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Michelle Bachelet: “No podía quedarme fuera”

Vivió en Manhattan casi 3 años, a la cabeza de ONU Mujeres, cargo con el que estaba muy comprometida porque “estaba trabajando por obtener el respeto, la dignidad que se merece la mitad de la humanidad”. Sin embargo, en diciembre participó en su última comisión y, haciendo caso a sus propias convicciones, se vino a Chile buscando ser elegida nuevamente Presidenta. “Sentí que podía contribuir. En mi vida mi prioridad es eso, contribuir. Y no podía quedarme fuera”, nos dijo.

 

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Por Alexandra Gallegos Andrejkovic. Fotografías: Gonzalo Muñoz.

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Si no fuera por la caseta de guardia y el carabinero en el exterior, la casona gris donde está el comando de Michelle Bachelet en el barrio Italia podría confundirse con un restaurante o una tienda de diseño, como una de las tantas que hay en el sector. Dentro todo está muy organizado; cada quien sabe perfectamente qué hacer, qué llevar, a quién llamar. Se refieren a ella como «la Presidenta», mientras entran y salen continuamente miembros de su equipo, algunos parlamentarios y diferentes personas en busca de material de la campaña. No hay prisas ni carreras. De hecho, no se respira esa «tensión» que se podría esperar en el comando de quien, según muchos, tiene la primera opción de llegar al Palacio de La Moneda en las próximas elecciones. Por segunda vez.

Michelle Bachelet llega puntual a la entrevista; sólo se toma un par de minutos y nos recibe en su oficina. Es cálida, afectuosa, de risa fácil; prefiere un lenguaje claro y directo, sin rodeos. Y como sólo supimos de su vida en Estados Unidos esporádicamente, ese fue el primer foco de la conversación.

Ahora que ya han pasado un par de meses lejos del cargo, ¿cuál fue el mayor logro al frente de ONU Mujeres?

El fundamental, y que además era uno de los objetivos de mi gestión, es que el tema de igualdad de género, de oportunidades, se elevó, adquirió relevancia tanto en las discusiones internas de las Naciones Unidas como dentro de los países. Se generaron muchas resoluciones sobre violencia contra la mujer, sobre la prohibición de la mutilación genital femenina, se generó el Día de la Niña, que al final significa que los Estados se comprometen en sus propios países a seguir avanzando por los derechos de las mujeres. Entonces, te diría que siento que conseguí darle visibilidad. Porque efectivamente había sido parte del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) alguna vez, pero los temas mujer aparecían en resoluciones de cualquier tipo. Nosotros logramos que no fueran parte de un largo listado, sino con nombre y espacio propio.

¿Faltó tiempo?

Obviamente, el tipo de problemática, los desafíos, las desigualdades, son de alta complejidad, y no se resuelven en 3 años. Aún así, siento que el mayor logro fue darle estatura política, peso político y visibilidad al tema. Lo que también se vio reflejado en mis visitas a lo largo y ancho del planeta, en mis reuniones con presidentes, con congresistas…

En esto de darle más visibilidad, ¿influyó el hecho de que una ex Presidenta estuviera al mando?

Creo que es una cadena de cosas. Primero que es una nueva organización, con una persona a la cabeza que tenía una trayectoria, una experiencia política que le permite darle mayor visibilidad. Lo segundo, la manera de cómo enfrentamos los temas, cómo lo propusimos a los países. Fijé el tema de «empoderar» a las mujeres como el elemento básico para llegar a la igualdad de derechos, enfocado en dos áreas claves: el empoderamiento político y el empoderamiento económico. Es decir, que la voz de las mujeres sea más escuchada, que tengamos más mujeres líderes, que podamos jugar un rol más determinante en los lugares donde se toman decisiones. Porque mujeres hay en todos lados, en todos los trabajos, pero pocas donde se toman las decisiones. Y lo segundo, lo económico; mi objetivo era llegar a lograr autonomía económica. Porque las mujeres son más, porcentualmente hablando, en el mundo que los hombres, y la pobreza tiene cara de mujer. Incluso en países donde tienen la posibilidad de educarse, luego no tienen trabajo. Como en el mundo árabe, donde tienen altísimos niveles de acceso a postgrados, por ejemplo…

A nivel mundial, ¿qué situaciones de violencia contra la mujer, de cualquier tipo, son las más impactantes?

Violencia hay en todas partes, incluso en los países nórdicos donde, por ejemplo, el tema económico está solucionado. Los matrimonios obligados todavía ocurren mucho, en países como Inglaterra o Canadá, entre inmigrantes. Chicas que son obligadas a casarse con quien sus padres deciden, y ellas prefieren, por ejemplo, huir o suicidarse antes que soportar esto. Hay muchas situaciones así todavía, hoy, aunque cueste creerlo. En Marruecos, por ejemplo, cuando fui para el 8 de marzo del 2011, conocí el caso de una chica que fue violada. Y allá había una ley que si el violador se casaba con la mujer, no iba a la cárcel. Entonces este hombre dijo que se casaría con ella, pero ella prefirió suicidarse a tener que casarse por obligación con el hombre que la había raptado y violado. Debido a este hecho se empezó a cambiar la ley allá.

¿Se puede, efectivamente, provocar un cambio de mentalidad, de ordenamiento social en pro de los derechos de las mujeres, en países donde por años no hemos sido tomadas en cuenta?

Hay países muy duros, muy estrictos, pero afortunadamente todos han tenido que ir abriéndose a los cambios. En la gran mayoría, por ejemplo, las mujeres ya pueden votar. Ahora, lo que más me impacta todavía, en el mundo y en Chile también, es la valentía y coraje de la mujer. Uno la puede ver en situaciones dramáticas, pero siempre son capaces de pararse, de reír, de salir adelante. Una de las cosas que más me impactó son todos los casos de mujeres en países en conflicto o post conflicto. Las mujeres violadas. Se calcula que en Ruanda, por ejemplo, 250.000 mujeres fueron violadas. Y en la República Democrática del Congo simplemente no existe una cifra oficial, pero es mayor. La violencia sexual ligada a los conflictos bélicos es brutal. Pero las mujeres dicen «no somos víctimas, somos sobrevivientes». Conocer los casos de mujeres que fueron violadas por una pandilla de soldados formales o informales delante de sus hijos, que asesinaron a sus maridos delante de ellas, y que después se levantaron y fueron a buscar leña, prender el fuego y calentar agua porque debían dar comida a sus hijos… Esa resiliencia que tenemos me impacta profundamente. Las mujeres, finalmente, siempre priorizamos, aunque estemos físicamente destruidas, a nuestros hijos, nuestra familia.

Se nota que el trabajo en ONU Mujeres era apasionante. ¿Costó dejarlo?

Sí, por varias razones. El primer periodo era por 4 años, y podría haber sido reelecta por 4 más porque estaba bien evaluada, tenía posibilidades reales. Me costó porque, bueno, es la mitad de la humanidad. Estaba trabajando por obtener el respeto y la dignidad que se merece la mitad de la humanidad, las mujeres. Segundo, porque es tremenda la situación de desigualdad. La verdad es que sentía un compromiso grande con el tema, entonces en ese sentido me costó.

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