Nueva Mujer

Álvaro Rudolphy: “Con la paternidad, dejas de mirarte el ombligo”

El actor Álvaro Rudolphy se convirtió en padre hace ocho años, y desde ese momento, aunque suene cliché, cambió su forma de ver la vida.

Con más de 30 años en televisión, Álvaro Rudolphy (55) es una de las grandes estrellas de la pantalla chica. Reconocido por muchos como un galán de teleseries, en las últimas producciones lo vimos desplegar su gran talento para interpretar a personajes tan complejos como Armando Quiroga, en Perdona Nuestros Pecados, que se convirtió en la segunda teleserie chilena más larga de la historia. “Es atractivo personificar villanos. Son los que mueven los hilos de la trama y eso es bien interesante. Es el victimario y no la víctima. Los papeles de galán romántico sufrido tienen muy poco abanico de teclas que tocar”, asegura.

Por estos días da vida a Mariano Beltrán en Juegos de Poder, un empresario y candidato presidencial que ve amenazada su opción de llegar a La Moneda cuando su hijo, en estado de ebriedad, atropella y mata a un joven. Este accidente cambia su vida para siempre y en cada capítulo se puede ver cómo usa todo el poder económico y sus influencias para evitar que se realice cualquier acción judicial en contra de su hijo. Nada más lejano para el intérprete de este personaje, quien en otras ocasiones ha asegurado que no le cree a los políticos. Pero en esta oportunidad, pide que no hablemos de política ni de religión.

Fuera de la pantalla, el actor cumple el rol más importante de su vida, con sus hijos Eloísa y Diego, de 8 y 6 años. Aunque durante mucho tiempo no estuvo dentro de sus planes convertirse en padre, hoy está convencido de que llegaron en el momento perfecto. “Es una muy buena experiencia. ¡La mejor!”, dice sobre su paternidad.

En las últimas teleseries interpretaste el papel de villano. ¿Te gusta encarnar a esos personajes?

No son intrínsecamente malos, sino que son tipos que también están complicados con su maldad, por decirlo de alguna manera. Hemos entrado en una nueva era de estos individuos que, a pesar suyo, tienen que entrar a corromperse por fuerza mayor. Eso es lo que se ha potenciado en los últimos villanos. Yo sigo defendiendo a Mariano, siento que no es un villano, comienza a meterse en situaciones turbias para lograr un objetivo que para él es súper noble.

¿Por qué crees que ahora te dan estos personajes?

Porque es muy interesante ver que un tipo tan bueno, parezca tan malo (ríe).

¿Sacas referencias de alguna parte para interpretarlos?

Las referencias y la inspiración son un poco inconscientes. Me decían que para mi personaje de Perdona Nuestros Pecados, seguramente me había basado en el papel de Marlon Brando en El Padrino, pero nunca vi esa película y es una deuda que tengo pendiente. Generalmente, no apelo a referencias, más bien me baso mucho en lo que dice el guión para interpretar lo que el guionista plasma.

¿Qué ha sido lo más difícil de encarnar a Mariano Beltrán?

(Piensa un momento) No soy un ferviente admirador de los políticos y, cuando interpreto un personaje, tengo que enamorarme. Ha sido un poco difícil encantarme con Mariano y defenderlo desde adentro, encontrarle la razón y sentido, y validar lo que hace.

¿Eso te ayudaría a hacerlo mejor?

Sí, por supuesto. De verdad, tengo que sentir que estoy haciendo lo correcto, que es el camino, que mi fin último es noble. Aunque entre medio arraso con todo, pero bueno…

¿Qué podemos esperar de tu personaje? ¿Se pondrá cada vez más malo?

Le van a pasar cosas que lo van a llevar más al límite, situaciones mucho más extremas de las que ya hemos conocido. El tipo va a tener que ir jugando cada vez más al filo para lograr su objetivo.

¿Sientes que ya lograste el mayor éxito de tu carrera?

Eso suena como que estoy viejo (ríe). No, lo que pasa es que mi oficio tiene muchas ramas y he pasado por todo. Algunas teleseries se transformaron en fenómenos o hitos, pero también he tenido unos guatazos impactantes. Es como una montaña rusa. Pero también quiero probar otras vetas y diversificarme. Estoy haciendo teatro y me gustaría dirigir mi primera película. Me gusta mucho actuar, llevo 30 años haciendo televisión, teatro y cine, y, sin duda, a veces uno tiene una sensación de que necesita algo más, o al menos yo.

Eres reconocido como un galán. ¿Cómo te sientes con esos halagos?

