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Diseñadora nacional Lupe Gajardo: Más arte que moda

Por Carolina Palma Fuentealba. Fotografías: Gonzalo Muñoz. Maquillaje: Sole Donoso.

Es la cuarta de 5 hermanos en una familia que describe como hippie. Vivía en la Comunidad Ecológica de Peñalolén, y no tenía televisión ni luz eléctrica durante toda su infancia, así que disfrutó de mucho espacio para la creación. Ni su padre ni su madre tiene una relación formal con el arte, pero su padre construye casas de forma autodidacta, así que la creación está en sus genes.

Lupe Gajardo (27) es diseñadora, pero también toca piano, ama la pintura y los trabajos manuales. Su gran referente es su abuela, porque en una época en que las mujeres no viajaban solas o vestían todas iguales, ella hacía todo lo contrario. «Era total; se iba a Nueva York y llegaba con una maleta llena de cosas, pelucas, pañuelos. Lamentablemente murió hace algunos años… Estaría muy feliz de verme como diseñadora», siente.
Se considera una persona sencilla, no usa ropa muy llamativa –salvo contadas excepciones– y su deseo es simplemente embellecer, «trabajar con la belleza más que la ropa en sí misma». Le gusta mucho caminar por la ciudad, observar a la gente y analizar los procesos sociales que ocurren día a día. Pese a que uno puede relacionar el mundo de la moda con el glamour, para Lupe su mayor lujo es ser dueña de su tiempo, leer, tocar piano. «Soy bien solitaria, paso harto rato sola, dibujo harto también, me gusta salir a comer… Lo que más me gusta de mi vida es que no tengo grandes lujos, pero no me privo de nada. No tengo auto, pero tengo el control de mi vida. Por otro lado, le hago mucho caso a la intuición. Quizás así se desarrolla mi parte creativa», revela.
Desde el 2010 trabaja en sus propias colecciones –ya lleva 9– donde ha mostrado su perfeccionismo e innegable talento con las telas. Ha asistido a Semanas de la Moda en Berlín y Nueva York, y de hecho en la última de NY, en febrero pasado, mostró 37 looks completos, presentación que le trajo gran reconocimiento a nivel nacional e internacional. ¿Cómo llegó ahí? La contactó directamente una agencia que recopila diseñadores para este evento; antes de subir sus diseños definitivamente a la pasarela tuvo que enviar prendas, biografía y documentos. En primera instancia la llamaron para que se uniera a la plataforma llamada Milk –sólo para diseñadores emergentes– pero luego, gracias a la negociación de su amigo y socio Raúl Molina, quien vive en la Gran Manzana, logró participar en la Mercedes Benz Fashion Week. Así se transformó en la primera chilena que muestra sus diseño en este sofisticado evento.

Has dicho que te sientes más cercana al arte que al diseño de ropa. ¿Es tan así?
Me considero en el medio, porque mis intereses no sólo están en la moda. Me quiero dedicar a esto porque amo lo rápido que cambia cada temporada, hay que estar todo el rato atenta. También me gusta pintar y hacer esculturas, hago vestuario teatral… Integro áreas distintas porque sirve harto.

¿Por qué finalmente te decidiste por el vestuario?
Estudié Técnico en Diseño de Vestuario en el Incacea de Viña del Mar. Me fui a Estados Unidos por el verano, trabajé en Miami, y luego me fui a Nueva York. A la vuelta mi mamá me preguntó qué haría ese año. Como no había postulado a nada pensé en esta carrera de dos años y medio, y luego hacía otra cosa, filo. Tenía habilidad porque sabía coser a máquina desde Primero Medio; de hecho, hacía ropa para mí y vendía a mis compañeras. De alguna forma, en esta carrera te preparan para técnico, con poca proyección. Todo lo que se relaciona con procesos creativos lo aprendí de manera muy autodidacta, aunque no creo que sea necesario estudiarlo tampoco.

Después hiciste la práctica…
No altiro, después estudié Ingeniería Comercial sólo por dos semanas (ríe). Lo decidí como para hacer algo en serio, pero cuando me pasaron 200 hojas para leer, me pregunté «qué hago aquí» (ríe). Luego decidí hacer la práctica no más…

Con Miguel Ángel Guzmán. ¿Cómo recuerdas ese periodo?
Sí, hice la práctica y luego me quedé trabajando como un año en total. Aprendí de manera impresionante. No tiene influencia en mis diseños, pero aprendí sobre el funcionamiento de un taller y el aspecto técnico de la jefa de taller y las costureras, que llevan años cosiendo y saben todo.

¿En ese momento nació tu primera colección?
Cuando salí del taller comencé a preparar mi primera colección. La verdad es que no tenía un concepto tan claro, sino que fue más experimentación textil y luego armaba un concepto. Bueno, siento que aún estoy empezando y me falta mucho por conocer y aprender.

¿Cuáles son tus referentes?
En general voy cambiando, pero ahora me gusta mucho el colombiano Haider Ackermann, que tiene unas caídas de telas impresionantes y, sin meter mucho ruido, es bien rupturista. De Chile me gustan hartos diseñadores, como A de Antonio y Rodrigo Valenzuela, que tiene un calce increíble.

