Ya les había confesado mi amor por los chicos malos; ya saben, esos que andan por la vida viéndose irresistibles con esa carita de incomprendidos – al estilo de James Franco. Y pensándolo un rato, ¿será que a los hombres también les parecen más sensuales las chicas malas?
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No hablo necesariamente de las que se visten rudamente, como Lisbeth Salander (La chica del tatuaje del dragón), ni de las que dan un poquito de miedo por aquello de los comentarios medio psicópatas. Hablo de las chicas que encajan perfectamente en el estereotipo de rebelde de espíritu libre, de mujer inconquistable. Esas que sin pensarlo dos veces romperían el corazón de un hombre con el tacón de sus zapatos.
Supongo que debe haber algo irresistible en la actitud de las mujeres que parecen imperturbables; esas que ni el viento las despeina y no le temen al fondo de una botella de vodka. Las femme fatales, las has visto, son las que llegan a un lugar y de inmediato se apoderan de las miradas de todos los presentes.
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Esas que tienen historias de haber roto una relación para descubrir que en realidad no querían nada serio. Las que invitan a los hombres a su casa un rato pero siempre tienen algo que hacer después, y por supuesto, nunca confiesan que es ver a alguien más. Esas chicas que, literal y metafóricamente, tiran las flores que les regalan porque ya tienen demasiadas.
No entiendo a mis amigos que se desviven por mujeres que ni siquiera se pueden tomar el tiempo de devolverles las llamadas; escucho que se quejan de que la chica se la pasa de fiesta en fiesta y de brazo en brazo pero aún así están esperando que algo pase y la dichosa chica aterrice en sus brazos. Lo mismo con mis amigas que andan detrás de Don Juanes.
¿Será que tanto a hombres y mujeres nos gusta sufrir en busca de conquistar a quien parece indomable? ¿Será la actitud rebelde lo que nos atrae?