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5 pecados que cometen las parejas por culpa del trabajo

En una relación donde él y ella trabajan, pueden presentarse algunos problemas pecaminosos que ponen el riesgo el bienestar de la pareja. Veamos cuáles son.

Yo confieso ante Dios todopoderoso que he pecado mucho de pensamiento, palabra y obra contra mi relación. ¡Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa! ¿Por mi gran culpa? No, no, esperen. Es por culpa de mi empleo.

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Meses atrás, mi pecado más frecuente era llevar pendientes a la casa. Dejé de hacerlo cuando mi pareja me dijo que hacía mucho tiempo que no salíamos al cine porque me la pasaba trabajando. Me dí cuenta de que estaba cometiendo auténtica «gula laboral» y debido a ello dedicaba poca energía a mi relación.

Como éste, hay otros conflictos relacionados con nuestra área profesional que pueden entorpecer un amor sólido y aparentemente en orden. Descubramos cuáles son ¡y dejemos de pecar!

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1. Lujuria (falta de)

Hoy en día los empleos son más demandantes que en el pasado. La carga de trabajo excede los horarios laborales y la línea entre el tiempo de oficina y el tiempo libre se desdibuja. Es común llegar al final de la semana agotados y sin ganas de hacer nada más que descansar. ¿Tener relaciones sexuales? ¡Con qué ganas!

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Pero, ¿cuál es el espacio? ¿Cuál es el tiempo? ¿Cuál es la disposición que queda para el amor? Una relación necesita momentos para nutrirse que no deben sacrificarse como si fueran poco importantes. Dejar a la pareja en último lugar provoca que la relación se enfríe y que el otro sienta que no tiene sentido compartir su vida con alguien cuando en realidad está solo.

2. Envidia

Podría parecer ilógico, pero existen hombres y mujeres que en lugar de ver el éxito de su pareja con alegría, experimentan sentimientos como la competencia y la envidia. No entienden que la bonanza de uno los beneficia a los dos; en cambio viven en una costante lucha por probar que son mejores y pueden más que su compañero.

3. Avaricia

Tan útil que es el dinero y tantos problemas que ocasiona. Por mucho tiempo los varones tuvieron el poder del hogar gracias a él, y ahora que las mujeres también trabajamos, surgen nuevas preguntas que debemos tomar en cuenta.

¿Cuánto aporta cada uno a la casa? ¿Quién gana más debe dar más? ¿Se vale quedarse con un parte del sueldo para gastar en lo que uno quiera? Estas cuestiones que son básicas para que las finanzas del hogar estén en orden, muchas veces no se ponen sobre la mesa y así surgen los malos entendidos.

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Hombres y mujeres tienen cuentas de ahorros secretas de las que su pareja no sabe, hay quien miente respecto a cuánto gana, otros ocultan información sobre grandes deudas que han contraído, y como en la frase que ejemplifica este pecado, muchas mujeres consideran que la labor de mantener a la familia es obligación del hombre aunque ellas también trabajen.

4. Pereza

El tener que hacernos cargo de las obligaciones de la oficina durante el día, para luego atender todos esos quehaceres que «nos corresponden» por ser las amas del hogar, no sólo es extenuante sino injusto. No obstante, ésta es la lógica bajo la cual funcionan millones y millones de parejas en Latinoamérica.

Como si la «hacendosidad» estuviera vinculada con el género femenino, un buen número de varones asumen que independientemente de que la mujer tenga una carrera profesional demandante, es su obligación, y de nadie más, barrer, trapear, cocinar, lavar la ropa y cuidar a los niños.

5. Soberbia

Duele reconocerlo, pero todavía existen muchos hombres a los que les molesta que su pareja contribuya al ingreso familiar. Claramente, esto tiene que ver con el omnipresente machismo. Para algunos hombres más tradicionales, el que su esposa o su novia trabaje es como si tuvieran que aceptar que su productividad o su rol de proveedores no es tan eficiente, que no están haciendo bien su trabajo de hombres.

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