Soy como el papá del galán (ríe). Ahora es Schuster. No sé, siempre me lo tomé con cierta distancia. En mi época el galán era un tipo más normal, y yo me siento un poco ajeno a esa definición. Además, ¿qué es ser galán?

FIN DE LA RAZÓN, BIENVENIDA LA EMOCIÓN

A los 46 años, Álvaro se convirtió en padre por primera vez junto a su esposa, la periodista Catalina Comandari. Aunque siempre ha sido cauteloso para hablar de su vida privada, en esta entrevista se explaya contando su experiencia con Eloísa y Diego. Cada mañana los va a dejar al colegio, trata de comer todas las noches con ellos y acostarlos lo más seguido que pueda. Considera que tiene paciencia, pero reconoce que la adquirió con los años.

Para él, la paternidad ha sido un constante aprendizaje, un viaje que nunca lo deja de sorprender. “Todos los días son distintos con los niños. En esos momentos cotidianos siempre puede aparecer una pregunta curiosa, un comentario o una situación que los asombre”, reflexiona.

Al preguntarle si es aprensivo con ellos, responde que sí, porque cree que el mundo está más agresivo que antes. “Uno tiene que estar más atento”, señala. Tiene una cuenta en Instagram (@alvaro_rudolphy_oficial) hace tres años, pero confiesa que sabe usarla poco, y que sólo hace seis meses se enteró de que otras personas podían comentar sus publicaciones. “Comparto ciertas cosas y no sé si son bien recibidas o no, pero tengo la idea de que sí, de que la gente es súper empática”, asegura.

¿Te importa lo que te puedan decir en redes sociales?

No lo uso como una plataforma de opinión, entonces no tendría por qué recibir un comentario sobre algo, porque generalmente publico fotos y no les pongo nada.

¿Cómo describirías tu experiencia como papá?

Lo más interesante es que con la paternidad, dejas de mirarte el ombligo, y eso es heavy. Vas descubriendo y entendiendo, y eso creo que es súper enriquecedor. Finalmente, cuando uno habla de estas cosas suenan tan cliché, pero eso es.

¿Qué has aprendido?

Con los hijos las cosas empiezan a cobrar sentido, porque te ves reflejado en ellos. Te empiezas a entender a ti mismo, y a ver todo de una manera más adulta. Uno tiende a relacionar al ser humano con la razón y al animal con supervivencia o instinto. Cuando uno tiene hijos, se da cuenta de que no funcionamos por la razón, sino que por la emoción, y ese aprendizaje creo que lo dan ellos.

¿En qué se parecen a ti?

Quizás más adelante se pueden parecer, porque uno les trató de inculcar ciertas cosas y les enseñó de cierta manera, entonces, va a haber conductas que se repetirán, pero ellos son otras personas. Mi miedo no es el miedo de ellos, mi anhelo no es el anhelo de ellos. Uno tiene la idea de que los errores que uno cometió son los errores que ellos van a cometer o que las virtudes que uno tiene son las que van a tener, y no es así.

 ¿Te gustaría que alguno de ellos siguiera tus pasos como actor?

En un principio tenía un poco de aprensión respecto de eso, pero no sé. Son muy chiquititos todavía, no cacho para dónde va la micro.

¿Qué tarea de la paternidad no te gusta?

Cuando hay que ponerse un poco intransigente. Hay momentos en que tienes que ponerte pesado y eso es lo único que no me gusta. En ese proceso de ir formando, hay que ser más drástico con ciertas cosas y eso lo evito.

¿Cómo es ser papá de dos niños chicos a los 55 años?

Bien, exquisito, súper. Es una muy buena experiencia. ¡La mejor! Me imagino que si hubiese sido papá a temprana edad, habría establecido otro tipo de relación con ellos. Obviamente, la desconozco porque no la tuve, pero creo que no habría sido lo cercana que es. Estoy más paciente que antes.

 

 

¿Es un desafío la paternidad hoy, considerando los miles de estímulos que existen?

Es un desafío. Tengo la sensación que no solamente por el tema de los estímulos, sino que también porque las verdades no son absolutas. Antiguamente, la cosa era mucho más piramidal, y lo que decía el papá o la mamá se cumplía a cabalidad y no había más. Era lo que había que hacer y todo funcionaba dentro de una norma. Ahora uno tiene que ir surfeando de manera mucho más activa, ir navegando, capeando la ola y moviéndote constantemente. La paternidad es más dinámica, entonces hay que estar mucho más alerta, con el radar a mil, porque la cantidad de estímulos que ellos y que uno recibe es infinita.

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