Te agarra de la cintura, te mira a los ojos y te desea. Y tú también lo deseas. Cuando se acerca a tu boca, tu cuerpo se estremece y sientes que no hay nada mejor en el mundo. Te vuelves adicta y podrías estar todo el día en eso.
No hay nada mejor que un rico beso de buenas noches. Pero si ese beso lo acompañamos del último pedacito de chocolate; no puede haber mejor modo de cerrar el día. Al parecer, la única diferencia entre un beso y un chocolate, es que este último engorda.
Eso determinó un grupo de científicos que estudió las palpitaciones cardíacas y cerebrales de un grupo de veinteañeros que derretían un pedacito de chocolate en su boca y luego se besaban. El resultado fue sorprendente. “No hay duda de que el chocolate superó al beso -sin abrazo- al provocar un estímulo corporal y cerebral mayor”, señaló. “Se trata de un estímulo que en muchos casos fue hasta cuatro veces tan prolongado como el beso más apasionado”. Señala al diario Publimetro un científico.
Puedo comerme hasta una barra de chocolate entera, siempre después de almuerzo debo probar al menos un pedazo y cuando estaba soltera comía mucho, muchísimo chocolate. También podría estar horas besando a mi pierna peluda; pero como ninguno de los dos tiene tanto tiempo libre, no queda otra que comer chocolate.
Mi bisabuela, que pololeaba por carta, veía con envidia a mis tías –sus nietas- que podían efectivamente juntarse con sus pololos. Antes de que salieran, las llamaba a su pieza y les decía al oído “Bésense chiquillas, bésense harto, que besos y abrazos, no quitan pedazo”
Quizá el chocolate nos gusta más porque percibimos el riesgo –certero- de que se irá a nuestras caderas, flotadores, y espinillas. No diré que no elijo los besos, pero si me hacen elegir entre no besar nunca más o nunca más comer chocolate… les juro que la pienso.
Y ustedes que prefieren ¿Besar o comer chocolates?