Por Andrea Sánchez
Ivanka es el fruto de la relación de Donald con la deportista checa Ivana Trump. A sus 34 años es la segunda a bordo del imperio que el magnate sostiene y, en la campaña rumbo a la presidencia de los Estados Unidos, fue una pieza fundamental. Se encargó de aligerar el mensaje misógino que se asoció con su padre.
La imagen de Ivanka es la de la mujer moderna. Ha logrado consolidarse al frente de los negocios de su padre y tener una familia de ‘ensueño’, una vida que muchos querrían. Luego del divorcio de sus padres en 1991, la joven Ivanka fue a los mejores colegios y universidades hasta convertirse en la vicepresidenta ejecutiva de los negocios de Trump. Su carrera no se limita a los negocios de su papá. Creó una marca de joyería y su belleza la llevó a modelos para Versace y Thierry Mugler.
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Sobre el apoyo a su padre, éste siempre ha sido incondicional. A pesar de que el el 2006 su estrecha relación con Chelsea Clinton la llevó a donar algunos miles de dólares para la campaña de Hillary Clinton, desde que su papá se lanzó por la presidencia el apoyo fue total.
Si Melania, esposa de Donald Trump, es la figura de la sumisión y el adorno, Ivanka es la representación de la liberación femenina del éxito profesional y de la vida plena. A través de sus redes comparte cómo vestirse para ser una mujer ejecutiva, cómo manejar una agenda apretada y combinarla con la familia.