Por Karen Hernández
Turquía es una ciudad ultraconservadora donde la situación de género proviene de un rígido sistema patriarcal tradicional. En aquellos tiempos, las mujeres eran reconocidas únicamente por su función reproductiva; los derechos y el estatus social eran limitados al extremo. Claro, esta situación, al igual que en muchas otras partes del mundo, han ido cambiando pero fue hasta principios del siglo XXI que un nuevo Código Civil en Turquía reconoció la igualdad entre mujeres y hombres.
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El año pasado hubo un caso muy sonado sobre una estudiante que fue apuñalada, violada y lanzada al río por su agresor. Tal hecho levantó a miles de mujeres que protestaron en contra de estos actos y aunque después de mucho insistir, el gobierno simplemente condenó los actos violentos contra mujeres, a la par que no perdió oportunidad de denigrar a las manifestantes.
Hoy, la situación de la mujer sigue siendo denigrante pues el gobierno lancó una nueva ley que permite suspender penas de cárcel a aquellos que hayan sido acusados de cometer abusos sexuales a menores, estando casados con ellas. Parece difícil de pensar que tal situación exista, pero en Turquía, un tercio de la población está comprendido por matrimonios con menores.
La nueva ley, fue impulsada desde 2002 por el partido islamista de Justicia y Desarrollo (AKP), por supuesto encendió una oleada de protestas en las principales ciudades turcas, lideradas por las organizaciones por los derechos de la mujer, incluyendo al Colectivo de Mujeres Socialistas.
Como era de esperarse, los abusos por parte de la policía se hicieron presentes, ya que varias mujeres fueron detenidas en diferentes regiones.
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