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OPINIÓN: la indignación de los “feos” por el acoso hacia las “feas”

No dejes de leer esta columna que aborda el tema de los mensajes de odio hacia las mujeres acosadas que no cumplen con los estándares de belleza actuales

Por Luz Lancheros 

Los pueriles comentarios hacia las protagonistas de las campañas virales contra el acoso en América Latina dejan ver que, más allá de la violencia callejera que las mujeres enfrentan a diario, hay una violencia tácita que ha permeado el carácter cultural de toda una región: la belleza de las mujeres como único método para ser validadas.

 

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Iniciativas como “Morras” y “#ElPitoNoEsLaSolución”, entre tantas otras, han visibilizado el problema del acoso callejero de una manera real y puntual. Las “Morras” fueron por el centro de la Ciudad de México enfrentando a sus acosadores y las creadoras de la segunda campaña impulsada por el portal Nueva Mujer también se atrevieron a contar sus experiencias sobre el acoso. En reprobable respuesta, ellas y otras mujeres que han plantado cara a este tipo de violencia, se enfrentan a una más enraizada, la misma que  las ha condicionado por décadas: la belleza física como motivante para ser agredida.

Entre tantos mensajes de apoyo, también hay quienes ven a aquellas mujeres que no cumplen los estándares de belleza estereotípica como “indignas” de ser acosadas, porque según su razonamiento, quien es “bella” es la única “digna” de ser agredida en la calle, ya que los hombres muestran así su deseo por ella (así sea sin su permiso y así le falten el respeto). “No están tan buenas”, “Gorda asquerosa” y otros epítetos que se pueden ver en redes sociales son tan comunes y banales como demostrativos del nivel de mentalidad que hay en Latinoamérica con respecto a la belleza femenina.

América Latina carga con un lastre cultural en cuanto a sus mujeres: deben ser “hermosas»; deben competir para serlo. Y así, por años, muchas se han esforzado por encajar en estándares creados por sus hombres.

Ya sea en cuanto a sus élites, pendientes de la mujer gancho sin curvas que vende el modelo europeo, o en cuanto a la mujer creada por la cultura del «nuevor riquismo» y el narcotráfico, llena de protuberancias y tan popular en las clases más humildes, la mujer ha estado siempre condicionada a verse según el modelo. Quien no se ajuste será agredida y humillada, sea por su pelo de colores (tengo a una amiga a la que gritaron por esto en un bus y casi le pegan) o por su figura (tengo a varias amigas agredidas también por esto) o por su vestimenta, como si romper el molde fuera un pecado social en medio de la Inquisición masculina y femenina que juzga, señorial y anacrónicamente, cómo lucir.

Por eso hay industrias dedicadas a la belleza tan exitosas en Latinoamérica. Concursos donde muchas se labran un futuro mejor, liposucciones a edad temprana, como lo retrató la fotógrafa Manuela Henao en “Beauties”, donde mostraba la obsesión por la belleza en Medellín, Colombia.

Querer verse mejor siempre ha sido una elección libre, pero ¿hasta qué punto ha sido condicionada por la mirada tradicional, heredada, que siempre se ha inculcado desde la Patagonia hasta el Río Grande? “Si eres gorda, tienes pelo corto o te vistes como ‘tomboy’ no conseguirás un hombre, no serás deseada, no serás validada como mujer, porque esto es lo único que importa”.

Aunque se vean pequeños atisbos de vanguardia estética y miradas más allá de nuestra desoladora mentalidad colonial, que una mujer sea validada depende todavía de sus más grandes jueces, los hombres, como si se estuviera en una novela de Jane Austen y la dote se midiera por cuán estrechas son nuestras cinturas, cuán parado está nuestro culo y si tenemos o no gordas las piernas.

Irónicamente, estos hombres, que son los que más bullean a las mujeres de la campaña contra el acoso y a miles por la calle, en redes sociales o con sus comentarios, distan de ser un Lasse Matberg, el Thor de Instagram, o un Chris Hemsworth. Más bien, lejanos de ello, durante años han obtenido el poder por medio de juzgar a mujeres increíblemente más bellas que ellos por sus defectos físicos; y lo hacen a pesar de su propia calvicie, su panza o su tosquedad en todos los aspectos. Pero a la hora de validar a la mujer en otros ámbitos, tal y como lo merece, se quedan cortos.

Tan corto como ver que ante un acoso no hay rasgo físico que valga, lo que importa es que hay una mujer agredida que merece respeto, sea como sea. Y que ante una mentalidad tan corta, los argumentos son más grandes que ellos y es mejor ignorar.

¿Qué opinas al respecto?

 

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