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La próstata femenina, una clave para la liberación sexual

“El punto G es un eufemismo, una forma de no llamar a las cosas por su nombre”.

Por Andrea Sánchez

The Journal of Sexual Medicine señaló en su estudio ‘Investigación sobre la historia de la eyaculación femenina’, que: «En Asia antigua, la eyaculación femenina era muy conocida y mencionada en varios textos taoístas chinos a partir del siglo IV. El antiguo concepto oriental de la eyaculación femenina como independiente de la reproducción fue apoyado por antiguas escrituras hindúes». Reinjier De Graaf en el siglo XVI proporcionó la primera descripción científica de la eyaculación femenina y fue el primero en referirse a las glándulas parauretrales como la próstata de las mujeres. En conclusión, sí, nosotras tenemos próstata, una glándula encargada de producir la eyaculación.

En entrevista para NuevaMujer.com, Diana J. Torres, feminista y activista, creadora del ‘Taller práctico experimental de eyaculación y próstata’, alerta sobre el problema que significa invisibilizar este órgano en las mujeres. Diana lleva más de diez años investigando acerca de la próstata en las mujeres, estudió Filología en la Universidad de Barcelona, es autora del libro ‘Pucha Potens: manual sobre su poder, su próstata y sus fluidos’, donde narra su experiencia e investigación alrededor de este tema.

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¿Cómo surgió tu necesidad de investigar acerca de la eyaculación femenina?

Básicamente, surgió porque eyaculé desde la primera vez que tuve una relación sexual con otra persona. Descubrí que había algo que no me habían contado que podía suceder. Luego me empecé a dar cuenta de que había un estigma sobre el hecho de ser consciente de esta eyaculación.

La gran mayoría de las mujeres que eyaculan lo primero que piensan es que se han orinado porque el cerebro busca una explicación lógica ante tanta cantidad de líquido.
Hay una cuestión estigmatizante en torno a orinarse en la cama y todas estas cuestiones relacionadas con el género. A nosotras se nos dice que somos limpias, bonitas, discretas y todas esas cosas de ‘ser mujer’. Entonces, no se ve bien orinarse en la cama, inmediatamente te cae encima el estigma de ‘puta’. Toda esa cuestión que sugiere que las mujeres sí pueden disfrutar del sexo, pero no mucho porque entonces son acusadas de prostitutas.

Este fenómeno está relacionado más con lo social que con lo fisiológico. Una de las primeras cosas que hice fue buscar en otras culturas sabiendo que en la nuestra (la occidental), y en los lugares que fueron colonizados por ésta, el asunto está vetado. En otras culturas lo ven de otra forma. Me comenzó a interesar por una cuestión personal, para buscar información sobre mi propio cuerpo, sobre lo que le pasa y cuáles son sus reacciones.

Luego me di cuenta de que, como dicen por ahí, ‘lo personal es político’, estaba en un vacío informativo como una gran cantidad de mujeres de mi contexto. Fue como una incitativa personal sobre mi cuerpo y luego me di cuenta de que eran cosas interesantes para otros cuerpos.

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¿Cómo ha sido tu proceso de investigación? ¿A qué te has enfrentado?

Lo primero que hice fue recurrir a la ciencia, desde una postura bastante ingenua, en la que suponemos que la ciencia médica debe tener todas las respuestas de lo que le pasa al cuerpo. La ciencia, per se, no es un enemigo, también está instrumentalizada por una sociedad patriarcal.

Generalmente, en las sociales occidentales todo está partido en dos, (lo bueno y lo malo, lo bonito y lo feo, etc.). Nuestro cuerpo también está partido en dos, la parte que sirve para reproducirse y la otra que no sirve para nada. Es absurdo pensar que una especie se pueda reproducir sin tener el incentivo placentero. Lo que nos mantiene como especie son las cosas que generan placer, está en la naturaleza, si no, no nos reproduciríamos.

Comer, dormir, tener relaciones sexuales, tres de las cosas que necesitamos para subsistir como especie están relacionadas con el placer, con cosas que nos hacen sentir bien. A las mujeres nos han estado robando nuestro premio por reproducirnos, se supone que nuestro placer está en el hecho de ser mamá y en todos los discursos que rodean a la maternidad.

El hecho de que las mujeres eyaculen no tiene nada especial, es parte de un ritual de la cultura en sí. Hay sociedades chinas antiguas en las que la sexualidad y la reproducción eran cosas diferentes. En la antigüedad occidental, las cosas también eran diferentes. En los textos de la medicina occidental antigua, Hipócrates y Galeno, describían el coito humano y cómo las mujeres, en general, aventaban una cantidad inmensa de líquido. Nos cerraron el grifo a golpe de ideología.

En tu libro planteas que la eyaculación es un placer político, ¿por qué?

