GALERÍA: una muestra exclusiva de las creaciones de Iván Grubessich
Por Jessica Celis Aburto.
Fotografías: Gonzalo Muñoz.
Se fue a París a principios de los 80, donde conoció el oficio de la Alta Costura gracias a su trabajo con figuras como Yves Saint Laurent y Azzedine Alaïa, entre otros. Tenía 20 años y no hablaba una pizca de francés. Tampoco tenía estudios de diseño o costura. Partió recogiendo hilachas y restos de género hasta que logró ser asistente. Regresó a Chile a principios de los 90 y aquí mantuvo su atelier hasta el 2010, año en que decidió emigrar nuevamente. Se fue hastiado, frustrado y enrabiado con el medio; asegura que estuvo 20 años viviendo en el infierno. Actualmente está radicado en la capital francesa y viaja a Chile 4 o 5 veces al año a visitar a su única hija, Nolita, quien fue diagnosticada con cáncer. Y claro, en cada viaje aprovecha de ver a sus clientas.
¿Qué significó ser parte del mundo YSL?
Aparte del trabajo, los carretes y las fiestas, pertenecer a ese mundo era estar en la primera línea, a cargo de un área, viajar. Pude diseñar y dibujar al final de mi estadía, siempre en equipo, porque finalmente era YSL quien daba la última palabra. Es un mundo tan cerrado que pareciera que vives en otro planeta. Por mi manera de ser, entregada, perdí la noción del tiempo, porque los niveles son tan exigentes y la forma de vida es tan intensa, que pierdes la dimensión del mundo exterior. Estuve allí dos años y medio.
¿Con qué te quedas de YSL?
El lujo. Ahí tienes una dimensión real del gran lujo, y te das cuenta que es una forma, un espíritu de vida.
Los 80 y sus brillos, los excesos. El lujo suele ser relegado al plano de lo frívolo, lo superfluo. ¿Se puede explicar su valor, más allá de lo intrínsecamente económico?
Amo el lujo, lo adoro. Nunca me he cuestionado sobre él. Pero no vivo rodeado de lujos. Soy un hombre absorbido por él, tengo acceso a un mundo lleno de él, pero tengo la capacidad de desprenderme de él sin que sea un hábito.
¿Pero qué es el lujo, entonces?
La perfección, el arte de lograr algo que es perfecto. Y detrás de eso hay gente que lo crea, que es apasionada por lo que hace, que involucra intelecto y corazón. Ellos nunca serán merecedores y propietarios de esas piezas de lujo, pero en el proceso de construcción sí sienten que les pertenece, que es la mayor obra de arte que podrían realizar. Ahí están los artesanos, orfebres, costureras, mucha gente. Cada euro que se paga por esa pieza, está muy bien pagado y justificado. Y la gente que compra esas piezas siente pasión por esa obra de arte y jamás se va a cuestionar por lo que paga. Siente que es un placer. Y el lujo provoca placer.
¿El lujo marca tu trabajo?
Absolutamente. Siento que cada vez estoy más cerca del lujo, que debo dedicarme a él y mostrarlo. Jamás me he cuestionado quién adquiere ese lujo. Puede ser un banquero, un futbolista, un político o un traficante de armas o drogas. En ese plano no entro porque ensuciaría mi obra. No me interesa quién la va adquirir. Sí disfruto ver a esa persona disfrutarla cuando la usa. Eso me ha permitido llegar al mercado de Medio Oriente y volver a París…
¿Consideras tus diseños obras de arte?
Siento que hago de todo. Tengo que ser realista. Vivo en París rodeado de la Haute Couture parisina y de grandes personajes de la moda; trabajo para las princesas en los Emiratos Árabes, y también trabajo para un público en Chile. Esos son mis 3 polos de los que vivo actualmente.
Alta Costura 2014, ¿en qué está?
Es muy distinta a la que había cuando aprendí, hace 25 años. Me he tenido que volver a reencantar con ella, volver a reconocerla, admirar y aprender el concepto de la Nouvelle Couture. Y me volvió a maravillar. Creo que tengo 20 años por delante para desarrollar y mostrar esta nueva Alta Costura. Hoy en te encuentras con materiales de última tecnología que es una constante inspiración y desafío. Esos materiales, como el neoprén, el plástico o el acetato, no te permiten desarrollar el acabado que aplicabas hace 25 años. Entonces hay una técnica de montaje y construcción nueva.
¿Qué materiales te han vuelto loco?
Estuve vuelto loco con el neoprén. Descubrir cómo había que desarrollarlo, cómo se aplica en construir los vestidos, me fascinó. Me sirvió para acercame a nuevos materiales y me di cuenta que tenía que evolucionar en el tratamiento de cada cosa. El año pasado estuve con el mimbre y el cáñamo muy presentes, y ahora estoy trabajando mucho con PVC. Estoy desarrollando un traje de Alta Costura amarillo yema de PVC todo incrustado y bordado con encaje Chantilly negro. Lograr esa integración es una obra de arte.
La inspiración, ¿la buscas o te llega?
Siempre viene de circunstancias distintas. Por ejemplo el primer trabajo de mi nueva colección de invierno 2015 fue el resultado de una situación personal muy crítica que viví: mi única hija (Nolita, 8) fue diagnosticada de cáncer (pausa)… Esa situación sin querer la traspasé a mis diseños y está ahí. Dije «no, esto tiene que parar», porque era una colección triste, oscura. La muerte está en los colores, los materiales, los detalles, la estructura. Lo veo y no me gusta. No sé si cuando la vea la gente la considerará exitosa o no.
No quedaste contento…
Igual quedé contento, hay un buen resultado porque me llevó a algo que nunca había experimentado. Hay una trasmutación de mi pena y dolor que irá pasando con el tiempo; quiero ver cómo eso se traducirá en mi nueva colección de verano 2016.
¿Cómo está tu hija?
Bien, vamos saliendo. El cáncer está controlado, pero siempre está. Esos son los golpes de la vida. Fue muy doloroso y para mí fue la mejor lección que he recibido en mi vida (se le llenan los ojos de lágrimas). Me ha permitido hacer un proceso interno; pienso que soy tremendamente afortunado. Soy un tipo muy feliz y el odio, el rencor, la rabia se fueron. Esto me borró el pasado, porque ese dolor es tan grande que nada de lo viví antes, ninguna de las injusticias de las que viví en este país, se comparaban.
¿Cuáles fueron esas injusticias?
Sentir que en este país durante 20 años me golpié contra la pared, todos los días.
Y eso, ¿es culpa de quién?
De muchas cosas y también mía, porque quizás he generado muchos sentimientos adversos.
¿Por qué?
Porque nunca me detuve a pensar cómo era este país, cómo era la idiosincrasia y nunca hice nada por incorporarme. No fui generoso con el medio, con las costumbres. No me adapté. Me formé profesionalmente en Europa y tuve acceso a un mundo impresionante, y pensé que cuando volviera a Chile con toda experiencia (a principios de los 90), el país se iba a rendir a mis pies. Eso nunca sucedió. Y siempre estuve en una lucha para romper eso.
¿Qué hacías?
Me aislé.
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