Abogada, quiteña, soñadora y profundamente agradecida con su ciudad, Andrea Beltrán Bonilla irradia esa energía tranquila y firme que solo tienen las personas que saben por qué están donde están. A sus 25 años, esta profesional del Derecho decidió dar un paso al frente y postularse como candidata a Reina San Francisco de Quito 2025-2026, impulsada por un propósito mayor: servir a los demás y devolverle a Quito un poco de lo mucho que le ha dado.
“Más allá de la corona o las fotos, mi motor es ayudar. Ser Reina de Quito es un honor enorme, pero sobre todo, una oportunidad para transformar vidas”, dice con una sonrisa que revela determinación.
Un sueño sembrado en la familia
En cada palabra, Andrea habla con gratitud. Su historia es también la de una familia que la ha acompañado con ternura y convicción. “Mi familia ha sido mi pilar fundamental, no solo para cumplir este sueño, sino para cada meta que me he propuesto”, confiesa.
Creció en un entorno donde los domingos familiares eran ley. En la casa de sus abuelos, entre risas y aroma a locro quiteño, aprendió el valor de la unión y la empatía. Hoy, ese mismo espíritu es el que guía su compromiso social.
“En mi conjunto vivimos casi todos: mis abuelos, mis tíos, mis primas. Somos pocos, pero muy unidos. Me siento muy bendecida de tenerlos cerca”, cuenta emocionada.
Tal vez de su abuelita, quien fue reina de la FAE, heredó esa luz que mezcla elegancia con vocación de servicio. “Ella me inculcó el sueño de ser reina desde pequeña. Me decía: si puedes soñar con servir, hazlo desde el corazón”.
‘Futuroscentes’: un proyecto que enciende vidas
El proyecto de Andrea se llama “Futuroscentes”, una fusión de futuro y adolescentes, porque justo ahí, en ese tránsito vulnerable hacia la adultez, que ella quiere sembrar esperanza.
“Busco empoderar y transformar la vida de adolescentes de entre 12 y 18 años que viven en casas de acogida”, explica. “Quiero fortalecer su autoestima, dotarlos de habilidades laborales y acompañarlos emocionalmente para que puedan construir una vida digna cuando salgan del sistema de protección”, explica.
Su motivación nació tras visitar una casa de acogida donde conoció a dos primos próximos a cumplir la mayoría de edad. “No tenían a dónde ir. No tenían familia ni recursos. Esa historia me marcó. Pensé: ¿qué pasará con ellos después?”, recuerda con la voz entrecortada.
Ese fue el punto de partida para “Futuroscentes”, que busca ofrecer herramientas psicológicas, talleres de autoestima, orientación vocacional y alianzas con empresas para que los jóvenes puedan acceder a su primer empleo.
“Estos chicos merecen una transición segura hacia la adultez. Quiero que sepan que sí se puede, que no están solos y que su pasado no define su futuro”, dice con firmeza.
Servir desde el amor y la fe
Andrea no duda al responder qué haría si gana la corona el próximo 27 de noviembre en el Teatro Bolívar, durante las Fiestas de Quito.
“Lo primero que haría es agradecer a Dios. Él ha estado conmigo en cada paso. Agradecería también a mi familia y a todas las personas que me apoyaron. Y luego… disfrutaría el momento, miraría al cielo y le diría a la Andrea pequeña: lo lograste”.
Esa frase, simple y profunda, encapsula el alma de Andrea: una mujer que no olvida sus raíces ni su propósito. “Ser Reina no es un título, es una misión. Es servir a la ciudad con responsabilidad y con amor”, afirma.
Su fe es el eje de todo. “Creo que Dios pone los deseos en nuestro corazón por una razón. Si Él me permite representar a Quito, lo haré con entrega total”.
La quiteña que ama el locro y la Basílica
Cuando habla de Quito, a Andrea se le iluminan los ojos. Se nota que su amor por la capital no es discurso, sino una historia de vida.
“Mi plato quiteño favorito es el locro de papa, sin duda. Con chulpi, aguacate y queso derretido, es perfecto para estos días fríos”, dice riendo.
Y si tuviera que recomendar un rincón para descubrir el alma de la ciudad, lo tiene clarísimo: la Basílica del Voto Nacional. “Desde las alturas puedes ver el Quito antiguo y el moderno al mismo tiempo. Eso me encanta, porque nuestra ciudad es versátil, viva, llena de historia y movimiento. Es como viajar en el tiempo en media hora.”
Esa mezcla de tradición y modernidad, de fe y energía, es justamente lo que ella representa.
Una abogada con propósito
Antes de ser candidata, Andrea ya ejercía como abogada. Aunque no se ha especializado en una rama específica, ha trabajado en Derecho de Familia, Contratación Pública y Derecho Administrativo. “Cada caso me ha enseñado algo. El Derecho, como la vida, se trata de buscar justicia y equilibrio”, reflexiona.
Quizá por eso su proyecto tiene tanto sentido: detrás de la abogada hay una mujer que entiende lo que significa cuidar, guiar y acompañar. “Futuroscentes” no solo busca dar oportunidades, sino también sanar heridas invisibles.
El valor de creer
Andrea tiene una forma luminosa de ver la vida. Habla con humildad, pero con una seguridad que inspira. “A veces uno duda de sí mismo, pero cuando haces algo con el corazón y con fe, todo se acomoda. Si llego a ser Reina, quiero ser recordada no solo por lo que hice, sino por cómo lo hice.”
Su mensaje para las nuevas generaciones quiteñas es claro: “Los sueños no son imposibles. Quito necesita jóvenes comprometidos, con ganas de construir, de cuidar y de creer en el poder del bien.”
Fiestas de Quito: una celebración que inspira
Con la elección a la vuelta de la esquina, la emoción se siente en el aire. El próximo 27 de noviembre, en el histórico Teatro Bolívar, se elegirá a la nueva Reina de San Francisco de Quito 2025-2026, un evento que celebra la belleza, el talento y la solidaridad de las quiteñas.
Andrea se prepara para esa noche con ilusión, pero sin perder el foco. “Ganar sería hermoso, pero mi mayor deseo es que mi proyecto se haga realidad, con o sin corona”, afirma.
Y al escucharla, uno entiende que el brillo de Andrea no depende de una banda ni de una joya, sino de algo más poderoso: una vocación auténtica de servir, acompañada de una sonrisa que promete futuro.