Bueno, ¿y cuándo se dio que te llamaran del Berlín Fashion Week?
Después que hice 5 colecciones, me llamaron. Pasó súper inadvertido, pero fue muy importante para mí. Me contactaron a través de la página web, y me pagué todos mis gastos. Hice un showroom, y estando allá me fue muy bien. Hay que tener lucas y arriesgar todo no más. Además tuve «ene» prensa allá.

Sí, vi que Vogue Italia comentó tus trabajos. ¡Increíble!
Es bien impresionante. Es raro que te traten como alguien que tiene voz, que sabe del tema. Es un gran refuerzo. Las crisis existenciales motivacionales que pasas a veces, te ayudan a perseverar. Me dio más seguridad y atención pública.

¿Y en lo personal?
Creo que con los viajes uno desmitifica. Cuando estás allá te das cuenta que es lo mismo que se hace acá. Lo mismo que Nueva York. Sí, hay más gente y otras cosas, pero básicamente es un desfile donde está el desastre en el backstage. Es bueno ver eso.

Primera chilena en llegar al NY Fashion Week. ¿Cambió la mirada de tu trabajo o de tus colegas? ¿Cómo describes lo que viviste allá?
Quizás más de mis colegas (ríe). No, en serio, súper emocionante la verdad, porque no sabía nada. Es de alta exigencia, sentí que estaba en una competencia de alto rendimiento. Terminé la colección tres semanas antes del desfile, porque quería que llegara antes que yo. En esa semana hice castings, pruebas, detalles, luego los 20 minutos del desfile, y pasa todo muy rápido.

Dices que te inspiraste en vagabundos y pájaros para esa colección. ¿Cómo se dio?
Me gusta caminar harto, y el vagabundo es un personaje que me llama mucho la atención. Me gusta lo excéntrico, porque está fuera y dentro del sistema. Me proyecta libertad, una cosa media errante que no le importa nada. La colección la definí como lujo austero, muy genuino, y eso se relaciona con el vagabundo porque él no es pretencioso, no pretende nada. Por lo mismo, no hice una colección pretenciosa, es lo que es. Los materiales fueron muy simples también. Hay un contraste, a veces chocante.

¿Y las plumas?
De los pájaros, que también se relacionan con la libertad; me encantan las plumas en realidad, porque tienen un movimiento libre independiente al cuerpo.

¿Qué pasó después del NYFW? ¿Algún proyecto?
Conversaciones hay, pero concreto, nada aún. Nos fue muy bien, tenemos mucha prensa acá y afuera, y la crítica fue buena. Estamos conversando con un par de compradores de allá, porque la idea es vender afuera. Seguiré atendiendo a clientas en Chile, pero no tenemos intenciones de abrir tienda.

¿Por qué no?
La verdad eso lo dirige Raúl, mi socio, quien ve el asunto comercial en Estados Unidos, porque allá tiene más valor según un estudio de mercado, porque para ellos lo latino, exótico, llama la atención. Ahora quiero trabajar con un taller externo para prepararnos para un pedido grande. Quizás a la larga lo tendré en Perú, porque trabajamos con muchos materiales peruanos… No sé, veremos. Bueno, también estamos listos para ir otra vez al Fashion Week…

¡De nuevo! ¡Qué bien! Segunda vez.
El plan es seguir siempre ahí… Lo bueno es que Raúl vive allá, entonces es bien perfecta la dupla. Tendré la base acá, pero venderé allá. También pasaron cosas buenas para nuestro rubro. Por ejemplo, la valija diplomática es un servicio del Ministerio de Relaciones Exteriores que se utiliza cuando los artistas mandan obras afuera, para que no pasen por aduana y sea una entrega prioritaria. Yo tenía 5 maletas gigantes, no tenía plata para mandarlas, así que los contacté, pero me dijeron que ese servicio estaba disponible sólo para arte y diseño, y que lo mío era ropa…

Como si no fuera arte.
Claro. Finalmente hablé con todo el mundo, me prestaron el servicio y se abrió una nueva categoría que incluye el diseño de vestuario. Así se arma cultura sobre este tema. Al ver que estas cosas pasen recién, te das cuenta que estamos muy atrasados, pero vamos avanzando.

¿Alguna inspiración para la próxima colección P/V que presentarás en septiembre?
Aún no mucho, pero quizás algo relacionado con el desierto de Atacama, tengo una mezcla en la cabeza. Quizás será una colección más alegre, más coqueta y un poquito más comercial, sin dejar de lado lo experimental.

¿Qué te parece que a veces se critique que los diseñadores chilenos no siguen una línea que los haga reconocibles?
Creo que mi línea no está definida ni me urge, porque sería ponerme un límite innecesario, cerrarme muchas puertas para más adelante. Finalmente mis líneas se relacionan con mi gusto. Si eres inseguro picoteas en todas partes, pero si estás segura, te mantienes en el mismo estilo. Ahora conozco más, y si veo que algo gustó mucho, quizás me inclino más por ese lado. De todas formas, no creo que haya necesidad de definirse, al menos no ahora.

 

 

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