos hábitos, pero paradójicamente, la juventud nos llama a probar cosas nuevas, cosas que no podíamos tener cuando éramos niños.
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Es entendible, pero sólo hasta cierto punto. Los jóvenes están llenos de curiosidad, los reina esa sensación de disfrutar al máximo “mientras se pueda” y quieren aprovechar la independencia, pero todavía no están 100% listos para asumir todas las responsabilidades.
Cuando los excesos son lo único que guía tu vida, deberías parar un momento y pensar en qué te hace caer en esos excesos y en cómo te sientes después de experimentarlos.
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Claro, una noche de copas o de alcohol excesivo obviamente te va a producir sensaciones físicas desagradables al día siguiente, pero lo que en realidad importa y a lo que deberías prestar atención es a qué piensas de ti al respecto de todo eso.
¿Te pasaste de copas porque te gusta mucho el alcohol o porque necesitas “sacar las tensiones” de la semana? Nuestra sociedad asocia los excesos a la liberación, al escaparse de los límites aceptados aunque sea por una noche.
Nos limitamos a nosotros mismos día a día en varios sentidos y el fin de semana queremos sacar todas esas represiones pero lo hacemos por la vía o el canal equivocado.
Los excesos no hacen más que tapar algo e incrementar la inseguridad. Si sientes que ya no puedes más con el ritmo de vida que llevas, deberías hacer algo al respecto y privilegiar tu bienestar por sobre las otras cosas.
El cuerpo evidencia los excesos. Comer mucha comida chatarra, beber demasiado alcohol, fumar mucho o ser muy sedentario; todo eso afecta la salud directamente y nos quita energía que podemos encausar de una forma mucho más positiva.
Si no duermes bien, te sientes cansada y quieres estar acostada todo el día, las señales son obvias. Si ya descartaste un problema médico, observa tus hábitos y elimina los excesos hoy mismo.