La publicidad de Dove tiene sus notas altas, algunos de sus anuncios son conmovedores. Otros son aburridos, pero hasta ahora la cosa más o menos había funcionado.
Quién sabe en qué momento su estrategia de usar “mujeres reales” como modelos se convirtió en manipular a “mujeres reales”, como parte de un experimento que no comprueba absolutamente nada.
Hablo del parche de belleza Dove, un trozo de tela que hace sentir hermosa a quien se lo pone en el brazo. Si la adicción a la nicotina se combate con parches, ¿por qué no la inseguridad?, habrán pensado los creativos de Dove.
Al principio del anuncio, vemos a mujeres en consulta con una doctora, quien les receta el parche, llamado RB-X, para que parezca cosa seria. La especialista les asegura que el parche contiene una sustancia, que sus efectos serán benéficos, etcétera.
Las mujeres se lo ponen y registran en un diario su evolución. Al principio, nada. Pero luego, milagrosamente, comienzan a sentirse bellas y esplendorosas. Por eso se sorprenden cuando vuelven a la consulta y la doctora les dice que el verdadero contenido del parche es… nada.
Entonces las mujeres lloran, lloran conmovidas porque han descubierto que la belleza brota de su interior. “Esta experiencia cambió mi vida”, dice una de ellas.
Más allá de lo ridículo del anuncio, la música de fondo, el tono maternalista de la doctora y la vulnerabilidad que muestran estas mujeres, incomoda que se las trate como si no fueran adultas, como si no supieran en dónde están paradas, como si necesitaran la guía mesiánica de Dove.
Claro que el pensamiento es definitivo en el estado de ánimo de cualquiera. Pero la campaña no se trata de eso. Parece que el mensaje fuera: “Te sientes horrenda, pero nosotros te podemos ayudar. Tú no entiendes nada de la vida. Dove sí. Dove es más inteligente que tú. Compra Dove y aprende.”
Sólo espero que haya más risas que llantos por parte de las mujeres al ver este comercial. A mí me cayó gordísimo. Guácala.