Me refiero al placer que da llevar la contraria cuando nos han dicho que somos de una manera, cuando nos han impuesto ser de una forma concreta al nacer. El doctor dice: ‘Ah, es una niña’, y nos visten de rosa, nos hacen creer que nuestra sexualidad depende de otro, etc. Para mí, es un placer político porque está rompiendo todo aquello que nos han dicho sobre lo que somos.

Nuestra identidad como mujeres no la construimos nosotras, nos la construyen, nos la dan ya fabricada. Para mí es un placer político llevarle la contraria a esa identidad construida, impuesta. Se supone que las mujeres no tenemos próstata, las mujeres no eyaculamos y eso es lo que nos han vendido. Hacerlo y reconocerlo como un órgano muy importante para nuestra salud sexual y física, es una especie de venganza contra las ideas que nos han impuesto para hacernos más sumisas, para que no seamos dueñas de nuestro cuerpo.

Es común que se asocie la eyaculación femenina con problemas que tienen que solucionarse con el urólogo porque en la ginecología el concepto de ‘eyaculación en las mujeres’ está sumamente vetado y son muy pocas las personas que dentro de la ciencia se meten a hacer una investigación sobre este tema. Hasta el año 2002, no se incluyó el término próstata femenina en el diccionario de terminología anatómica y es una cosa que se lleva estudiando desde la antigüedad.

Te presentas delante de un ginecólogo y le dices: ‘Me pasa esto’, pero tú tampoco sabes cómo nombrarlo. Muchas mujeres llegan al consultorio asumiendo que se han orinado, porque es común que no tengas una explicación, llegas mencionando cuál es el problema cuando no lo hay, sólo es el resultado de algo que no te dijeron.

Hay una patología denominada incontinencia coital, terminología inventada para patologizar a las mujeres eyaculadoras. Pero la próstata no sólo es la encargada de la eyaculación, también segrega serotonina, que entre muchas otras cosas, es aquello que nos pone felices por el sexo.

¿Cómo empodera a la mujer hacer algo que por mucho tiempo era exclusivo del hombre?

Aunque no me gusta mucho la palabra igualdad, el hecho de tener próstata nos iguala porque en realidad la construcción de hombres y mujeres también es artificial. No niego que haya machos y hembras, pero también existe un abanico inmenso entre un macho y una hembra, en muchas especies. Hay variantes, pero en una sociedad patriarcal es muy importante que las categorías estén cerradas y muy bien definidas, por ello, se castiga mucho lo que salga de los estándares.

Reconocer la existencia de este órgano nos hace cuestionarnos si en realidad existen diferencias sustanciales entre un hombre y una mujer a nivel físico. Pensábamos que los hombres tenían próstata y las mujeres no, pero nos damos cuenta de que eso no es así y entonces ya no nos sentimos tan diferentes. Para mí, una parte importante como forma de empoderamiento es destruir esas categorías de género cerradas y decir cuál es la causa de que una persona pueda dominar a otra sólo por su sexo. Cuestionar que ese sistema se mantenga por siglos sólo por hipotéticas diferencias fisiológicas.

El punto G, por otro lado, es un eufemismo, una forma de no llamar a las cosas por su nombre, de maquillar a una palabra para que parezca algo más ‘de mujeres’, o sea, nos asusta porque de alguna manera nos iguala, y porque nos hace desconfiar de lo que nos han contado, del sistema.

¿Cómo surgió la idea de hacer un taller experimental sobre eyaculación y próstata?

Los talleres comenzaron de manera teórica ocho años atrás. Cuando yo comencé la investigación y ya tenía cuatro datos sobre el tema, lo puse en diapositivas y empecé a difundirlos, a dar talleres en los que las mujeres venían a hablar sobre la eyaculación femenina. Eran teóricos porque no se me ocurría la forma práctica porque entonces no podía explicar cómo me pasaba.

En abril de 2016, el grupo mexicano de mujeres de Punto Gozadera, me pidió que hiciera un taller práctico sobre la eyaculación. El taller se construyó sobre la marcha, quería mostrarle a las mujeres los orificios por los que eyaculaban. Hace algunos años, una amiga me envío una foto de una vulva con los orificios por los que sale la eyaculación, mostraba los orificios alrededor de la uretra que son para eyacular y otros más abajo que sirven para lubricar.

Con un proyector, una lupa y una cámara, en el taller se le da la posibilidad a las mujeres de conocer estos orificios. Otro de los ejercicios consiste en tocarse y reconocer esta parte del cuerpo como algo propio. La sexualidad es un arma muy poderosa y muy manipulada a nivel social, pues hace que las personas se puedan comunicar mejor. Por eso debemos buscar que la sexualidad sea autónoma y más difícil de manipular, y que las personas que traigan a más personas al mundo no eduquen desde la desinformación.

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